El sobrino de mis patrones y la vecina

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Eran las 8:56 de la mañana cuando doña Carmen llegó con su hija Silvia a la casa de enfrente y tocaron el timbre. Dos minutos después, doña Elena las recibió desde el portón de su casa. Luego vi que doña Carmen se fue y su hija Silvia se quedó. Seguramente va a trabajar en esa casa. ¡Que padre! Así podré verla todos los días. 

Desde el jardín donde trabajo, he podido asomarme discretamente para ver a Silvia. ¡Cuántas veces he pasado por su casa, y no he podido verla! Tal vez uno de estos días me anime y la acompañe a su casa cuando salga. Tal vez el próximo viernes...

 Lo bueno es que doña Carmen me conoce y podré acompañarlas hasta su casa. Total, yo vivo por su rumbo y un poco más allá. Le pediré al patrón que me deje salir temprano, para estar pendiente de cuando salga Silvia. Espero que no me necesite mi patrón este fin de semana.

- ¿Le llevaré algunas margaritas? - Pensaba Tino entusiasmado, haciendo planes para el próximo viernes. 

En realidad, ya tenía más de seis meses que se había fijado en Silvia. Cuando le festejaron humildemente que cumplía los dieciocho. Pero, aunque a Tino le gustaba, ella tenía otros dos pretendientes. Y aquellos dos campesinos la cortejaban. La visitaban seguido en su casa. Y platicaban con ella, con el permiso de doña Carmen. Le llevaban flores silvestres que Silvia les aceptaba. También con el permiso de su mamá. Y Tino, que la mayor parte del tiempo estaba en la casa o en el rancho de su patrón, no había tenido la oportunidad de demostrarle a Silvia, lo enamorado que se encontraba de ella. 

- Tino, sé que ahora es viernes y te toca salir desde las seis de la tarde - dijo don Gregorio a su fiel mozo de varios años - Pero hoy quisiera pedirte un gran favor

- Lo que usted diga, don Gregorio - Respondió Tino con voz amable y sumisa, aunque eso significara que sus planes se vinieran abajo

- Sólo será una hora más o tal vez dos - Le explicó su patrón, conciente de la enorme confianza  que le tenía a su mozo - llevaré mi familia a San andrés y volveré un poco tarde

- No se preocupe, patrón - Confirmó el buen sirviente - Aquí lo espero

- Pero además, no estarás solo. Parece que mi sobrino se desveló anoche y no se ha levantado. Se quedará contigo. Cualquier cosa que necesites de la casa, se la pides a él

- Descuide, patrón. No se preocupe

 

 Ya van a dar la una de la tarde y el joven Fernando apenas se levanta. Se bañará y bajará a la cocina, seguramente a comer algo. Lo bueno es que sólo se tiene que calentar lo que quedó de ayer. Yo seguiré en mi trabajo. Ya me falta poco. 

- Buenas tardes Tino, ¿Dónde están mis tíos y mis primos? - Dijo Fernando a Tino a manera de saludo

- Se fueron a San Andrés, joven Fernando - respondió educadamente y con una sonrisa que denotaba afecto y disposición 

- ¿Volverán para la comida?

- Me parece que no. Su tío me pidió que lo esperara hasta la noche.

- Ok Entonces me voy a ver la tele un rato

 

Por la tarde, vi salir a Silvia a barrer el corredor. Como ya había terminado mi quehacer, sólo estaba arreglando algunas cosas cerca de la reja de fierro. Para poderla ver, aunque fuera de espaldas. Porque ella cuando barría o trapeaba no volteaba a la calle. Siempre lo hacía de espaldas. Así lo hizo toda la semana. Por eso no me vio. Ni pudo reconcerme.

- ¿Qué haces, Tino? ¿Ya terminaste? - Lo interrumpió el joven Fernando de sus meditaciones

- Sí, joven, ya terminé - Respondió Tino y estuvo a punto de contarle al sobrino de su patrón la razón por la que se encontraba junto al portón de postes delgados de hierro que permitían ver a la sirvienta de 18 años que hacía el aseo en el corredor. Y que era la causa de sus mejores intenciones.

Pero antes de que eso ocurriera, su patrón, por así decirlo, le pidió que fuera enfrente a preguntarle a la joven moza, su horario de salida. Eso lo lastimó profundamente pero, no le quedaba de otra que servir al joven amo. Y lo hizo. 

Eso le permitió ver a Silvia de cerca. Pero ella, tenía los ojos fijos en el joven Fernando. Y no reconoció a su compañero de años, a su vecino, a su enamorado.

- Dile que a las siete - respondió ella sin pensarlo

Y eso lo entristeció profundamente. Porque ni siquiera lo miró a los ojos, ni lo reconoció. Sólo halló su mirada fija en el joven Fernando. Quientambién la mirab ay le sonreía.

Por eso, cuando ya iba de regreso a informar al joven, creyó que la joven Silvia lo había reconocido cuando lo llamó de nuevo.

  - Dile que esta vez viene mi madre por mí - Decía la joven al mozo enamorado - Que si puede esperar para el próximo viernes

Se lo dije al patrón y él, sin dejar de mirarla fue hacia la casa de enfrente. La señora Elena salió a recibirlo. Y entró a esa casa donde estaba Silvia. Ella terminó de lavar el corredor y el joven Fernando no salía. Pensé por un momento que se olvidaría de Silvia. 

Sin embargo, a los pocos minutos los vi salir. ¡Silvia viene atrás del joven Fernando! Eso no me gusta nada. 

- Ahora me hace señas para que le avise si llegan los patrones - Pensó Tino, batante contrariado - Ahora hasta su cómplice me he vuelto.

Los minutos pasaron irremediablemente y Tino se esforzaba por no gritar. Porque ya se imaginaba lo que estaba pasando adentro de la casa. Y no podía hacer nada para impedirlo porque corría el riesgo de perder su trabajo o parar en la cárcel. 

Cuando la joven Silvia salió por la cocina, se veía feliz, mientras iba arreglándose la ropa y el cabello largo en trenzas. Para poder salir, tenía que pedirle a Tino que le abriera la reja. Ahí esperaba Tino que lo reconociera pero, iba tan metida en su mundo, que no fue así. 

- Silvia, ¿No me reconoces? - Se atrevió a decirle al tenerla tan cerca como nunca. Y con discreción y delicadeza rozó su mano mientras le abría la reja y ella salía.     

Ella no lo notó. Ni siquiera volteó a verme. Pero yo conservé la textura de su piel en mi mano

 

Volvió a estar con él, 4 veces más. Hasta que terminaron las  vacaciones del sobrino. Y me lastimó parte de mi vida. 

 

 


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