Estimado Sr. Tiempo
Le escribo estas líneas a usted, su excelencia, para ejercer mi derecho a sentirme joven, para olvidar que las canas que se enredan en mi cabello me recuerdan a usted.
Quiero reivindicar mi derecho a hacer con mi vida lo que me apetezca, sin que ello afecte a los que me rodean.
A disfrutar de cada rato, de cada café, de cada caña en compañia. A salir sin hora de vuelta, sin tener que haber pedido favores, para dejar mis responsabilidades en manos de otros.
Reclamo mi derecho a hacer el ridículo con dos copas de más y a fabricar, al día siguiente, lagunas mentales para poder negarlo todo: lo que no se recuerda, nunca pasó.
Reivindico mis ganas de emocionarme con cosas cotidianas, festejar pequeños logros y seguir soñando con planes a corto plazo, como si lo que fuera a suceder en el futuro no tuviera el mínimo interés.
Suplico a usted que pare el ritmo, que deje de pisarme los talones, que me deje avanzar y coger un poco de ventaja. Déjeme la posibilidad de recuperar la ilusión para seguir mirando el calendario sin miedo a arrancar las hojas que van pasando.
Sin otro particular, y sin esperar noticias suyas, reciba mi agradecimiento de antemano.
Atentamente
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