Mamá versus Mamá

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Mamá versus Mamá
      

Incluso el ambiente más tierno y amoroso concebido por la humanidad, está sembrado de mentiras que conducen ha destruir lo que se ama, apesar del fervor materno y que en cambio logra construir tempranamente alejándose de la objetividad, una envoltura de afirmaciones fantásticas, para sus pequeños, con el equívoco objetivo de hacerlos sentir el centro absoluto del mundo, cuando sólo son el centro del mundo de su madre, quien incapaz de prever las consecuencias (en el sentido empírico de la mentira) pierden a sus pequeños en un mar de espejismos, de los cuales muchos jamás podrán liberarse. 

Entrenar a los vástagos para su independencia los desliga de la maternidad, que  implica una lucha para diferenciar sus responzabilidades de las de sus hijos. Recuérdese el cliché de la perfecta madre judía, capaz de asumir los problemas de las hijas con sus maridos e incluso las responsabilidades de sus nietos.
      Para el “Mentiroso caído”, tendrían que existir almenos dos clases de madres: amorales y de segundo orden. En consecuencia un paso mayor es abandonar las enseñanzas de la maternidad amoral para liberarse, adaptarse y sobrevivir, aprendiendo que el mundo real, es un imperio de mentiras que jamás se detienen y que la primera y máxima mentirosa es la propia madre.
     
      Para Mario Puzó, “En la vida de un hombre todo es personal”, ésta monumental frase es la antítesis de la maternidad amoral: a cobardes, holgazanes y facinerosos les será imposible seguirla, porque implica la pérdida del perdón anticipado, la tolerancia de elasticidad infinita, el comercio de la debilidad emocional, y la delegación de la responsabilidad. Quien se erige como su propio  juez no puede ignorar las reglas ni sus consecuencias. En la típica proyección:  “No seas tan duro contigo mismo”, se concreta la calidez de la categoria de madres, esposas y amigas amorales.  Es significativo que cuando a esas tres figuras se les termina la pose, son perfectamente capaces de “decir verdades” que son exactamente lo contrario de su discurso habitual, un discurso diplomático concebido para conquistar, y con el que jamás hombre alguno podrá crecer. “Déjenlo, pobrecito, no ven que pequeñito es…”, nada más conmovedor, presenciar como la amoralidad entrena a sus hijos, evitando que se asuman como hombres. Paradojas infames como éstas se exhiben cuando hay que asumir las responsabilidades y las madres ocultan a sus hijos o sus acciones, persiguiendo la bendición de la impunidad, o al asumir las tareas de sus hijos empezando por las escolares, en las cuales la amoralidad prefiere una buena impresión ante la maestra y no la adquisición de habilidades del sujeto en formación.

      Toda madre potencial, llegado el tiempo busca y encuentra las antiguas fantasías cultivadas dentro de nosotros por sus antecesoras, recurrirá a ellas, las usufructuará y mantendrá vivo el sistema, dando sustento a las bases conceptuales de las mejores estafas y mentiras que se basan en las enseñanzas y sentimientos sembrados por la figura maternal: vanidad, pereza, dependencia, ignorancia y debilidad. Los guiones de la personalidad infantil.

Considérese el siguiente infame prontuario del deber y ser según una madre amoral:

Se, sincero:
      No ocultes tus sentimientos, se autentico. Lo que te llevará a quedar expuesto ante los dueños del mundo, los mentirosos, necesitados y expertos en la explotación de la verdad.
      Mientras el imperio materno ha desarrollado y validado la cultura de lo falso, gastando como nunca antes millones en maquillaje facial y tintes de cabello, para ocultar la edad y las “imperfecciones”, plataformas para aumentarse la altura a costa de lesionar o deformar su esqueleto, cirugías para imitar la constitución atlética, o redimensionarse mediante prótesis que muchas veces se hacen mortales, porque finalmente el mejor negocio de nuestro tiempos  deriva de los que son incapaces de aceptarse o  transformarse de verdad y cuyo objetivo es  aparentar. Ésta maternidad amoral nos invita a quedar a merced, promoviendo nuestra sinceridad.


En contraste:
      Para navegar en la mentira rampante, es absolutamente necesario: un pseudónimo. Éste permitirá acusar públicamente y explotar la posición que otros (culpables) no pueden ocupar. Un mentiroso evidenciado es un blanco asoleándose plácidamente en la playa.

Antepón el amor:
Una ilusión a explotar por los calculadores de intereses. La maternidad amoral quiere estar por encima de todo interés, dirigiendo las decisiones apelando a la subjetividad del amor.

No te niegues a la felicidad:
Lo sabroso es grasoso, administrado para complacer, sin dejar de ser el peor enemigo de la salud, la amoralidad lo esgrime como muestra autentica del amor.

No corras riesgos:
El mundo es de los que arriesgan. En contraste este concepto finaliza tus sus esfuerzos, te impulsa a querer creer saberlo todo, y a no cambiar tu vida. En suma es renunciar a aprender, pues ¿Qué objetivo tendría hacerlo en una personalidad sedentaria?.
      El conocimiento profundo de las personas permite calibrar la escala dual de mentiras y verdades suplementarias que alguien puede resistir, estrechamente relacionado con la naturaleza infantil de cada ser humano. La amoralidad prefiere las personalidades infantiles, porque son manipulables, no en vano la mercadotecnia incansablemente apela a nuestros impulsos básicos, nuestra parte irracional.

 Para Heidegger, “las cosas perseveran en lo que son”. Esto implica que existe una misión para cada persona. Y para conocerla se debe apagar la propia personalidad para escuchar, para poder convertirte en el otro. Nunca debe olvidarse que las mentiras son absolutamente efímeras, y que al igual que las frívolas modas del vestir, si no se dispone de una nueva oportunamente, uno se queda fuera del negocio. No es posible bajar la guardia. Éste mundo, que no es como nos gustaría, es pulido por las mentiras, como nuestra forzada adaptación al caos. Pero simpre son una peligrosa apuesta que exige un gran poder de concentración y un sello final de renuncia. 


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