Cartas desde el frío

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No hubo cena esa calurosa noche de verano.

Comimos lo que cada uno pudo prepararse.

La abuela  llevaba horas sentada en el porche

de la terraza. El abuelo no decía nada, mascullaba algo

 en relación a una carta recibida esa mañana, ¿como podía ser?,

Habían pasado casi 66 años. Como un fantasma que no acaba de irse,

como semilla amarga brota tras años en un cajón postal.

Una carta que venía del frío, que solo hablaba de amor.

 

Una mano temblorosa había escrito una carta a la abuela hace una vida entera

Aun se leía; 

 

-......tenemos mucho frío y hambre, pero me llena tu recuerdo

y en la fría noche a las puertas de Stalingrado tu recuerdo me basta,

 pronto nos veremos, de eso estoy seguro. 

Dos millones,dicen, murieron en aquel combate. El mas grande de cuantos hubo.

 

 

-....a veces me pregunto que hago aquí,  ¿quien nos trajo,

quien nos hizo enemigos de nuestros semejantes?.

 

La imperturbabilidad del rostro de la abuela nos inquietaba a todos.

El abuelo se sentó entonces junto a ella y apretó su mano.

 

Llega un momento en que la sabiduría visita a nuestros mayores,

sus gestos, su paciencia y su bondad les confieren un aura especial.

 

Mi abuela Gretchen pronunció entonces una frase lapidaria que desde aquel día

le he podido encontrar muchos significados.; Los jóvenes seguirán amando

 aunque los manden a las guerras. Sin embargo ninguno encontramos aquel día

palabra de consuelo, ni atrevimiento para pronunciarla.


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