De ventanas, cupcakes y vecinos

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Todo comenzó hace una semana. Víctima de un pequeño calentón, no pude reprimir mis ganas de masturbarme, y ya de paso ver una película pasada de tono mientras tanto. No era algo muy extraño en mí; lo que sí lo fue fue dejarme la ventana completamente abierta. Después de un rato, al retirar la mirada de la pantalla a poco de terminar la sesión, vi cómo mi vecino me observaba con atención mientras se relamía con mi placer. Al cruzar miradas, no supe cómo reaccionar. Paré en seco y cerré la página como pude, pero ya había visto todo. ¿Me juzgaría demasiado? Solo me dedicó una sonrisa traviesa y unos ojitos juguetones a los que yo respondí con otra mirada de satisfacción. Deseé que no quedara así todo, y no quedó así.

Dos días más tarde, pasados con la ventana cerrada ya fuese para que no pudiera verme repetir o que viniera él mismo a verlo de primera mano, se plantó en la puerta de mi casa con unos cupcakes, diciendo que jamás se había tomado el tiempo necesario para conocer a su vecina. Nos sentamos en el salón a hablar sobre nosotros, y llegué a saber que tenía 27 años y una mujer, lo cual era casi tan comprometedor como que yo tenía 9 años menos y quería hacer de las mías con él. Al preguntar por mis padres, cuando supo que estaban de viaje noté cómo esa sonrisa traviesa volvía a aparecer.

-Y... ¿tienes novio? -me preguntó.

-No.

-¿Has tenido?

-Sí, obviamente -contesté, esta vez sintiéndome menospreciada.

-¿Eres virgen? -directo al grano.

-¿Perdón? -me hice la sorda. Él frunció el ceño, obligándome a responder- No, no lo soy. Pero no entiendo a qué vienen estas preguntas tan...

-El otro día te vi -me interrumpió. Fingí no saber de qué hablaba-. Estabas en tu cuarto.

-Suelo estarlo -respondí desafiante.

-¿Masturbándote?

Ahí mi valentía se paró en seco.

-También me provocaste al verme... -se levantó del sillón y se sentó junto a mí en el sofá colocando una mano sobre mi muslo izquierdo- eso me dio mucho, mucho morbo.

Nuestros ojos se encontraron, y mientras él intentaba mantenerme distraída con su mano acariciándome, yo no podía dejar de pensar en que apenas era mayor de edad y él era bastante mayor. Además, tenía mujer... tontear fue una cosa, pero, ¿de verdad estaba dispuesta a algo más? La respuesta burbujeó por todo mi cuerpo cuando sus labios encontraron los míos y no pude rechazarlo: sí, quería hacerlo. Y mucho.

Continuamos así, besándonos, acelerando el ritmo cada vez más, hasta que olvidé todos mis temores y me senté sobre su regazo para poder besarlo mejor. Su aliento olía a vainilla, lo cual no podía parecerme más irresistible.

Me quitó la camisa desabrochando cuidadosamente todos y cada uno de los botones, aumentando mis ganas con cada uno. Me la quitó por detrás y la tiró sobre la alfombra sin necesidad de quitar sus dulces labios de los míos. Besó mis pechos a continuación, después de quitarme el sujetador también. Yo acariciaba su cabello y me dejaba llevar tanto como podía: lo cual resultó ser mucho. Desabrochó mis pantalones y me levanté para quitármelos mientras él hizo lo mismo con su camiseta y sus vaqueros. Con toda la ropa excepto sus calzoncillos en el suelo, decidí pararlo antes de que se quitara los últimos. Él, sorprendido pero complacido sabiendo lo que iba a hacer, volvió a sentarse mientras yo se los quitaba. Lo bueno que fue el sexo oral solo es comparable con el sonido de placer que sus labios emitían silenciosamente mientras yo hacía todo lo que podía.

Antes de que continuara, me pidió que me sentara sobre y de espaldas a él. Yo obedecí mientras sentía sus dedos sobre mi sexo, el cual estaba muy mojado ya. Unió mi espalda a su torso con un leve movimiento y sentí su miembro entre nosotros. Gemí como jamás había hecho, sintiendo un placer con sabor a Cielo. Entonces, me cogió y me abrió de piernas en el sofá. Su experta lengua recorría mi cuerpo, concretamente mi lugar más íntimo, mientras yo sentía cómo un primer orgasmo estaba de camino e iba a llegar fuerte.

-Voy a... -intenté decir lo más flojo que pude. Esperé que él lo entendiera, y lo recibió perfectamente: comenzó a ir más y más rápido, haciendo que yo tuviese que llevarme la mano a la boca para no gritar mientras veía a un hombre de ensueño cumplir los míos de la mejor forma.

Llegué al orgasmo con un último gemido, que esta vez no contuve para nada. Al terminar, vi cómo se colocaba la ropa y había terminado en pocos segundos, como si nada hubiese pasado.

"Esta vez no nos hemos corrido juntos porque no creía que fuese a llegar a esto hoy mismo... pero, dentro de unos días, el jueves, me gustaría que vinieses a verme. Mi mujer no estará desde la tarde hasta la noche... ¿Qué tal si te pasas a las 6?", a lo que yo asentí mientras me reponía. Por último, mientras yo le daba la caja de cupcakes antes de abrirle la puerta, me susurró en el oído "ha sido fenomenal. Y no acaba aquí".

Cumplió su palabra.


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