Yo estoy aquí
como una esfera
donde el cristal alumbra inútilmente.
Estoy en la misma edad de piedra.
En la desunión de las desuniones.
Cumbre que a todos magnifica.
Tiempo sin dar los hechos en la mano
Pálida continuidad de esas secuencias
donde se vuelve el caracol, un dado;
y la suma no es suma, sino resta,
porque ya no comprendo el diccionario
de las calles mojándose en el labio.
Hablando, siempre hablando
¡Cuando sabrán que callar es necesario!
¿Cuando, cuando? El pájaro
esta sobre los cables, enredado,
ya no puede su angustia con la rosa,
y su proximidad de gelatina.
Ya no hay nada que ataque o emocione:
ni una luz, ni una estrella,
ni una amiga.
Ni siquiera el amor sirve de valla
para escuchar su voz, y contenerla
y luego redimir las explosiones.
No, no hay nada.
No te importe
si mi dolor se dobla o se derriba;:
si se estrechan los surcos de mi cara.
Mi corazón: un vidrio transparente,
la mitad de un país, una avenida;
un enjambre de rayos inconscientes
donde el espejo abre los dorsales,
y en tu rostro desnudo se refleja.
Soy como soy.
Caridad de caridades.
Alma de tantas pocas experiencias.
Lumbre que ni se apaga ni se enciende,
porque la sombra vaga y se desprende.
Canción de adiós hecha silencio;
comunión de algunos oradores.
Risa perpetua para la flor divina
que nos comunico su pertenencia.
Ahora soy,
por mucho que yo he sido:
luces de luz, alambre con tejido:
inexplorada tierra sobrehumana
donde se emana el liquido que exijo.
Ahora soy,
por esta tierra extraña,
por estos desniveles, estos muslos,
por esta secreción de poro inerte,
por estos labios donde me redimo.
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