UN AFFAIRE CONSENTIDO (PARTE TRES)

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Cuando regresó yo estaba muy caliente y ansioso por escuchar cómo le había ido. Me contó cómo mientras iban al trabajo cruzó las piernas y permitió que la falda se le subiera hasta dejarlo ver un poco del triangulito de su tanga sutilmente disimulado bajo las medias obscuras, después se soltó el pelo como lo prometió y dejó que se soltara el botón de su blusa para mostrarle sus senos enfundados en su sostén que apenas cubría sus pezones, -que ya estaban muy duros por la excitación que la escena le provocaba-. La plática se torno muy personal, al grado que ella le dijo en un momento que moría por tener un affaire. Nelson se quedó mudo ante el comentario y solo atinó a pasar saliba.  Mientras platicaban ella se le insinuaba y aceptaba todas sus miradas sin recato, al tiempo que eventualmente buscaba tocarlo para dejarle ver que estaba a su alcance y que si lo decidía podría ser suya esa misma noche. Cuando llegaron al trabajo y él abrió la puerta amablemente para ayudarle a bajar, ella no perdió oportunidad para abrir ligeramente sus piernas y regalarle la imagen del día. Al bajar del coche ella notó en él una tremenda erección, -no solo porque se veía-, sino porque la mano de mi esposa "accidentalmente" rozó su miembro y después se las arregló para restregarle su bello culo lentamente por su bulto a punto de mojarse.

Yo me excité mucho con lo que me contó, y ese día cogimos casi de manera salvaje mientras ella repetía su nombre cada vez que la clavaba, " aahhh Nelson, sí, más, así, métela toda, hazme tu perra?". Aunque eso me puso loco de placer,  me habría gustado escuchar algo más real y en la última cogida, mientras se venía, me las arreglé para hacerla prometerme que se lo llevaría a la cama y lo haría temblar de placer entregándole su cuerpo. Incluso mientras se estaba viniendo busqué desafiar su amor propio, diciéndole que había sido una mojigata por no habérselo llevado a la cama. Después de un largo orgasmo, me miró mientras me amenazaba diciendo que la siguiente vez que estuvieran a solas no se contendría y me demostraría que podía ser tan zorra como la mujer de mi equivocación.

Un tiempo después ocurrió que se verían en un viaje de trabajo de una semana en Estados Unidos, obviamente volví a la carga y le compré prendas para la oficina y para alguna salida como las que solían tener cuando viajaban, -alguna cena o visita a algún bar-. Claro está que toda su ropa era una completa invitación al pecado. Antes de salir de casa al aeropuerto me miró fijamente y me preguntó si seguía creyéndola incapaz de seducir a Nelson, yo sabía que la verdadera pregunta era si yo quería que consumara mi fantasía... Así que la besé y le dije al oído "tienes una semana". Sonrió y me dijo "necesito solo un día, los demás serán por mi gusto". Se mordió los labios y caminó hacia el taxi contoneando sus caderas en señal amenazadora.

Esa semana no paré de masturbarme pensando en las imágenes de ellos dos fundiéndose en cogidas interminables, imaginándola perdiendo el pudor y dejándolo disfrutarla una y otra vez, ofreciéndole su cuerpo, convertida en su puta por una semana. Cuando volvió lo primero que me dijo en la cama fue que había disfrutado mucho el viaje y que yo no cogería más con una mojigata.

En el primer día de trabajo, en una salida a un bar, ella usó un minivestido muy entallado y zapatillas muy altas que hicieron que más de tres locales en el bar y compañeros del trabajo la invitaran a seguir la fiesta en privado, pero su objetivo era irse con Nelson, así que bateó amablemente a los demás sin perder su aire sensual. Tomaron algunos cocteles y le pidió a Nelson que la acompañara a su hotel porque no quería manejar. Para ese momento, mi mujer había coqueteado con todos pero arreglándoselas para dejarle claro a Nelson que él era el elegido para compartir esa noche, -y las demás noches-. Cuando partieron a su hotel, los dos estaban muy cachondos, pues se sabían solos y lejos de cualquier riesgo de indiscreción. Con las copas encima y las ganas que se tenían, se trataban ya como una pareja clandestina, ella dejándose tocar, -pues Nelson no perdía oportunidad para tomarla por la cintura y sus inquietantes caderas-, rozando su cuerpo contra el de él y provocándolo con su perfume especialmente elegido para la ocasión. En el camino al hotel decidieron pasar a tomar otros tragos, pero ahora lo harían solos. Se detuvieron en un bar y se sentaron en un rincón a media luz en el que podían estar muy cerca para seguir con su flirteo. En esta ocasión él tomó la iniciativa y se sentó tan cerca de ella que sus piernas casi se encimaron. Él había cambiado su actitud de seducido a la se fiera en busca de presa. Después del primer trago, la plática se refirió a aquella ocasión en que  estuvieron en el coche y él le confesó que no había dejado de pensar en lo del affaire, a lo que ella contestó que aquello seguía en pie, mientras mordía sus carnosos labios, tomaba su mano y rosaba el escote de su vestido para provocarlo. Nelson le dijo que le encantaría ayudarla con ello, mientras acercaba su boca a su cuello dejándola sentir sus ganas con su aliento agitado.


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