Criaturas de la A a la Z (parte 1 de 2)

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Alegre y llena de sueños, Florencia se dirigió a su nuevo trabajo.

–Buenos días, mi nombre es Florencia. Soy la nueva encargada de parametrizar las divergencias; me asignaron el cubículo del fondo, el F7.

Todos quedaron encantados con ella; la muchacha era una brisa de colores en medio de los grises muebles metálicos y el blanco del papel.

El primer día no tuvo complicaciones; Florencia era rápida con sus tareas, y enseguida se quedó sin divergencias por parametrizar. Trabajaba con ganas, pues a diferencia de la mayoría de sus compañeros, no veía a su cubículo como un lugar frío, sino como una tabula rasa de posibilidades ilimitadas.

Apenas pudo comenzó a acomodar su lugar de trabajo; imaginó portarretratos de sus afectos sobre el escritorio, una lámpara, un lapicero haciendo juego…, y al recorrer con la vista los paneles vacíos, los vio como potenciales collages de fotografías y poemas. Ese mismo día, a la hora del almuerzo, comenzó a dibujar un paisaje diametralmente opuesto al entorno de oficina para iniciar el montaje en un panel de su cubículo.

Al regresar continuó con la limpieza, dejando para el final el viejo archivero metálico que había junto a la puerta.

En sus cajones no halló nada fuera de lo normal, solo algunos papeles obsoletos y folios vacíos; el único problema fue que no logró abrir la gaveta inferior.

Por la tarde fue hasta el dispensador del agua y allí se cruzó con el muchacho del cubículo G1. Florencia le hizo algunas preguntas laborales, pero el joven no pudo ayudarla demasiado. Fue entonces cuando se le ocurrió preguntar por la persona que ocupaba su puesto antes que ella:

–¿Conociste a la persona que trabajaba en el cubículo F7 antes de que yo llegara?

–No –dijo el muchacho–. Cuando empecé a trabajar aquí, tu cubículo estaba vacío.

El joven hizo una pausa en la que bebió un vaso de agua entero mientras esquivaba la mirada de Florencia. Luego puso fin a la conversación sin darle la oportunidad de que le hiciera más preguntas:

–Bueno…, en cinco minutos me retiro. Te deseo mucha suerte.

Florencia tuvo la sensación de que el joven no tenía ganas de hablar del cubículo F7, pero también era cierto que estaba llegando la hora en que se terminaba su jornada laboral.

El horario de entrada y de salida de Florencia era dos horas más tarde que el resto de sus compañeros de sector; ese tiempo era para que no quedaran divergencias por parametrizar a la mañana siguiente. Por ese motivo, ella y el conserje se quedarían solos en el edificio una vez que todos los demás trabajadores se hubiesen retirado.

Por la tarde continuó dibujando el paisaje que había empezado en su almuerzo. Al terminarlo lo colocó encima del escritorio con unas tachuelas; le quedó muy bien, ella adoraba el arte y la naturaleza.

A Florencia le llegó la hora de retirarse y apagó entonces la luz del cubículo; dejando el piso entero a oscuras. Sus pasos hacían eco en el largo pasillo hasta que un ruido metálico la hizo detenerse. Asustada, regresó a su lugar de trabajo y volvió a prender la luz, pero no encontró nada extraño. Observó a su alrededor hasta que sus ojos se posaron sobre el viejo archivero, lo sacudió un poco y sintió que el sonido era el igual al que había escuchado hacía un instante. Intentó una vez más abrir la gaveta inferior pero tampoco tuvo éxito. Se retiró entonces atravesando los fríos corredores mientras se abrazaba a su cartera.

Tras su primer día de trabajo se quedó despierta hasta tarde imaginando cómo embellecería su oficina; estaba dispuesta a convertirla en su segundo hogar. A la mañana siguiente, antes de partir, tomó un libro de arte conceptualista-romántico para leer durante esas largas horas en las que no tendría ninguna divergencia por parametrizar.

En su segundo día, Florencia había terminado las tareas mucho antes del mediodía, y en el tiempo libre leyó casi la mitad del libro que había llevado. Tuvo incluso tiempo para intentar abrir la última gaveta del viejo archivero metálico; aunque tampoco lo logró esa vez. Por la tarde fue al dispensador de agua y allí se encontró con la señora del C8:

–Discúlpeme –dijo Florencia–, ¿conoció usted a la persona que trabajaba en el cubículo F7 antes de que yo llegara?

–No –dijo la señora–, fue antes de que yo ingresara; hace más de diez años. El cubículo estuvo vacío porque antes eran los de ventas los encargados de parametrizar las divergencias.

Florencia tuvo el presentimiento de que la señora del C8 le estaba ocultando información. Un instante después la mujer se despidió:

–Ya casi es mi hora de partir. Que termines bien tu día.

Todos los de su sector se retiraron como siempre, y Florencia se quedó sola entre las sombras. Luego de terminar las tareas de la tarde, aún debía cumplir una hora de su jornada, por lo que se sentó a leer el libro de arte conceptualista-romántico que había llevado. De repente un ruido la obligó a detenerse:

–¿Quién anda ahí? –preguntó; pero no obtuvo respuestas.

Minutos más tarde los ruidos se repitieron, y al darse la vuelta vio que provenían del viejo archivero metálico. El mueble temblaba y saltaba en su sitio.

 

...

 

Continúa en la segunda y última parte

http://www.cortorelatos.com/relato/17300/criaturas-de-la-a-a-la-z-parte-2-de-2/ 

 


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