EN LOS OJOS DE UN ISLEÑO SIEMPRE SE VE EL MAR  

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Cuentan que, allá,  donde el mar tocaba las nubes, donde una enorme línea horizontal separaba el agua del cielo,  había otro mundo.

Adriana miraba a lo lejos tratando de otear aquel otro mundo del que tanto había oído hablar, pero nunca conseguía ver ni un solo atisbo de tierra. Su vida había transcurrido en aquella isla pequeña, en aquel vergel rodeado de agua por todos lados. Las noticias que tenia de aquellos mundos eran unos viejos libros que tenia su padre y las viejas cartas del tío José que llegaban de provincia de Oriente, Cuba.

El atlas de hojas amarillentas y colores desgastados mostraba ante sus incrédulos ojos un mundo plano que cabía en una maleta. Adriana buscaba con su dedo entre los cientos de nombres la provincia de oriente pero jamás encontraba el nombre de la tierra donde estaba su casa.

¿Tan insignificante era su mundo que ni siquiera pertenecía a aquel plano de colores gastados?

El mundo plano al que ella pertenecía llegaba hasta la playa. Más allá,  el mar inmenso y vacío, invadido, de vez en cuando, por un barco minúsculo que cruzaba frente a su mirada y en la distancia. Adriana respiraba hondo, saboreaba la brisa salada y regresaba a casa soñando mundos.

 


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