Noción de los Cinco - Episodio V

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Todos fijaron su atención en el oscuro, no desprendía luz, tan solo sus ojos dejaban caer un duro resplandor.

- Hermano, tu cuerpo no desprende luz.. Tus ojos desprenden un destello duro, enérgico pero de un color.. -Decía Nawen mientras acariciaba el hombro de su hermano con su suave mano mirándole a los ojos. Elvémbor temiendo lo peor le apartó la mirada, se giró y sin decir nada comenzó a caminar lejos de los Empíreos. Nawen no entendía su actitud, su rostro desprendía una profunda preocupación. En ese momento Odan gritó:

¡Hermano, espera, vuelve! ¿Dónde vas? - Lo único que consiguieron esos gritos fue detener a su hermano por un momento. Éste volvió su rostro y dijo adiós una última vez. Odan intentó correr hacia él pero Nawen se interpuso y poniendo sus manos en el pecho de forma dócil consiguió parar a su hermano al que parecía querer más que a los demás. Tinorion no bajaba su rostro, él sabía lo que su hermano era y en qué se había convertido. Al igual que Valendhiel. Elvémbor se alejaba más y más.. Odan preocupado lo miraba con tristeza pero esa tristeza tornó su gesto un tanto serio. Estaba decaído, indeciso de si apartar a Nawen e ir tras su hermano o permanecer allí junto a los que relucían, Nawen hizo que tomara una decisión; sus labios regalaron un joven, dulce e implacable beso a los del Astral. Valendhiel observó este gesto y desvió su mirada a Tinorion, el que lo mismo hizo hacia ella. Odan se hallaba anonadado pues no había sentido tanto ardor en lo que llevaba con conciencia. Tras varios segundos Nawen separó sus deseables labios de los de Odan, sonrió y sus ojos verdes desprendieron tal fulgor que todo el rostro del Astral se iluminó. Tinorion no paraba de mirar a su hermana Valendhiel, su rostro se rindió ante los ojos de Valendhiel. Parecía haberse olvidado la supuesta pérdida del oscuro. Aunque en el interior de los cuatro sabían que ya no volvería.

- ¡Nos volveremos a ver pronto!- se marchó Nawen elevándose al cielo y como un rayo en la tormenta avanzó cubriendo el suelo con pequeñas luces, las que parecían ser semillas pues brotaban flores y árboles de ellas, el agua se multiplicaba sin parar. El planeta estaba aflorando.

Todos sonrieron, las cosas marchaban bien. Odan no paraba de mirarla.

-¡Hermano es tu turno! -Decía sonriendo Valendhiel. Odan asintió firmemente con aspecto rejuvenecido, el beso de Nawen lo había cambiado totalmente. Se elevó al cielo con tal velocidad que dificultó la visión de sus hermanos hacia él. Odan salió al espacio y juntando sus manos, abriéndolas y alzándolas hacia arriba fue creando una tras otra las siete lunas que más tarde servirían de vigías del joven planeta.

Tinorion, satisfecho, cogió la mano de Valendhiel y ligeramente se la besó.

"Es tu turno, hermana mía" dijo el de Thilnar. Valendhiel, emocionada, asintió y se elevó hasta lo más alto antes del escudo. Allí, decidida, dirigió su mano derecha hacia el agua que anteriormente Nawen había multiplicado incesantemente y la izquierda hacia arriba, la cual se colmó de aire. Ante la mirada de Tinorion ella las juntó, creó las nubes. Movió su brazo izquierdo de forma veloz y creó el viento, esparció el agua de su mano derecha y creó la lluvia.

En ese momento, Tinorion ascendió dejando una columna de luz a su paso, haciendo que los árboles cercanos se nutriesen y les salieran hojas.

Conforme subía podía ver a su hermana Nawen esparciendo vida, a su hermana Valendhiel conformando las nubes y al salir a su hermano Odan moldeando las lunas.

Tinorion avanzó lejos del planeta, sabía que si Thilnar estaba demasiado cerca acabaría con la vida del planeta. A varios años luz juntó sus manos en su pecho y separándolas poco a poco una inmensa luz salía de él, una bola de fuego incandescente se formaba según iba separando sus manos. Tras un tiempo, esa bola de fuego había superado en mil el tamaño del planeta. Había nacido Thilnar, la estrella solitaria.

Mientras tanto, Elvémbor caminaba, atormentado, en su mente sonaba la voz de Odan aclamándole. Se llevó las manos a la cabeza, no podía soportar su conciencia, pero la oscuridad lo puede todo.. Un aura oscura lo envolvió y sin más dilación comenzó su verdadera transformación. Sus brazos se volvieron oscuros, una piel dura los envolvió, mientras el Empíreo se encogía de dolor, un pelo largo y blanco descendía de su cabeza mientras ésta se recubría con piel oscura. Todo su cuerpo se recubrió de piel robusta y oscura, semejante a una roca. Todo parecía haber terminado, el Empíreo Indigno cayó al suelo de rodillas, gritando de dolor parecía dominar todo el aire del planeta.. De repente un bulto apareció en su espalda y conforme pasaban los segundos explotó y renacieron unas grandes alas oscuras, duras como el metal.

No estaba solo, su hermana Nawen había observado todo lo ocurrido. Elvémbor notó su presencia y se volvió. Ante la mirada atenta de Nawen, Elvémbor la señaló con su dedo negro como la noche y su larga uña que parecía no tener comienzo. Nawen retrocedió, su rostro reflejaba inseguridad, incluso terror. El Indigno abrió su boca lentamente, una siniestra sonrisa se marcaba en su rostro mientras un solo ojo, pues el otro estaba tapado por su pelo, observaba a la Empírea.

"La oscuridad se acerca hermana, y no podréis evitarlo. Odan y Tinorion caerán y yo me apoderaré de vosotras.."- soltó una sonora y muy grave carcajada; alzó el vuelo. Sus alas sombrías desprendían oscuridad allá por donde pasaban, Elvémbor se dirigió hacia el sureste, a los grandes volcanes que se habían formado con el impacto de diversos meteoros . Nawen se elevó y sin meditar por un momento se dirigió al cielo en busca de su hermana.

 

  Don Torres.


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