La Tumba del Rey Rojo (parte2)

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Por fin comienza...

En primer lugar, "alteza" - exclama, al tiempo que abre el broche de plata que cerraba el manto -  sé exactamente quién eres, y también lo que no eres - dice con voz repentinamente más grave,  entrecruzando los dedos por detrás de la espalda, estirándose, mientras avanza hacia la masa de seres abisales -  segundo: yo no creo en los dioses - se detiene a unos pasos de los congregados alrededor de su señor, y dice casi en un susurro - y de nuevo,  jamás hablé de matarte, solo dije, despedazarte...

 

Retrocediendo dos pasos, el extranjero se abrió los pliegues frontales de su capa, liberando en el mismo movimiento un par de yataganes gemelos de hermosa y atípica manufactura, ya que ambos tenían guardas al estilo de la Europa occidental. Con fluidos movimientos, casi como si hubiera ensayado los pasos de memoria, se dobló por la mitad al tiempo que lanzaba dos tajos a ambos  los lados, partiendo por la mitad a dos criaturas que se acercaron demasiado. Recuperando la postura, cercenó una cabeza a su derecha, al tiempo que montaba su guardia con la zurda, deteniendo una alabarda que el sorprendido Rey había dejado caer con la intención de destrozar su cabeza.

Ahora voy contigo, -majestad- susurro con sorna, su cara a centímetros de la del monstruo.

Entonces por primera vez en más de un siglo, el rey rojo recordó lo que era el temor. Porque durante el instante en que los ojos del extraño se  alinearon a los suyos, notó algo que antes no estaba allí? se habían tornado rojos, como los suyos.

Lo que pasó enseguida, sus aguzados sentidos (vista, olfato, oído, reflejos, casi 10 veces mayores que los de un ser humano), no lo pudieron registrar. Solamente desapareció de su vista, y comenzó a moverse como un borrón oscuro, sembrando la muerte prematura entre sus criaturas, a las que les quedaban siglos por delante para regar la peste entre la humanidad. Un movimiento, un grito de dolor, sangre. Allá una cabeza rodando mientras el cuerpo manoteaba tratando de aferrar algo que no se detenía ni una fracción de segundo. Durante lo que duró la masacre de su familia, El Rey rojo no paraba de recordar esa mirada, la conocía, solo una se había posado sobre el esa mirada, pero era lo mas aterrador que nunca había experimentado jamás.

 Y repentinamente, todo terminó-

No supo en que momento acabó de rodillas entre el suelo ensangrentado de la caverna, mirando la cruz que colgaba del pecho de su depredador, - un depredador, antes otros eran la presa, y  ahora yo... - pensaba el Rey rojo, mientras seguía mirando el colgante de la cruz y el otro levantaba la hoja a la altura de su cuello.

¿Te gusta?  Era de mi madre, ella si creía que había un Dios protegiéndonos- Curioso, nada de lo que vivió jamás le hizo perder la fe en su Dios o en la humanidad, mi madre decía que todos teníamos el potencial de convertirnos en monstruos, o en ángeles, según la fuerza con la que buscáramos la redención y la gracia-

De un solo movimiento de su brazo, separo la cabeza del cuerpo de la bestia.

En fin... dijo sonriendo nuevamente, y enseñando sus propios colmillos, largos y curvos, como sus espadas - Mina Harker siempre fue muy sentimental.

 

Fin.


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