Alicatando la cocina...

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Se despertó, fue a la cocina, y mientras preparaba el desayuno sabía que no podía retrasarlo más. Llamaría a alguien que pudiera arreglar esos azulejos, o mejor, buscaría a alguien recomendado? era mejor tener buenas referencias.

Tres días, ¡tenía que esperar tres días! Se desplomó en el sofá. Aunque a decir verdad, ¿qué esperaba, que apareciera por arte de magia con chascar los dedos?

Tres días después Marco llamó a la puerta. Silvia la había asegurado que no había nadie mejor para arreglar cualquier contratiempo que ocurriera en casa, fuera cual fuera, y que sin duda? repetiría la siguiente ocasión que necesitara de sus servicios.

Al abrir la puerta creyó quedarse sin aire.

¡Wow! ¡Wow! ¡Wow! Ninguna otra palabra pasaba por su cabeza, ¿había salido de un calendario? ¿De una agenda de contactos?

- Ehh? ¡Hola! ¿Marco?

- El mismo.­ Una perfecta sonrisa invadió su rostro y Adriana creyó desvanecerse.

 

Pasaron a la cocina, le explicó qué creía necesitar y Marco se puso manos a la obra. Sacó sus herramientas y comentó a Adriana que podía hacer lo que quisiera, él ya se encargaba del resto.

Salió de la cocina mordiéndose el labio, notando como la humedad entre sus piernas aparecía así como las ganas de matar a Silvia, ¿cómo no la había avisado?

Intentó hacer lo que fuera, distraerse con cualquier cosa que alejara de su mente ese cuerpo perfecto, esa cara y esa sonrisa que la habían cautivado nada más abrir la puerta.

 

Horas más tarde Marco apareció en el salón.

- Lo siento, creo que tendré que volver mañana y ni siquiera hemos hablado de dinero.

- ¡Vaya! Pensaba que era algo sencillo, Silvia te recomendó sin dudarlo.­ Marco no pudo esconder una sonrisa al oír el nombre de Silvia.­ Me dijo que eras el mejor.

- No quiero parecer prepotente, pero suelo serlo. Tú me dirás si vuelvo.­ Su mirada parecía penetrarla hasta su escondite más profundo.

- No creo que sea buena idea dejarlo a medias. No hay problema. Y del dinero? ya me lo dirás cuando termines, me fío plenamente de todo lo que me recomienda Silvia.

Tras cerrar la puerta Adriana supo que ya tendría en qué pensar aquella noche, mañana era sábado y podía tomarse todo el tiempo del mundo imaginando, liberando su cuerpo de aquella sensación inesperada y excitante que no esperaba. Solo de pensarlo la humedad volvió vibrante entre sus piernas y sus pezones se endurecieron rozándose con su camiseta provocando un maravilloso suspiro que abría las puertas a lo que vendría después.

 

 

Aún en la cama y tras múltiples orgasmos, cada uno mejor que el anterior, oyó como llamaban a la puerta. ¡Aún no eran ni las nueve de la mañana! Se puso su preciosa bata de seda sobre la pequeña camiseta de tirantes con la que dormía y abrió la puerta.

- No te esperaba tan pronto, aún no me he vestido, de hecho, ni siquiera me he duchado.

- Tranquila, no pasa nada.

Mientras Adriana untaba sus tostadas sobre la encimera, Marco estaba tras ella preparando todas las herramientas. Se dio la vuelta con el plato de tostadas en la mano y cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos.

- Ehhh? ¿y? y tu camiseta?­ Solo le tapaba una ceñida camiseta blanca de tirantes que marcaba su perfecto abdomen plano.

- Hace calor, ¿te molesta?

- No, no, si así estás más cómodo?

 

Se agachó a recoger los trozos rotos y sin darse cuenta Marco estaba agachado frente a ella, ayudándola. Le miró, y encontró tan cerca esos labios carnosos que no puedo evitar lanzarse sobre él.

Ambos cayeron al el suelo? ?lo siento, te ayudaré a recogerlo luego Marco?? ?¿qué estás haciendo? Vengo solo a alicatar tu cocina??

Adriana le calló con otro beso sin dejarle hablar, a los pocos segundo sintió como Marco respondía y supo que la cocina podría esperar. Marco se giró poniéndose sobre ella y Adriana pudo sentir como su sexo izado bajos los pantalones pedían su humedad a gritos. La besó apasionadamente mientras abría su bata dejando al descubierto el contorno de sus pezones bajo su camiseta. Introdujo su mano debajo y pudo sentirlos, suaves y erectos implorando su lengua. Subió la camiseta sin quitársela y comenzó a rozar su lengua sobre sus pechos, haciendo círculos alrededor de sus areolas oyendo esos sutiles gemidos que tanto le excitaban. Adriana se estremecía bajo él y decidió buscar su sexo bajo el pantalón del pijama. Su abdomen era suave, su ombligo perfecto y su pubis? su pubis era perfecto, perfectamente depilado, las yemas de sus dedos podían entrever una pequeña hilera de vello que adoraría acariciar.

Se puso en pie, la levantó y la colocó sobre la encimera. La atrajo hacia él y despacio bajó su pijama junto con su ropa interior, de rodillas, comenzó a lamer sus piernas, subiendo despacio desde los tobillos oyendo como los gemidos se hacían más intensos y Adriana se estremecía ya sin vergüenza. Cuando llegó a la cara interna de los muslos Adriana le cogió fuerte y le llevó entre sus piernas. Húmedo, sabroso, preparado para él Marco no podía parar de introducir su lengua, sus dedos, sus labios? creyó que su pantalón explotaría.

Bajó su cremallera y Adriana no pudo ocultar su sorpresa. Deseó besarla, lamerla, acariciarla, recorrerla con su lengua mientras Marco disfrutaba, pero antes de poder hacer nada, Marco se introdujo en ella. No pudo evitar gritar junto a su oído, un grito agudo inundado de deseo, era grande, muy grande y? la encantaba. Podía sentirla rozando sus paredes anegadas de esa humedad que llevaba su nombre.

Sus fantasías no podían compararse con lo que Marco estaba haciendo. Esa manera de introducirse en ella fuerte y a la vez suavemente, recorriéndola con su lengua. Unos minutos después la agarró fuerte del pelo, la embistió con una fuerza con la que nadie antes lo había hecho y ambos se fundieron en un intenso orgasmo que Adriana recordaría por mucho tiempo? esperando que antes de terminar de alicatar pudieran repetir ese trabajo extra.


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