Por favor, no digas que me amas. (Parte 1)

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Una regla principal de las mejores amigas es no andar con el ex de alguna, y no parece nada difícil de respetar. O, bueno quizá lo sea.
Yo misma vi lo felices que eran Nathan y Amelia, de verdad tuve expectativas de ellos como pareja. Siempre unidos, dando muestras de cariño por todas partes. Simplemente envidiaba esa relación. Pero de pronto todo cambio, ellos terminaron. Amelia me dijo que era porque Nath se iría a estudiar a L.A.
Lo raro fue que en ningún momento vi llorar a Amelia y no volví a saber de Nath. Había algo que ella no me estaba diciendo, pero no la obligue a decir nada. Quiero decir, sus razones habrán tenido y seguro la forma de lidiar tan bien con el dolor para Amelia, era nada más y nada menos que no hablar al respecto. Lo presentía.

 


Caminaba por la calle sin rumbo alguno, a veces te viene bien caminar sola. Llevaba los audífonos puestos mientras escuchaba mi canción favorita y veía la ciudad correr. De pronto me pareció divisarlo entre la gente, me abrí espacio entre todos ellos para poder alcanzarlo, pero me detuve a pocos pasos. ¿Por qué lo seguía?
Bueno, ya era tarde como para preguntármelo, así que seguiría con mi plan aunque un poco modificado. Pasé por delante de él como si no lo hubiera notado.

-¿Emma? -me tocó el hombro y sonreí. Lo había logrado-

-¡Nath! -lo saludé muy natural- ¿Cómo estás?

-Bien -sonrió- ¿Tú?

-No me quejo -me encogí de hombros- Hace siglos que no sé de ti, Sykes. ¿Dónde te metiste?

-Bueno, es una historia larga -suspiró- Pero podría contártela si vienes conmigo a tomar un café.

¿Me estaba invitando a salir? ¿El ex de mi amiga?


Quizá debí haber dicho que no, pero ¿Qué tenía de malo? No es que fuéramos a ir un hotel, sólo tomaríamos un café como..."Amigos?
Nathan no dijo mucho hasta que llegamos a la cafetería.

-Y bien, ¿Qué ha sido de ti? -me preguntó-

-Pues, ¿Qué te diré? -suspiré- No me distingo por ser interesante precisamente.

-Yo creo que lo eres -sonrió- Siempre encuentro agradable hablar contigo.

-Qué cosas dices -reí bajito-

-Es la verdad, contigo puedo decir muchas cosas y nunca me vas a juzgar porque antes escuchas.

-Pues gracias -bajé la mirada- Es bueno saber que alguien piensa eso.

-Todos deberían hacerlo -me tomó del mentón para verlo- Créeme, eres más de lo que aparentas.

Por un momento su tacto ardió en mi piel, pero era un ardor agradable de esos que pocas veces se sienten, de esos que desatan en ti miles de sentimientos.
Unos minutos después, llegaron a nuestra mesa con nuestros cafés que humeaban de calientes.

-Pero bueno, basta de mí. Háblame de ti -lo animé- ¿Cuándo te vas a L.A?

-¿L.A? ¡Oh sí! Eh, me voy en unas semanas.

Había algo raro en su tono de voz, algo que me hacía tener más dudas por su repentina ruptura. La lengua me picaba por no preguntarle sobre eso, pero no iba conmigo eso de meterme en asuntos que no son de mi incumbencia. Ya lo había dicho una vez: sus razones habrán tenido y punto.

 


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