Voces en la sombra (I)

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Salió corriendo sin mirar atrás, de nuevo otra discusión, de nuevo se repetía el mismo guión en su vida. ¿Cómo no lo había visto antes? ¿Cómo podía haberse engañado tanto tiempo? Desconocía prácticamente su pasado cuando se casaron, se alejaba de sus amigos sin razón y todo había estado siempre envuelto en un halo de misterio, pero siempre había pensado que eso era justo lo que la había enamorado. De repente se paró y se dio cuenta que no sabía dónde estaba, mientras corría solo pensaba en Luis y no en hacía dónde se dirigía. Frente a ella una preciosa senda terminaba en una pequeña ermita. Los rayos de sol entre los árboles la iluminaban, era preciosa, y no pudo evitar acercarse.

Frente a la puerta de madera antigua, sorprendentemente bien conservada, dudó por un momento si debía entrar, pero se dio cuenta al echar la vista atrás que nada bueno la esperaba o simplemente no quería enfrentarse a eso ahora mismo. Abrió la puerta despacio, unos pocos bancos rodeaban el pequeño altar en el centro de la estructura y ninguna cruz decoraba las columnas. Se sentó en uno de los bancos y la paz que invadía aquellas paredes también la invadió a ella. tanto como para pensar en qué hacer, qué paso dar, cómo enfrentarse a su pasado para conseguir el futuro que estaba segura se merecía.

 - Huir no es la mejor solución niña, solo enfréntate a tus miedos.

Celia se volvió despacio intentando disimular su sobresalto. Tras ella se encontraba una anciana cubierta con un pequeño velo negro que no escondía las miles de arrugas que cubrían su rostro. Poco a poco se puso en pie y salió de allí escuchando cómo la decrépita mujer susurraba... "No podrás escapar, no llegaste por casualidad... él te trajo"...

Corrió de nuevo, esta vez a casa, por lo menos ahí sabía qué la esperaba. Llegó junto a la oscuridad de la noche y el vació la inundó. No había nadie, se dio una ducha y se escondió entre las sábanas. Horas más tarde abrió los ojos y de repente se encontró a la anciana agachada frente a ella susurrando palabras que desconocía, sin pensarlo, Celia gritó lo más fuerte que pudo y se encontró sentada en su cama, vacía? Luis no había vuelto.

Pasaron los días y seguía sin noticias, ¿cómo era posible que se hubiera marchado sin llevarse sus cosas? Ni siquiera sus tarjetas.

Esa noche, de nuevo la anciana volvió a aparecer frente a ella y esta vez, no gritó, decidió preguntarla qué le había hecho a Luis, dónde estaba, qué había ocurrido... no respondió, solo señaló la ventana y vio reflejada en ella la pequeña Iglesia donde se vieron por primera vez.

Al día siguiente se encaminó despacio, dudando si sería capaz de volver a llegar, pero sin saber cómo, solo sintiendo que alguien la guiaba, se encontró de nuevo frente a la puerta. Esta vez no había rayos de sol que la iluminaron, era un día gris que hacía aún más tétrica aquella pequeña capilla. Entró despacio sin evitar el crepitar de la madera que no fue capaz de esconder el desgarrador llanto que provenía del altar. Allí, agachado con las manos cubriéndole la cara, estaba Luis... "Márchate, déjalo ya, la quiero y no pienso permitir que sufra más, necesito oír el silencio, llevo demasiados años escuchando únicamente tus voces"...

Poco antes de llegar junto a él, separó su cara de sus manos sudorosas y ahogadas en sus lágrimas...

"Mátala, ya has esperado demasiado, no seas débil"...

De nuevo, entre la oscuridad de las paredes, apareció la anciana sentada en un banco detrás de Luis. Se puso en pie y le empujó hacia Celia cayendo ambos al suelo. Luis no pronunciaba palabra, las lágrimas seguían recorriendo sus mejillas y el pánico anegaba sus ojos. Celia no podía creer lo que estaba pasando, una película de terror se sucedía frente a ella, pero no, no era una película, era real, su cruda y atroz realidad. De repente pudo escuchar cómo Luis se dirigía a la anciana... "Ya volviste loca a mamá, ¡ya hiciste el daño suficiente papá!, libérame de esta pesadilla que no puedo aguantar más"... "No podrás ser libre sin que me ofrezcas su vida, aquí, donde te bauticé mientras tu madre pedía a gritos que dejara de sumergirte en el vino que tu abuelo me entregó en su lecho de muerte"...

Luis volvió a esconder su rostro entre sus manos y Celia vio en ese momento un crucifijo tras el altar. Se deslizó despacio, estiró su brazo cuanto pudo y poniéndose en pie ante la sorpresa de los ojos de Luis, la golpeó lo más fuerte que pudo cayendo al suelo entre un charco de sangre que recorría cada grieta de la vieja madera que cubría el suelo. Ayudó a Luis a ponerse en pie y salieron lo más rápido que pudieron de allí.

Alejados ya de la ermita, Celia le agarró fuerte susurrándole... "Tranquilo, encontraremos ayuda, ya terminó todo"...

Celia no sabía qué había pasado, qué les deparaba el futuro, solo estaba segura que ahora podrían construir un futuro juntos sin secretos. Miró a Luis y no fue capaz de descifrar su mirada pero este, sabía que las voces no cesarían, la anciana solo había sido uno de sus medios para comunicarse con él, no habría nada que pudiera ayudarles, pero ahora? tenía fuerzas para enfrentarse a él.


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