Una cuestión de imagen

La risa era incontrolable, aquella escena causó tanta gracia entre los presentes como vergüenza y estupor en quien la padeció. Los rostros distantes  e insensibles a la situación, solo mostraban alejarse de una escena temida.

 Así transcurrieron las siguientes horas, entre la desilusión de un plan armado que latía la esperanza de agradar y alimentar su pobre imagen destruída por el miedo de creerse a sí misma como reflejaba ese espejo. Las expresiones de su rostro y las lágrimas hundían cada vez más ese impulso maldito que brotaba dentro de ella , mostrarse distinta. Estaba en pie de guerra. Luchaba con fuerza  para mantenerse viva,  con esperanza  de quien quería ser. 

Cómo todo totem, su luz brillaba tanto que apenas lo podía ver, era una estatua con rasgos perfectos, con coraza de piedra, con una mirada que costaba verle los ojos de tan alto que estaba, hasta el más fuerte se doblegaba ante su peso. Recto, exigente, inalcanzable. Lo que no sabía ella, por su inmadurez y por su lucha constante que la mantenía ocupada, es que ese totem estaba vacío, tan hueco que un golpe certero lo podía derrumbar, y que, al igual que ella, también había tenido sus batallas, solo que las había perdido.