Una última oportunidad

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Julián tenía tres hijos. Dos varones y una hermosa jovencita. Pablo, el mayor, con dificultades pero consiguió su certificado del bachillerato. Alejandra, en el último grado de la preparatoria y Javier en la secundaria. Todos por cierto, en esa misma escuela de religiosas. 

Pablo, de carácter taciturno, se caracterizaba por ser flojo y distraído. Por lo que con un poco de persuasión se logró que estudiara lo suficiente. Con Alejandra, no hubo ningún problema en ese sentido, pues fue la más dedicada a los estudios. Pero con Javier, hubo que hacer circo, maroma y teatro para hacerlo estudiar. 

Lo que en realidad pasaba, es que Javier resultó heredar el carácter de su padre. No el de Julián. Es broma. Claro, que el carácter y el sentido del humor que tenía Julián. Y en la escuela, siempre buscaba llamar la atención. Hacía que todo pareciera divertido. 

De pronto estaban en el patio trasero de la escuela. Y tomaban a uno de sus compañeros, haciendo de éste un columpio. Uno lo tomaba de los brazos; Mientras que el otro, lo sujetaba de las piernas. Y un tercero, los filmaba con el celular. 

- A la cuenta de tres, lo aventamos - Les decía Javier

Y lo hacían. Pero el asunto no terminaba allí. Porque, muy orgullosos, lo subían a la red. Y a Javier, le dio por aparecer en ese filme, haciendo muecas y riendo de lo acontecido. 

Tal vez, nadie más se hubiera enterado de esta fechoría, de no haber empleado la web. Los padres de todos los implicados fueron llamados a la oficina de la directora. Pero a los que llamaron primero, fue a los padres de Javier. 

- Javier - Lo sermonearon - Lo que hiciste, amerita que se te expulse del colegio. Tus padres podrán inscribirte en otra escuela, respetando las calificaciones que llevas hasta ahora...

- Madre superiora, sé que me porté mal. Pero por favor, deme una última oportunidad.

- ¿Prometes que ya no te meterás en problemas? - Dijo la Madre Superiora, al darse cuenta de las palabras que empeñaba Javier para salir de aquel apuro

- Se lo prometo. No volveré a causarle problemas.

La directora hizo firmar un documento a Javier y a sus padres, para finiquitar el compromiso. Todo indicaba que Javier había aprendido la lección. Y en efecto, durante nueve días no hubo ningún reporte sobre el "nuevo" Javier. Pero al décimo día, durante el receso de clases. 

- ¿Qué les parece...? - Empezó Javier, tratando de convencer a sus compañeros - ... si tapamos todas las tazas de los sanitarios... 

Sus compañeros estaban por responder afirmativamente, cuando vieron entrar a Ramón al baño de los niños. Entonces a Marcelo, otros de los incondicionales de Javier, se le ocurrió otra idea.

- ¿Por qué no vamos mejor a molestar a Ramón?

- Tienes razón - Le contestó Javier - Vamos a molestarlo un poco.

Entraron los cinco delincuentes al baño, cuando Ramón estaba por detenerse frente al mingitorio. Lo rodearon y lo empujaron entre ellos, sin dejarlo orinar. 

- Por favor, déjenme orinar - Les imploraba Ramón - Ya no me aguanto

Pero a los cinco, no les importó. Siguieron empujándolo. De aquí para allá. Una y otra vez. Hasta que ocurrió lo que Ramón temía. 

Cuando vieron los pantalones mojados de Ramón, se detuvieron. Y empezaron a reír de su travesura. Hecho que aprovechó el avergonzado adolescente, para escapar. 

Otra cita de Javier con sus padres, en la dirección del colegio religioso. La Madre superiora, buscaba los documentos de Javier, para entregarlos a Julián. Javier, se percató de esta maniobra y sin más exclamó:

- Madre superiora, ¿Podría darme una segunda última oportunidad?

 


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