¡O te comes el mundo o él te come a ti!

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Él no solía hablar de su vida, sin embargo cuando esa hermosa mujer de dorada melena le preguntó que hacía él allí, no pudo resistirse a hablar.
?Estoy en un viaje de negocios?dijo.
Ella le miró desconcertada, se llevó la copa de whisky a los labios y bebió un sorbo. Apartó un poco la mirada de aquel hombre y la fijó en la mesa, estaba asustada.
?Sí, ¿ves a ese hombre de allá??señaló con el dedo índice a un hombre viejo, de unos cincuenta o sesenta años, el hombre vestía un sombrero aun bajo techo, cuando vio que aquel hombre le apuntaba, apartó la vista aterrorizado?ese de ahí es mi jefe, se llama Stewart. ¡Hola Stewart!?saludó levantando la mano. En respuesta el hombre anciano apartó la vista y fingió no haberlo visto?se pone así siempre que viaja.
Ella le miró asustada, muy asustada e intentó fingir una sonrisa. Como resultado obtuvo una mueca aviesa que distaba mucho de ser una sonrisa. Como sí el hombre no lo hubiera notado le devolvió la sonrisa, se puso en pie y se alejó por el pasillo para acercarse a la barra, volvió con otros dos tragos de whisky. Uno para ella y uno para él, aunque lo cierto es que ya no había nada en el vaso de ella, se lo había bebido de camino a la mesa. Ella miró el vaso desconcertada y preocupada.
?¿Tienes novio??interrogó él.
?¿Cómo debo responder a eso??preguntó ella.
La boca de él, que hasta entonces formaba una bonita media luna hacía arriba se deformo formándola ahora, hacía abajo.
?Con la verdad?respondió él.
?Sí.
La fina mueca de su boca no dejó de apuntar hacía abajo. Adelantó la mano que tenía libre, cogió su vaso y bebió todo el contenido de un trago. Se levantó y se acercó a la barra, se sentó en un taburete y comenzó a hablar con el barman.
?Todas las mujeres son iguales?filosofó.
?Sí?respondió el barman intentado evitar esa conversación a toda costa.
?Dame otro.
Él hombre le extendió el vaso y el barman lo tomó, la mano le temblaba y dejó caer el vaso que se estrelló contra el azulejo que se partió por la mitad. El vaso también se hizo añicos. El barman levantó la vista que antes tenía fijada en el suelo donde el vaso estaba hecho añicos hasta mirar a aquel hombre, qué, para su suerte, sonreía plácidamente.
?No pasa nada?le dijo el hombre al barman?yo lo recogeré. Apártese.
Así hizo el barman que no quería desobedecer las órdenes de aquel personaje. El hombre se arrodilló y comenzó a levantar los trozos de cristal del suelo con la mano desnuda, pronto, pequeños hilos de sangre comenzaron a recorrer por su mano y sus dedos. Todos en el bar lo miraban expectantes. Esa era la oportunidad y apremiaban con la mirada al barman para que intentara hacerse el héroe.
?No funcionará?dijo el hombre tranquilamente leyendo sus pensamientos. Se puso en pie, y arrojó los trozos de cristal dentro de otro vaso que posteriormente llenó con whisky. Comenzó a beber.
»¿Por qué no mejor esperan a la policía, no debe tardar en venir?
El hombre continuó bebiendo hasta que el nivel del whisky llegó a la mitad, luego, le tendió el vaso al barman, (la mayoría de los cristales se habían ido hacía abajo y aún flotaban en el interior del líquido), y le ordenó:
?Bebe.
La cara del barman se deformó en un rictus de horror como si nunca hubiera escuchado una cosa tan repugnante.
?Bebe?apremió el hombre. El barman tomó el vaso y se lo llevó a los labios, sin pensarlo se lo bebió completó?. Buen chico.
Entonces el barman prorrumpió en alaridos, se tiró al suelo, se acariciaba el estómago, gritaba como en un parto. Quizá justo eso estaba por ocurrir, la tontería le hizo gracia al hombre que rápidamente fue conducido hacía la zona de las carcajadas, todos en el bar le miraban fascinados, estaban fascinados por aquel lunático que los había secuestrado a todos. Entonces, en medio de las carcajadas del hombre que estaba arqueando la espalda, se escuchó una sirena de policía, todos se miraron fascinados los unos a los otros, expectantes de como se desenvolverían las cosas.
?Vaya. Son rápidos?afirmó el hombre. Ya no fingía que no se enteraba de nada, no más hacerse el loco, eso se había acabado. Se acercó al barman que estaba tendido en el suelo respirando trabajosamente, y le encañonó con su escopeta, apretó el gatillo. Cuando la detonación se dejó oír todos gritaron al unísono. Entonces el hombre se volvió hacía ellos, se descolgó la escopeta, pasó hacía adelante la metralleta y gritó:
?¡O te comes el mundo o él te come a ti!?y comenzó a dispararles a todos.
Más tarde, cuando la policía entró, lo encontraron en esa misma posición apretando el gatillo a pesar de que ya no había balas, llorando y gritando a pleno pulmón: ¡O te comes el mundo o él te come a ti!, todos se miraban alelados, ninguno quería ponerle las esposas siendo que el hombre no se movía de su posición. Entonces un valiente decidió poner fin a aquello y se acercó a aquel hombre para esposarlo, pero, antes siquiera de que pudieran arrebatarle el arma de las manos se movió ágilmente y apuntó hacía un rincón alejado de la habitación, apretó un segundo gatillo que nadie había visto y el bar explotó.
¡O te comes el mundo o él te come a ti!


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