La estrella más brillante

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Sus padres peleaban de nuevo. Y al mandarla a su cuarto, creían que no escuchaba los gritos que se daban. Los gritos podían escucharse con claridad. No se ponían de acuerdo. Ella le decía que estaba en casa todo el día ocupándose de sus hijos, de la limpieza de la casa, de hacer los alimentos. Él por su parte, le recordaba, que se pasaba todo el día en el trabajo para traer el dinero que servía para todo lo que hacía falta en esa casa. Para colmo, le repetía que no tenía ninguna aventura. Que si le hablaban mujeres a su casa, todo era por cuestiones de trabajo. 

- ¿Y la mancha de labial, en el cuello de tu camisa? ¿También fue por cuestiones de trabajo? - decía su madre, bastante alterada hasta este punto

- ¿Cuál mancha? ¿Cuál mancha? - Respondía su padre, malhumorado - Para ti, todas son manchas de labiales. ¿No se te ocurre que puede ser otra cosa? Trabajo en un taller, ¿No lo recuerdas? Pudo ser aceite, gasolina... Cualquier cosa... Pero tú siempre ves moros con tranchetes...

Claudia se tapaba los oídos, tratando de dormir y no seguir escuchando las riñas de sus padres. Esperaba también, que su pequeño hermana menor, no los escuchara. Volteaba a verla y parecía dormida. Lo que no sabía Claudia, era que Eva, su hermana de 4 años, lloraba y fingía estar dormida. 

A sus seis años, la pequeña Claudia, soñaba con los cuentos de hadas. Y antes de acostarse, se asomaba a la ventana para ver la estrella más brillante, para pedirle que sus padres no pelearan. Esa noche ya lo había pedido. Pero algo que estaba por suceder, la haría levantarse de nuevo. 

Desde la cocina, sus padres seguían discutiendo. Se oyeron ruidos de sartenes y platos que se rompían al caer al suelo. Algo que ocurría con frecuencia en su casa. Pero la detonación que cimbró su habitación, jamás la había escuchado. Su pequeño corazón de niña se estremeció y se aceleró a un ritmo, que la hizo levantarse precipitadamente de su cama. Corrió hacia la cocina. Y se frenó bruscamente al encontrar una gran mancha de sangre en el piso. Una mancha que se alejaba marcando unas líneas hacia la puerta de salida. No estaban sus padres en la cocina. Abrió la puerta lentamente y alcanzó ver a su padre, arrastrando el cuerpo de su madre. Salió descalza, como andaba, de la cocina. Pero al instante tuvo miedo. La puerta se le cerró. Y por reflejo, levantó la vista al cielo. Y le pidió a la estrella más brillante que nada de lo que estaba viendo fuera cierto. Que las cosas fueran diferentes. Que no tuviera más problemas con sus padres. Caminó con torpeza hacia atrás y descubrió que la puerta de la cocina, no estaba cerrada del todo. La abrió completamente y entró. Se fue a su cuarto. Y se metió entre las sábanas. Temblando de miedo se quedó dormida. 

Al día siguiente, despertó sintiéndose bastante extraña. Se levantó. Entró al baño y al mirarse al espejo, se reconoció como una persona mayor. Se pellizcó el brazo izquierdo y le dolió. No era un sueño que ahora Claudia tuviera 32 años. Se bañó y fue a ver a su hermana que aún seguía dormida. También era mayor. ¿Qué sería de sus padres?, se preguntó. Como no los encontró de inmediato, supuso que ya no vivirían con ellos. Pero su hermana Eva, cuando bajó a desayunar con ella, le hizo saber algo que la petrificó.

- ¿Ya despertaste a los niños? - Dijo su hermana Eva con mucha naturalidad - Se les hace tarde para ir a la escuela

- ¿Cuáles niños? - Se atrevió Claudia, a preguntar

- ¿Cómo que cuáles? - Replicó Eva - Pues Ramiro y Estela

- ¿Ramiro y Estela? - Dijo Claudia preocupada - ¿Igual que nuestros padres?

Eva miró a Claudia de una manera extraña. Como si su hermana delirara. Eva sabía desde hace mucho que nunca conocieron a sus padres. Que fueron recogidas en un Orfelinato. Que los niños que vivían en su casa, eran parte de un proyecto para corregirlos. Ya que ellas eran trabajadoras sociales de una dependencia del gobierno. 

Claudia caminó mecánicamente hacia el cuarto de los niños. Abrió la puerta y encontró en camas gemelas a sus padres, Ramiro y Estela, convertidos en niños. 

- Despierta a los niños, hermana - Le gritó Eva desde la cocina - Ya tengo listo el desayuno

 

 

 


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