Los 5 Revolver: El Jinete Maldito (Parte 5)

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-¿Que tenemos aquí? –preguntó un hombre con voz un poco ronca y tenebrosa.

El hombre era un vaquero que cabalgaba, tenía puesto un sombrero color café y, al igual que el cementerio, estaba empapado.  Lo acompañaba lo que parecían 10 pistoleros más, todos arriba de sus caballos.  Todos, mugrientos y con dientes amarillentos, los cuales mostraban al dar una sonrisa siniestra.

-Nosotros ya nos íbamos –respondió Galante con voz firme.

-¿Ya se van, tan pronto? –Volvió a decir el hombre del sombrero café-.  Mejor quédense con nosotros y hagamos una fiesta.

Galante retrocedía lentamente con su caballo, pero no avanzo mucho pues los vaqueros los rodearon.

-Mire jefe –dijo uno de los vaqueros sonriendo-.  Que preciosura de mujer, no se encuentran pollitas así todos los días.

-Tienes razón –volvió a decir el del sombrero café-.  Es una muchacha muy hermosa.  Se ve mucho mejor así empapada.

Victoria se escondió en la espalda de Galante.  No dejaba de temblar, y ya no era por la lluvia, sino por el temor a aquellos hombres.

-¿Qué es lo que quieren? –preguntó Galante con la misma voz firme de antes-.  Déjenos ir en este momento.

El hombre del sombrero café comenzó a reír a carcajadas.  Sus compañeros hicieron igual que él.  Entonces se quito el sombrero y dejo ver una cicatriz muy grande en su ojo izquierdo.

-Mi nombre es Cesar –dijo el vaquero-.  Soy grande como el emperador romano.  No, soy mucho más grande que él y que cualquier otro.  Y esta es mi banda de soldados, peones que harían todo por su jefe.  Somos “la Banda Temor” y no dejamos que nuestra presa vuelva a sentir felicidad.

Galante dirigió su mano cerca de su bolsillo cuando escucho un disparo hacia el aire que provenía de un vaquero detrás de ellos.

-No te atrevas a sacar tu arma –le amenazo Cesar-.  Inténtalo de nuevo y te matamos a ti y a la chica.

Cesar miro fijamente a Galante, luego dio una vuelta alrededor del caballo en el que cabalgaban este y Victoria.  Al pasar al lado de la chica Cesar le sonrió y le olio el cabello.  Luego se puso frente a ellos.

-Si, esta es una hermosa mujer.  Te propongo un trato.  ¿Porque no nos dejas a la chica y dejamos que te vayas sano y salvo a tú casa?

Galante se quedo en silencio, hizo una mueca como si lo estuviera pensando realmente.  Esto hizo que Victoria se encogiera más en la espalda de este y comenzara a llorar.

-Vamos, estoy siendo generoso hombre.  Jamás doy oportunidades a nadie.  Sabes que de todas formas te mataremos y la tomaremos, así que acepta mi generosidad.

-Te tengo un mejor trato –contestó Galante.-  Déjanos ir y no hare una cicatriz en tu otro ojo.  A menos que quieras que tu deforme cara se vea mas horrenda.

Victoria no podía creer lo que acababa de escuchar.  Ahora era muy seguro que lo mataría y que a ella la tomarían.

Cesar se quedo atónito.  Sus ojos comenzaron a brillar con ira.  Su boca mostro sus dientes amarillentos, como los de un perro rabioso.  Entonces sacó su pistola y la apunto hacia Galante.

-Te crees muy valiente, ¿no es así? –dijo-.  Ahora vas a morir perro, y nos vamos a divertir con tu pollita antes de matarla también.

Todos los vaqueros mugrientos miraban atentamente.  Estaban felices con la idea de matar a Galante y tomar a Victoria.

-Es tiempo de morir –dijo Cesar a Galante.

En ese preciso momento, se escucho un relinchar tan horrendo que todos quedaron atónitos.

-¿Qué fue eso? –preguntó Cesar con voz temerosa-.  ¿Quien hizo ese ruido?

De nuevo se volvió a escuchar el relinchar horrendo.  Provenía de una pequeña colina justo detrás de donde estaban parados.  Todos voltearon para ver que era eso, y se quedaron sin aliento.

No tan lejos se veía la silueta de lo que parecía un Jinete arriba de su caballo.  Pero no era uno común y corriente, era enorme.  Se alcanzaba a ver su gran tamaño desde lejos.  Parecía que tenía un arma en su mano, y tras lo negro de la silueta, solo se notaban lo que parecían ojos rojos, llenos de ira.  El Jinete y su caballo los observaban fijamente.  Entonces, galopo rápidamente hacia ellos.

Todos estaban inmóviles, nadie creía lo que estaban observando.  Victoria miraba fijamente la silueta que se acercaba a ellos.  ¿Seria realmente el Jinete de Hierro?  ¿El Alma de John Smith?

De repente, se escucharon disparos provenientes del Jinete.  Uno de ellos alcanzo en el brazo de Cesar, quien soltó su arma y un grito de dolor. 

-¡Vámonos muchachos! –grito Cesar.

Él y sus hombres galoparon más rápido que el viento por la salida del Cementerio.  Mientras Galante y Victoria seguían observando al Jinete quien no era más una silueta.

Frente a ellos se detuvo algo extraordinario.  Era un jinete enorme.  Tenía una armadura de hierro en todo el cuerpo, como aquellas de los tiempos de los caballeros.  Armadura grandísima y brillante.  Un casco cubría su rostro, y solo se notaban sus ojos rojos.  Sus manos eran enormes, y picos salían de la armadura que llevaba en los codos.  Cadenas grandes rodeaban su pecho.  Y una espada enorme reposaba en su espalda.  Su caballo era igual de espectacular.  Un pura sangre enorme color negro.  Tan negro como la noche sin estrellas.  Sus ojos parecían llenos de ira, sin embargo si tenían vida en ellos, no como se contaba.  Esto parecía algo salido de un cuento.  Era increíble.

Victoria se quedó inmóvil mientras el Jinete pasaba alrededor de ellos, como si los inspeccionara.  La chica no sabia que les pasaría.  No lo podía creer, no eran solo mitos y cuentos, el Jinete de Hierro si existía. 

De nuevo el Jinete se mostró frente a ellos observándolos fijamente.  Parecía conocerlos.  Luego, habló:

-¿Se encuentran bien?


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