De la Biblia al televisor

Por
Enviado el , clasificado en Humor
1493 visitas

Marcar como relato favorito

De la Biblia al televisor

(Lecciones aprendidas de la doctrina suprema)

     
Desde niño, mi biblia fue sobrecogedora nunca menos que perturbadora. Me parecía increíble que permitiesen un libro tan pasional y violento dentro de casa y más aún, que no me prohibiesen su lectura. terminé interpretando éste hecho como un error logístico-administrativo doméstico y aprobechandolo, leí la Biblia con avidez. Incluso previendo una reacción tardía, la mantuve en secreto, astuto, omitía citarla en nuestras charlas cotidianas, para eludir una lamentable expropiación. Ninguna novela o semanario político a mi alcance, ni todos los directores de cine juntos me ofrecieron más que los relatos Biblicos:
Sagas de expansión imperialista, o heroicas y libertarias, tiernos noviazgos, romances pasionales y erotismo, aventurs de espionaje y sedición, sangrientas batallas entre ejércitos desiguales, y misiones comando, mensajes del más allá con intrincados acertijos, combates de magia negra, viajes exóticos y hermosas reinas de tierras lejanas, crueles traiciones y terribles venganzas familiares, rivalidades mortales, estafas, explosiones, pruebas extremas de dolor, finísima comedia política y hasta economía.
Pero mi más asombroso hallazgo lo encontré en el Apocalipsis 3:15-3:16 en el que creí encontrar el designio máximo, y cito:
     
“Así habla el Amén,  ...
... Conozco tu conducta:
no eres ni frío ni caliente.
¡Ojalá fueras frío o caliente!
Ahora bien,
puesto que eres tibio,
y no frío ni caliente,
voy a vomitarte de mi boca.”
     
A los diez años de edad con todo mi temperamento sin pulir, me sentí bendito en esas líneas. Así inició mi larga persecución del concepto de "radicalsmo" a través de diversas filosofías. Hasta que después de tantas lecturas, a los diecisiete años, decidí que era tiempo de concretar lo aprendido, el tiempo de "patria o muerte".
La biblia, para unos palabra divina, para otros un libro antiguo, es para mí, un compendio de las pasiones y sus necesarios argumentos extremos, gracias a los cuales logré la proeza de mi generación: puedo jurar que a mis cuarenta años, ni un día, ni uno solo, he dejado de ver televisión. Porque del gran libro aprendí que el "Reino de los cielos les pertenece a los simples".


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed