El túnel de Rosh Hanikra

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El túnel de Rosh Hanikra

En medio oriente, las tardes se me alargaban extrañando todo y a  todos. Los lánguidos cantares islamitas de las cinco de la tarde y el  olor del acitrón me hacían sentir increíblemente lejos de mi lugar. La pregunta: ¿Alguien me extrañará?, me acompañaba todo el tiempo. Pero todo eso terminó en Rosh Hanikra un lugar próximo al mar en Naharia, donde descubrí la extraña similitud entre mi historia con Alicia una memorable argentina y la misteriosa Kismet, mujeres que entraron y salieron de mi vida sin aviso para no regresar.
Mi amada Khary Rangedot, decía  que los ciclos paralelos son mensajes divinos y que en realidad conforman un solo suceso, tal cómo la entrada y salida del tunel de Rosh Hanikra. Aveces, Turco, Británico, Francés o Árabe, pero siempre con una sola entrada y una sola salida.
Khary me contó cuantas veces se ocultó en aquel túnel, sin poder cruzarlo nunca, ni siquiera al huir desesperadamente durante la guerra del Livano, cuando miserable, combinaba las labores de inteligencia que realizaba para el ejército israelí, con el robo de autos de lujo en los barrios abandonados del Libano, para venderlos en Tel-Aviv Jaffa. Otro convocado al túnel, Elí Goren,  perdió a toda su familia justo al regresar de su éxodo a la Pampa, iniciada desde él holocausto europeo, y que despues de 40 años terminaba en Jerusalén. Cada uno de los miembros de los Goren fue inmolado al marchar voluntariamente en las primeras horas de la guerra del "Yom kippur". Desolado Elí intentó cruzar, el extraño y mortal túnel Lipzieg-Rosarito-KfarSharuv, para seguir a su familia pero se le negó la salida. En cambio su herencia: la usencia familiar y la pérdida del oído por servir en la artillería, lo guío a la entrada del túnel de Rosh Hanikra, dónde el rocío del agua salada sobre las antiguas vías, lo regresa de vez en vez, al día de su anhelada llegada a la tierra de sus ancestros, rodeado de su familia.

Elí y Khary me mostraron que, entrada y salida de mi propio túnel de Rosh, fueron las perdidas de Alicia y Kismet, pero que ahora frete a mí como una segunda vida, esplendidos, emergen luminosos e inmensos el Mediterráneo para navegar y el Négev para andar.


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