Laura

Por
Enviado el , clasificado en Adultos / eróticos
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Me senté en una banca y busqué un cigarro en mi cartera, se perfectamente que me estoy matando con este vicio, pero que importa.Dos bancas más allá de donde estaba una pareja se besaba apasionadamente aprovechando la sombra de los árboles y la noche que estaba cada vez más cerca.

Trate de no sentir envidia, pero era inevitable, habían pasado quince años desde la ultima vez que besé a alguien con amor, con esa pasión juvenil que no sabe de limites, como la de esos dos que estaban ahí, besándose, acariciándose, podía imaginar las intensiones de él, podía sentir la lucha en la cabeza de la chica entre su deseo y su pudor y me fue imposible dejar de pensar en esos besos que recibí a mis inocentes dieciocho años.

Se llamaba Daniel, tenia veinticinco años y me parecía todo un hombre, fue una relación fugaz que quedo grabada en mi piel. Él arrendaba una pieza en el centro, cerca de la universidad donde estudiaba, me gustó desde un principio, no nos preguntamos la edad, pero el sabia que yo era mucho menor, me invitó a su casa un día de esos, supuestamente haría una pequeña fiesta, escucharíamos música y compartiríamos un rato. Era esa edad en la que una quiere conocer y probar todo, nunca tuve amigas, a lo más conocidas por lo que no le pregunte a nadie si era buena idea ir a la casa de Daniel, pero por primera vez en mi vida sentí que le era atractiva o especial a alguien. Era domingo, me había dado su dirección, al llegar había un pasillo largo, solitario, con varias puertas y una escalera, me paré frente a la puerta que tenia su numero, pero no había ningún ruido de fiesta, toqué y me abrió apresurado y como debí suponer estaba solo (pero esas son cosas que una aprende solo de esa manera), entré, era una habitación pequeña, en un rincón estaba su cama, al lado su velador y un mueble donde imaginé guardaba su ropa sus casetes punk, sobre el mueble una vieja radio que tocaba despacio la música de la Polla Récords, me dijo-pasa, no puedo poner la música muy fuerte aquí por los vecinos. Yo solo sonreí, me senté tímidamente en la orilla de su cama, él estaba relajado, cerró la puerta con pestillo y mirándome a los ojos dijo: no van a venir mis amigos, vamos a estar solos, pero tengo unas latas de cerveza para que compartamos. -ya que rico dije tratando de hacerle creer que para mi eso era lo más normal, no quería parecer una niña. Abrió dos latas y se sentó a mi lado. ¿Es primera vez que tomas cerveza cierto?, me dijo esbozando una sonrisa. Si, le respondí con hilo de voz, estaba roja de vergüenza, me sentí como una tonta, me miró intensamente una vez más: no tienes que hacerlo si no quieres. Yo si quiero, dije estúpidamente y me empiné la lata, el líquido frío y amargo recorrió mi garganta, traté de resistir cuanto pude, pero al tercer trago escupí en el suelo lo que me quedaba en la boca. Daniel soltó una risotada mientras me acariciaba el lomo.

Una vez más me sentí estúpida, trajo un paño que estaba en un estrecho baño que daba a los pies de su cama, limpió rápidamente y sin decir nada me acarició la mejilla, - ¿por que haces esto? No es necesario, dijo con voz leve. Es que no quiero que pienses que soy chica, tengo dieciocho pero soy mucho más madura que mis compañeras (de solo recordar esa frase me río de mi misma).

Probé un poco más de cerveza, ahora más pausadamente, mientras me miraba con ternura y decía -No tienes que demostrarme nada, me gustas así como eres. Esas palabras me desarmaron, yo no tenía amigas y los chicos no se interesaban en mí porque para ellos yo solo era la gordita punky, (aunque en esa época estaba más delgada que ahora, como quisiera hoy ese cuerpo que odié). El sabía lo que hacía y lo que quería, pero yo estaba embobada con sus palabras y su mirada serena, mi cuerpo estaba tieso, no me he vuelto a sentir así de nerviosa nunca más, me beso lentamente, si bien no era la primera vez que me besaban, se sentía como tal, yo no sabia que hacer, pero él si, sus sabias caricias me hicieron sentir cosas desconocidas para mi hasta ese momento, el alcohol por otro lado si bien era poco, en mi hizo el efecto esperado, me sentía mareada, mareada pero contenta, me estaba besando un hombre de más de veinte años que apenas había conocido y que al mirarlo en retrospectiva era solo un aprovechador por decir lo menos, pero mi piel tiene otros recuerdos.

El frío de apoco se apoderaba de la plaza, pero esos recuerdos me hacían ignorarlo, sigo observando a la pareja de más allá, es el tercer cigarro, miro las manos del joven y se mueven con la misma sabiduría que las de Daniel, al cerrar los ojos después de tantos años aun las siento tibias. La chica apartó al joven de golpe y reconocí esa sensación. Aparté a Daniel a un lado poniendo mis manos en su pecho, me estaba ahogando, tenia calor y sentía un extraño temor en mi mente, pero él me seguía mirando con ternura, no me podía resistir a sus ojos profundos, me acaricio la mejilla, perdona, solo tenia un poco de calor le dije despacio. Tranquila respondió, sácate el polerón si tienes calor.

Eso fue algo complicado para mi, nunca me ha gustado mi cuerpo gordo y pequeño, mis senos eran enormes pero se confundían con mi barriga, por eso no usaba sostén sino que una camiseta ajustada debajo de la polera y encima el polerón que él estaba sacando delicadamente. Pese a las dos prendas de ropa que aun me quedaban mis excitados pezones sobresalían, él los miró con disimulado deseo, así esta mejor me dijo.

Y sabiendo que la vergüenza me podía dominar me abrazó y besó apasionadamente, de a poco el miedo se diluía entre nuestros labios, me tumbé de espaldas y dejé que me besara cuanto quisiera, puso su mano en mi cintura, yo tenia mi mano en su cabello, con los ojos cerrados todo daba vueltas, y su lengua tan cerca de mi paladar me provocaba sensaciones exquisitas, quería más, no entendía bien lo que pasaba, pero quería sentir más.

Daniel estaba recostado junto a mi y mi otra mano tocaba su pierna, las sensaciones incontenibles de mi cuerpo me invitaban a ir más allá de su pierna, pero el temor a lo desconocido me detenía, solo sostuve fuertemente su pierna por un rato, pero él, como quien sigue paso a paso un plan, se acerco un poco hacia mi dejando mi mano atrapada entre sus piernas, yo no sabía como se sentía un pene erecto por sobre esos jeans, pero mi mente me decía que era eso lo toqué con temor. No te asustes, es natural que quieras tocarme, yo también quiero sentir tu piel me dijo suavecito al oído...

 


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