Reflejos

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Enviado el , clasificado en Intriga / suspense
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No podía dormir, se movía entre las sábanas intentando encontrar la razón de su insomnio. No la encontraba, por más vueltas que daba de un extremo a otro, solo hacía que viera la cama aún más grande, sintiéndose sola en esa inmensidad oscura que cubría su habitación.

La luna intentaba zambullirse a través de la ventana, las sombras de los árboles se movían haciendo que Sofía se sintiera pequeña, insignificante en esa eterna noche que parecía no tener fin. Mientras observaba los reflejos de las ramas, las hojas desmoronándose al suelo y la soledad de la luna tan alejada y a la vez tan próxima, un nuevo reflejo, rápido y desconocido hizo que se incorporara de golpe.

< ¿Qué había sido eso? No podía ser, no>. Su imaginación parecía haber malinterpretado lo que parecían haber visto sus ojos.

Sin saber cómo, consiguió sumergirse en un profundo sueño. A la mañana siguiente, con la brillante luz del sol ya en el horizonte, sentía como el descanso había sido más reparador de lo que cabría esperar, aún con descanso físico, su mente no había olvidado en ningún momento lo que creía haber visto bien entrada la madrugada, y al despertar fue su primer pensamiento.

Pasaron los días y aquella noche se convertía en un recuerdo cada vez más lejano. Su vida seguía con normalidad, trabajaba, salía con sus amigas y su rutina a penas cambiaba. No había vuelto a tener insomnio.

Una noche, riéndose con su mejor amiga y con una copa de vino en la mano, su mirada se cruzó con la de Luca. Su amigo también era guapo, así que cuando se acercaron a invitarlas a una copa ninguna dudó en aceptar. Eran simpáticos, graciosos y divertidos. No era propio de Sofía, pero esa mirada embaucadora y profunda, la habían conquistado.

Llegaron a su casa, se besaron apasionadamente y no dudó ni por un momento en lo que deseaba. Dejaría atrás prejuicios y clichés. Se desabrochó despacio cada botón de su camisa, en cuanto Luca pudo entrever su pecho quiso fundirse con ella sin preguntas, sin esperar? Sofía pareció entender en su mirada aquella pasión que él sentía recorriéndole todo su cuerpo. Le cogió de la mano y le llevó a su habitación, Luca miraba asombrado la vista a través de la ventana e intentó compartirlo con ella, pero Sofía se adelantó silenciándole con un profundo y suave beso que les llevó entre las sábanas. No quería oír cómo aquello era precioso, cómo el bosque parecía tener vida propia, todo aquello que siempre escuchaba.

Se amaron despacio pero apasionadamente, como si se conocieran de toda la vida. Sofía veía como la luna se reflejaba en la ventana, en la pared, no podía ser un momento más perfecto, hasta que de repente apareció aquella sombra de nuevo. Esta vez fue más lenta. Apartó a Luca de inmediato, < ¿qué había sido aquello?>.

Estaba de pie frente a la ventana, le explicó no sin sentir vergüenza y ambos salieron al porche trasero.

Nada, no vieron nada, nada parecía haber pasado.

Volvieron dentro, se sentó en el sofá y Luca le trajo un té caliente.

< ¡Vaya! Este chico es perfecto>

- Perdona, vaya manera de terminar un momento inmejorable. ­Cuánto más tiempo pasaba, más avergonzada se sentía.

- Tranquila, por mi parte no hay problema de darte más oportunidades de demostrarme que no estás loca.­ Esa sonrisa de nuevo.

Sofía no pudo evitar sonreír. Era perfecto? al menos por ahora.

Volvieron a pasar los días, las semanas, y nada. Pasaba muchas noches en vela, no entendía qué pasaba, pero estaba segura que aquella noche con Luca había alguien ahí fuera. Solo recordar aquella noche con él, sintió esa humedad entre sus piernas que tanto le gustaba. Esta vez estaba sola, él parecía no haber sido tan perfecto tras no llamar desde entonces y decidió que para lo que pasaba por su cabeza no le necesitaba.

Bajó su mano por su abdomen e introdujo sus dedos bajo su ropa interior, pensaba en él, eso no podía controlarlo, y su humedad inundaba todo su sexo. Comenzó a estremecerse, a humedecer sus labios y en ese momento le vio. Estaba parado frente a la ventana, observando lo que hacía, y tan rápido como pudo, Silvia salió fuera.

No tenía miedo, aquello tenía que acabar. No había sido capaz de ver su cara, pero había algo -no sabía qué- que le resultaba familiar. Prefirió no pararse a pensar lo que pasaba por su cabeza.

No veía nada, abotonó su bata y escuchó??estoy aquí, ¿ya has pasado página??? No lo podía creer, otra vez no? ?Sal donde pueda verte??

Salió de entre los arbustos y ahí estaba, frente a ella, igual de guapo que siempre, pero esta vez sabía leer su mirada. Esos ojos que un día sintió sobre ella, obligándola, forzándola, sometiéndola sin darla opción.

- Ya has vuelto a compartir tu cuerpo, tan pronto. ­Mientras hablaba no dejaba de mirarla a los ojos mientras se acercaba a ella.

- No te acerques, sabes que no puedes estar aquí.

- Sigo enamorado de ti, no quiero estar en ningún otro sitio. Siempre serás mía

Sin poder evitarlo Sofía se vio contra la puerta de cristal, sintiendo su olor, su fuerza sometiéndola de nuevo. Intentaba escabullirse, revolverse, su lengua recorría su cuello y sabía que nadie podría oír sus gritos.

 

De repente Óscar cayó al suelo y Sofía vio frente a ella a Luca.

- He llamado a la policía, no tardarán en llegar.

Sin dejar que contestara la abrazó y Sofía sintió cómo escondida entre sus brazos todo parecía volver a la normalidad, sí sentía ese abrazo familiar, sí sentía que podía confiar en él.

 

Cuando llegó la policía les contaron cómo había conseguido un permiso para salir de la cárcel y afortunadamente, Luca había visto al pasar por la autopista cómo había dos personas en el porche.

Sofía no podía creer lo afortunada que había sido. Luca podía haber pasado por delante sin pararse a mirar su casa y ahora, la declaración hubiera sido completamente difernte.


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