Tampoco Beso en la Segunda Cita

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   La primera cita en el cine con Gil había tenido un final explosivo; no relacionado con el bodrio de acción que me llevó a ver, sino con la habilidad con la que interpretó un solo de coño con sus dedos dentro de mí. Apenas salimos del cine y ya habíamos quedado para una segunda cita.
Pensando que el escenario sería el mismo, supuse que el guión de nuestra primera cita también se repetiría, así que, con más seguridad que la primera vez, me puse una ligera falda de ruedo, apenas abajo de la rodilla, que pudiera ser izada con facilidad en el momento apropiado.

Esta vez me tocó escoger la película, un drama de época en una sala pequeña con sólo unos cuantos lugares ocupados. Nos sentamos casi hasta atrás y, apenas se apagaron las luces, Gil me abrazó y me apretó contra él. La película empezó, Gil trató de prestar atención, pero las largas y silenciosas escenas estaban empezaron a adormilarlo. Apenas terminado el primer acto, Gil decidió que había que agregarle interés al momento. Su mano en mi hombro empezó a arrastrarse discretamente hacia mi pecho, lo envolvió, lo oprimió, lo levantó, buscó el relieve que le indicara que mis pezones estaban erectos, y cuando lo encontró, con su pulgar hizo círculos alrededor de mi bultito. Igual que la vez anterior, mi respuesta fue humedad entre mis piernas, que se separaron ligeramente, esperando que Gil tomara la iniciativa de nuevo.

Me recargué sobre su hombro y, bajando la mirada, pude ver su palo, estrangulado sobre su ingle, sin lugar para crecer en su totalidad dentro de sus ajustados pantalones. Él tomó mi mano y la llevó hacia su paquete, estaba caliente, palpitaba. Froté su vara y vi cómo se revelaba su forma, vi como se movía con esos movimientos, como una pequeña morsa queriendo levantarse sobre su cola.
Pensé que, con las nuevas facilidades brindadas, mi falda pronto estaría enrollada hasta mis caderas pero, en vez de eso, Gil empezó con lo que le había sido coartado la última vez. Se desabrochó el cinturón con un jalón brusco y con celeridad se desabotonó pantalón y bragueta. Se bajó un poco los calzones y su verga saltó como caja sorpresa de donde estaba apretada para terminar de crecer, apuntando al cielo, enderezándose unos milímetros con cada pulso. Nos miramos con sonrisas cachondas y el apuntó con su barbilla hacia abajo, yo asentí con complicidad.

Me acurruqué a su lado subiendo una pierna sobre el asiento y le agarré el palo, lo sentí inusualmente caliente y duro. Lo empecé a frotar lento y con suavidad y después de algunas repeticiones, de la punta apareció una gotita de líquido, que unté con el pulgar y utilicé para lubricarlo; ahora mi mano resbalaba fácilmente y pude acelerar el ritmo.
Gil mostró mucho menos control que el mío, apenas empecé a jalarle la verga con más vigor, empezó a mover las caderas y el vientre al mismo ritmo del disfrute de mis caricias. El asiento empezó a rechinar y el movimiento en una sala casi muda empezaba a llamar la atención. Me pidió que le acariciara sólo la cabeza del pene, para pasar desapercibidos, y eso hice, haciendo un anillo con mis dedos y pasando apretadamente su glande entre ellos. La sensibilidad de la zona hizo que más líquido claro brotara de la punta y se me llenó la mano de ese jugo resbaladizo, parecía estar jugando con un juguete de baño. El palo se le empezó a poner más caliente, parecía vibrar anticipando que en cualquier momento se podía a venir; en ese momento, Gil me susurró, "No quiero mojarme de leche los pantalones... necesito que me ayudes"... y con autoridad me atenazó por la nuca y me empujó la cabeza hacia su entrepierna. Me resistí un poco, no por renuencia, sólo sorprendida. Cuando me tuvo a unos centímetros de su polla ávida de meterse a mi boca, pensé en darle una mamada de libro de texto, chupándole primero la punta, pero Gil ya estaba muy caliente, no más tiempo para burocracia. Con algo de brusquedad me sumió la cara en su palo, haciendo que me la comiera completa. Sentí una arcada y mi cuerpo en esa pose sometida sintió el impulso de liberarse, manotear e incorporarme, pero Gil me calmó sin soltarme ni un centímetro, "Shhh... tranquila, nada más quiero terminar", me dijo, encorvándose para que le pudiera escuchar. Después de unos segundos con su verga bien adentro me acostumbré a la sensación y me sentí cómoda envolviéndola, haciéndole vacío con la boca, tallándola con mi lengua; él empezó a apretarla y moverla y rápido estuvo listo para venirse. La vara se le puso bien tiesa, levantó la pelvis unos centímetros y sentí su leche caliente en el fondo de mi lengua. Me mantuvo bien sujeta del cuello, ¡sin sacármela un centímetro!, "traga, traga... trágatelo", me dijo entre dientes, y me mantuvo agachada hasta que salió la última gota de semen. "Límpiame bien, por favor", me dijo en un suspiro, mientras yo todavía trataba de salivar lo suficiente para tomarme toda su carga.

Para cuando se le ablando la verga, yo ya se la había dejado limpia y fresca, como recién salido del baño. Él, finalmente me soltó el cuello y dejó que me incorporara; con la cara muy mojada de sudor, el cabello húmedo, despeinado, mi respiración agitada, como si hubiera estado en una bolsa plástica. Me acomodé en mi lugar, arreglé mi ropa, me quité algunos mechones de pelo pegados a mi cara sudorosa. Saboreaba el semen de Gil en mi boca una última vez antes de tomar unos sorbos de agua, cuando me dijo al oído viendo la pantalla, "Me gusta tu regla de no besar en las primeras dos citas".

* Lee "No beso en la Primera Cita", un relato previo a este texto:
http://www.cortorelatos.com/relato/16883/no-beso-en-la-primera-cita/


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