EL GINECÓLOGO 2.

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Cuando la enfermera sale de la consulta, Cristopher se acerca a mí, coloca un banquete frente por frente y se sienta colocándose los guantes y pasando su cabeza por debajo de la sábana.

Echo la cabeza hacia atrás en el primer contacto. Intento no pensar en nada, estoy muy sensible y el sueño de esta noche no ayuda mucho. Despliega mis labios y introduce un dedo hasta el fondo, apretando para explorarme bien .

-Ahh!-. Dios mío, un jodido gemido a salido de mi garganta sin yo darle permiso. A sido leve y espero que Cristopher no lo haya oído.

Sí. Lo ha oído.

¿Por qué lo sé? Porque a parado y a sacado su cabeza de la sábana para mirarme un poco ruborizado.

Noto el calor corporal quemando en mí. 10% por la vergüenza que siento ahora mismo, el otro noventa porque estoy cachonda como una perra y no lo puedo disimular, aunque lo intento quitando la mirada de su rostro y aparentando que no ha pasado nada. Que ese gemido nunca ha existido.

No habla. Mueve su banco con ruedas hacia el monitor que se encuentra a mi derecha y coge "el palo" de la camarita para hacerme una ecografía interna. Coloca un preservativo y una crema lubricante para mejorar la penetración.  Ya conozco el procedimiento y sé que la crema va estar muy fría, pero esta vez reacciona en mi cuerpo de manera distinta, el frío hace un perfecto contraste con mis llamas internas y vuelvo a gemir.

- Joder -. Susurro inconscientemente. Cristopher me mira y las palabras salen de mi boca sin pensarlo. - Lo... lo siento, n.. no sé qué me pasa. 

Tierra trágame y no me dejes salir nunca jamás.

Rezo por que entre la enfermera e interrumpa este incómodo silencio, pero eso no pasa.

- Tranquila, suele pasar. Estás susceptible y receptiva. Quizá sea que va bajar la menstruación y estás sensible.

O quizá también puede ser que  quiero follarte hasta caer desmayada.

- No te preocupes ni te avergüences Megan, pasa mucho.

Y no sé porqué pero no lo creo. Tampoco contesto, vuelvo a echar la cabeza atrás y pienso en el anterior ginecólogo, con su gran calva perfectamente redonda y su barriga cervecera. Es inútil. Saca aquel estúpido palo al que odio ahora mismo con todas mis fuerzas por hacerme pasar este mal rato y vuelve a tocar mis labios. Siento cómo le lubrico más y más, y espero que la enfermera no tenga que llegar con la fregona para recoger el charco del suelo, que juraría que incluso escucho caer flujos al suelo; o no. Quizá sea mi jodida mente.

Pego un respingo al notar su mano esta vez sin guante y me sorprende ese gesto, nunca un ginecólogo me había tocado sin guantes. Alzo la cabeza y abro los ojos, Cristopher se encuentra de pié, mirándome con una capa de oscuridad en sus ojos grises.

Lujuria.

Roza mis labios suave y delicadamente, una y otra vez, para hacerme conocedora de que ya estos movimientos no pertenecen al reconocimiento.

Introduce un dedo enérgicamente y gimo, pensando que si lo hace de nuevo no podré aguantarme las ganas de correrme.

La puerta no tiene el seguro echado, puede entrar la enfermera en cualquier momento. Ahora sí que deseo con todas mis fuerzas que la hayan raptado o algo y que no aparezca por aquí. Fuera hay pacientes esperando  y yo tengo que reprimir mis gemidos, pero entre este tío que está buenísimo, el sueño de esta noche y toda la situación pueden conmigo y con mi poca razón.

Comienza a darle velocidad a los dedos y cuando creo que me voy a correr intensamente después de varias horas queriendo hacerlo, aparta sus manos de mí y vuelve al taburete. Se sienta, abre separa mis labios de nuevo y comienza a lamerme con la lengua repetidas veces y veloz.

- Arrg Megan, sabes tan bien...-. No sabría describir como ha sonado su voz, un susurro ahogado con un gruñido que a mí me han vuelto loca.

Agarro la sabanita con fuerza y me retuerzo en el sillón, el muy cabrón chupa mi botón y lo absorbe mientras mete dos dedos y yo ya no puedo más. El calor me abruma y las mejillas me queman, las piernas se mueven nerviosas hacia los lados y doy gracias a que estén sujetadas por los dos cacharritos laterales de la camilla.

-Córrete Megan. Me ordena y yo como chica buena que soy lo hago, mientras sigue comiéndose mi coño -y creo por los movimientos de su cuerpo- tocándose el mismo.

Mi vista se nubla y cierro los ojos para disfrutar completamente de este orgasmo tan esperado y de repente, siento un buen trozo de carne incrustarse en mí mientras me corro y mis paredes vaginales se encogen atrapando esa gran polla que ahora mismo se está empapando con mis fluidos.

- Si, oh Cristopher, sí, sí-. Grito dislocada mientras él intenta callarme posando la mano en mi boca, pero sin embargo, no para de embestirme cada vez más fuerte. - No pares por favor. ¡Me corro!

Y él me acompaña, derramándose dentro de mí con un grito ronco proveniente de su masculina garganta a la que en este momento le cuesta tragar.

 Sale de mí y se recompone los pantalones y la bata, mientras yo pienso que esto ya lo he vivido antes, o al menos, lo he soñado.


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