Criaturas de la A a la Z (parte 2 de 2)

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...

 

La gaveta inferior del archivero comenzó a abrirse a la vez que lo hacían los ojos de Florencia. Algo verdoso se asomó y la joven se puso de pie de un salto. Pronto comenzaron a salir unos grotescos tentáculos que emanaban un profundo hedor marino, y la muchacha se dio la vuelta y sentó en su escritorio; habría huido, pero la criatura estaba entre ella y la salida.

Con un rápido movimiento, el monstruo sujetó uno de los tobillos de Florencia. Sus grotescos tentáculos de aquel engendro eran más gruesos que las piernas de la joven.

Ella intentó soltarse, pero la fuerza hercúlea de la criatura apenas le permitía moverse:

–¡Suéltame! ¡Ayúdenme, por favor!

Ante la desesperación, Florencia le lanzó a la bestia medio sándwich que le había sobrado del almuerzo:

–¡Toma! Comételo y déjame en paz.

El monstruo desarmó el sándwich en el aire con un golpe; no era eso lo que buscaba. Tiró entonces más fuerte del tobillo de la muchacha, quien debió sujetarse del escritorio para no ser devorada.

Florencia buscó sin éxito algo para defenderse, y terminó por lanzarle el libro de arte que había llevado. La bestia abrió una enorme boca llena de colmillos amarillentos, y devoró el tomo al instante. Luego de comer, liberó a la joven y se metió de nuevo en su gaveta.

Florencia salió corriendo de allí sin intenciones de regresar.

Por la noche no pensó en otra cosa más que en la criatura del viejo archivero metálico; pero no tenía muchas opciones; necesitaba el dinero y, de haber contado lo ocurrido, nadie se lo habría creído.

Durante el poco tiempo que durmió solo tuvo pesadillas, pero al día siguiente se le ocurrió un modo de sobrellevar la convivencia con la bestia del archivero metálico:

“No comiste el sándwich pero devoraste el libro… ningún problema; si lo que quieres es papel, te llevaré papel”.

Tomó varias revistas y diarios que tenía en su casa para llevarlos al trabajo. Al ingresar pidió una resma de papel; dijo que las necesitaba para parametrizar las divergencias, pero en realidad serían el alimento del monstruo de su cubículo.

La mañana fue tranquila, como siempre. Terminó su trabajo en minutos y luego escribió para matar las horas. Escribió varios poemas y hasta una canción, luego los pinchó con unas tachuelas sobre un panel de su cubículo junto con el paisaje que había dibujado en su primer día; el cubículo se estaba convirtiendo en un sitio muy acogedor.

Por la tarde se acercó al dispensador de agua; allí estaban la señora del C8 y el muchacho del G1.

–Hola –dijo Florencia– ¿No saben nada sobre la persona que trabajaba antes en mi cubículo? Cualquier información me podría servir.

Sus dos compañeros se miraron por unos segundos hasta que la señora del C8 decidió contarle la verdad:

–Era un hombre llamado Carlos. Nadie sabe qué ocurrió con él; fue hace muchos años, y las versiones se multiplican a medida que pasa el tiempo. Muchos dicen que un día dejó de venir sin siquiera dar aviso, y hay quienes creen que se suicidó.

–El conserje me ha dicho que desapareció entre sus papeles –dijo el joven del G1–, como si un monstruo lo hubiese devorado.

–¡Ese es un viejo loco! –dijo la señora– No le hagas caso.

Como era costumbre, llegó la hora de que todos los empleados del sector se retirasen y Florencia se quedaría sola de nuevo; no se quedó sola en realidad, sino con su singular compañero de cubículo.

Por la tarde el monstruo surgió otra vez de la gaveta, mas en esa oportunidad Florencia estaba preparada. Le lanzó la enorme resma de papel que había pedido, pero él no la devoró, sino que la desparramó de un golpe. Le lanzó entonces las revistas y diarios viejos que había llevado, pero tampoco tuvo éxito; la criatura continuaba saliendo del archivero de manera inexorable.

–¿Qué es lo que deseas? ¡Te estoy alimentando!

La bestia rugió hambrienta y sus tentáculos continuaron extendiéndose por el lugar. De repente, tres viscosas extremidades se acercaron al rostro de la aterrada joven.

Florencia se sentó en su escritorio y se apoyó contra el panel del cubículo a esperar lo inevitable, cerró los ojos y entonces los tres tentáculos se lanzaron hacia ella. Sorprendiéndola, en el instante final el monstruo no la tocó; las horrendas extremidades la esquivaron adhiriéndose a los papeles puestos con tachuelas sobre el panel. La criatura se llevó los poemas a la boca y los devoró. Mientras lo hacía, otros tres tentáculos se acercaron a Florencia, pero de nuevo fueron en busca de los papeles que tenía detrás.

La criatura se llevó a la boca el último poema, junto con la ilustración del paisaje que ella había dibujado y el papel con la canción que había escrito. Los devoró de inmediato, luego se adentró en el mueble y cerró la gaveta.

 

_______________________

 

Los años pasaron y Florencia se acostumbró al monstruo, quien jamás perdió el apetito. Libros, ilustraciones, poemas y canciones; todas las cosas que hacían feliz a la muchacha se convirtieron en la dieta diaria de la criatura del viejo archivero metálico. Con el tiempo, la criatura acabó por devorar todos los sueños de la joven.

Esta historia sucedió hace muchos años; en la actualidad son los de ventas los que se encargan de parametrizar las divergencias, por lo que el cubículo F7 volvió a quedar vacío. Las versiones de lo que ocurrió con Florencia se multiplican a medida que pasa el tiempo. Muchos dicen que un día dejó de ir sin siquiera dar aviso, y hay quienes creen que se suicidó. El conserje insiste en que la joven desapareció entre sus papeles, como si un monstruo la hubiese devorado; pero claro…, nadie le cree a ese viejo loco.

 

FIN

 


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