Amor, sexo y otros santos...

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Pasados ya los 35 Paula había soñado siendo pequeña -como casi todas las niñas- con un San Valentín perfecto, flores, el chico perfecto, cena, velas? ¿Y ahora? Desayunando frente al televisor con un café sobre la mesa y un cigarro entre los dedos, recordaba cada minuto de la noche anterior, intentando encontrar la inocencia y las ilusiones de aquella niña pequeña que algún día soñó sin imaginar la realidad frente a la que se toparía.

Había quedado con su grupo de amigas solteras, si no había hombres los buscarían, pero esa noche el no tener pareja no haría que dormiría sola. La noche estaba siendo fantástica, se reían, se divertían, flirteaban e intentaban seducir a quien les llamaran la atención hasta que se topó con la mirada de Salvador. No lo dudó. Se acercó despacio, contoneándose. Su mirada fija en la suya. Su cuerpo llamando al de él, viendo cómo este respondía.

- ¿Una copa? ?Susurró Paula junto a su oído suspirando despacio intentando emborracharse de su olor. Ya corría demasiado alcohol por sus venas, ahora buscaba olores, sensaciones, percepciones? sabores. Salvador respondió utilizando sus mismas armas. Puso su mano en sus caderas, con suavidad, acercándose despacio, respondiendo sin dudar ?una copa será solo el principio?. Sin mirarla. Sin adularla. Sin pretender que cayera rendida.

Sin apenas darse cuenta, se vieron besándose en las escaleras del portal de Paula. Sus lenguas se entrelazaban sin descanso, sus manos estrechaban con fuerza sus cuerpos y la llama en sus ojos buscaban más.

Entraron en casa rápido, arrebatándose la ropa, despojándose de todo aquello que impidiera ver sus cuerpos desnudos, los poros de cada rincón, recoveco y esquina que pudieran descubrir. La respiración de Salvador se aceleraba cada vez más, intensificándose, convirtiéndose en una inmensa profundidad dando a entender a Paula que era el momento. Introdujo su mano bajo el pantalón y sintió como todo había terminado nada más empezar.

No, eso no acabaría ahí.

- Perfecto, ahora tenemos toda la noche para disfrutar de verdad, despacio y sin desperdiciar nada.

La mirada de Salvador expresaba todo lo que ella necesitaba saber. Pasaban las horas y parecían minutos; Paula se vio sentada sobre él, introduciéndose en su mirada se paró el tiempo y pudo observar como el amor tenía demasiados significados e interpretaciones. Se movió despacio, recorriendo todo su sexo, sintiendo como sus gemidos se intensificaban cuando se acercaba a la cima, a esa cumbre que provocaba que las manos de Salvador ciñeran sus caderas impetuosamente contra él mientras ella intentaba alargar ese momento mágico. No quería perder la sensación de su sexo consistente y sólido acariciando sus paredes húmedas por él.

Volver a sentir esa sensación hizo que necesitara una calada y un sorbo de café todo al mismo tiempo, pero se dio cuenta que el café estaba frió y el cigarro consumido, como aquella noche todo tenía su final? menos esa sensación que devolvió esa humedad con la que tanto disfrutaba a ese espacio entre sus piernas que no le gustaba tener disponible por tanto tiempo.


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