Reminiscencias de un pasado mejor...

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Luchaban cada día, se esforzaban por mantener a ese amor que cultivado durante años se mantuviera fuerte, sólido, valiente y tenaz. La convivencia y los problemas externos a ellos acabaron por invadirles y sin apenas darse cuenta, vieron como aquellos cimientos que sustentaban una relación de devoción sin fisuras, parecía lejana, más próxima a un tiempo pasado que a uno presente.

Cada día se levantaban uno junto a otro, pero en los últimos meses solo era eso, proximidad por espacio,no había deseo, o al menos, no se demostraba por rencor, orgullo...todos esos sentimientos que poco a poco y sin percatarse iban minando su vida en pareja.

Una mañana como otra cualquiera, Paula sintió que debía dibujar un punto entre ambos. No sabía si sería punto y final o por el contrario punto y seguido, en ese mismo momento una rápida hilera de hormigas la recorría de pies a cabeza. ¿Qué significaba? ¿Miedo a verse sola? o ¿miedo a que todo terminara?

Se levantó despacio, encendió la máquina de café y oyéndole respirar sintió cómo no quería dejar marchar esa sensación. San Valentín se acercaba, le habían dado la oportunidad de viajar a otra ciudad a presentar un trabajo y volvió a saber qué debía hacer. Irían allí, juntos, dejarían en casa miedos y problemas y volverían a ser una pareja feliz. Paula estaba convencida de que esas 48 horas con Juan tendrían un final, deberían volver a la realidad,pero esa realidad sería diferente si ambos se volvían a encontrar como en aquel mes de Mayo, sin buscarse, solo abriendo sus corazones sin pensar en nada más.

Presentó el trabajo mientras Juan no paraba de hacerla fotos y su mirada le daba toda la seguridad que necesitaba para leer cada palabra. No había parado de apoyarla, de estar ahí, dándole su espacio pero tendiéndole la mano cada vez que lo necesitaba aún sin pedirlo. Salieron de allí y le abrazó sabiendo que todo comenzaba de nuevo, no había que olvidar,solo aprender para no repetir los mismos fallos; solo quedaba un punto -esta vez no tenía ninguna duda de que sería y seguido- que trabajar, y sería el más fácil de resolver.

Cenaron, se rieron, se miraron y todas las sensaciones fluían solas, sin buscarlas, tantearlas o preguntarlas. Llegaron al hotel y ambos tenían en mente qué debía pasar, qué debían compartir. Paula colocó sobre ella su mejor conjunto, ese irresistible que solo llamaría a los instintos más básicos. Despacio, mirándose, juntos y sin nada más volvieron a ser uno solo, sin imposiciones ni obligaciones. No había pautas ni guías, solo lo que emanaba de sus sentimientos.

Pasaron esas imborrables 48 horas. De nuevo en casa, Paula se dio cuenta que todo había cambiado. El continente era el mismo, el contenido nuevo, pero esta vez con una ligera reminiscencia al pasado, ese pasado que tanto añoraba y ahora sentía tan próximo.

Quizá solo fuera por San Valentín o por salir de lo que conocían día a día pero de nuevo, su llama se encontraba alta e intensa, de nuevo, eran aquellos que se amaban sin pensar en nada más, sin ver más allá.


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