UN AFFAIRE CONSENTIDO (PARTE CINCO)

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Por supuesto que ella aceptó y cada noche de esa semana ella fue toda una puta complaciente. El día de la despedida fue tanta su calentura que por la mañana durante el desayuno, él le pidió cogerla por el culo y ella ya instalada en el papel de "femme fatale" le dijo que solo lo haría si lograba llevarla al delirio. -Esa noche  en el hotel nadie gozó más que ella que recibió a un Nelson lleno de pasión y deseo-. La pasión de toda la semana había hecho que mi esposa deseara hacer algo que Nelson jamás podría olvidar. -Mi mujer me había dejado penetrarla por detrás algunas veces cuando éramos novios y un par de veces al poco tiempo de casados, pero tenía mucho tiempo que no lo permitía porque le dolía un poco-. Ese último día, ella se apareció con una blusa escotada muy ajustada y un pantalón blanco ceñido a su cuerpo como si fuera una segunda piel. Su pequeña tanga se dibujaba enmarcando un trasero de concurso que Nelson no dejó de contemplar en todo el día, -al igual que todos los hombres y algunas mujeres de la oficina -, cuando salieron rumbo al hotel Nelson ya saboreaba lo que podía pasar e iba listo para cumplir su cometido y reclamar su premio hasta el amanecer.

Mi esposa después de la oficina ya se comportaba con él como su hembra, lo besaba y se dejaba besar, toquetear y manosear, disfrutando su affaire a plenitud. -Estaba decidida a sorprenderme al regresar y vaya que lo logró-. Al llegar a la habitación de su hotel ya los juegos previos a la entrega habían subido de tono, porque sabían que el tiempo los correteaba y querían hacer de esa noche algo único, -aunque él no imaginaba que sería su mejor noche, por mucho-. Ella le dio un beso muy húmedo, mientras lo tomaba por el miembro y se lo paraba rápidamente. Él le propinó una deliciosa dedeada que de inmediato la puso húmeda. Entonces, ya muy caliente, lo tumbó en la cama y comenzó a quitarse la blusa moviéndose sensualmente mientras él babeaba y se tocaba el bulto del pantalón. -Por la mañana ella había tomado el tiempo de untar su cuerpo con una fina crema que hacía que su piel luciera tersa y suave y con un aroma que invitaba al sexo en cada movimiento-. Sus senos parecían salir del sostén a causa de la respiración profunda que le causaba la excitación. Ya sin blusa, acariciándose las tetas y mordiendo sus labios, se arrodilló y abrió lentamente la bragueta de él, sacando suavemente su bastón ya ligeramente mojado. Después de mirarlo con  cara de zorra, comenzó a chupar el palo empezando por lamer y tomar las gotas que ya salían de él. El firme instrumento desaparecía en la boca de ella casi por completo mientras sus manos acariciaban el resto . Solo lo dejaba de mamar para lamerlo con fuertes lengüetadas, llegando hasta abajo para besar y chuparle los testículos. En cada mamada él se estremecía de placer sintiendo que tocaba el cielo. Cuando él estaba a punto de venirse, ella se incorporó limpiando su boca con sus dedos para después estrujar sus tetas con una mano y con la otra su vagina.  Se volteó hacia la puerta, dándole la espalda y modelándole su cuerpo mientras sujetaba su cabello y dejaba ver un sensual tatuaje temporal en la espalda baja que se había hecho especialmente para él con la leyenda "Teasme". Él se acercó para terminar de  desnudarla lentamente mientras ella movía su cadera para calentarlo. Cuando bajó su pantalón, apareció un culo ceñido por una delicada tanga con un pequeño letrero que decía " Fuck me". Aquello dejó a Nelson sin aliento. De inmediato se abalanzó sobre ella para besar su espalda hasta llegar a sus nalgas y arrancarle la tanga bruscamente por las ganas que tenía de penetrarla. La azotó sobre la cama y comenzó a clavarla violentamente por la vagina mientras ella trataba de detenerlo, -quizá no había entendido el mensaje-. Él la cogía y ella luchaba por detenerlo, pero al mismo tiempo no dejaba de disfrutar el frenesí de la cogida. Cuando al fin él hizo caso del "detente" ella tomó aire y, aun en cuatro patas, lo tomó por el palo, lo puso en su ano y le dijo "abre tu regalo con cuidado", señalando con cara de pervertida al buró a un lado de la cama. Él extendió su mano hacia el buró y abrió una delicada caja de regalo que contenía un lubricante vaginal. Como no entendiendo, él la miró por un instante y ella, presionando su culo contra la dura verga le dijo "eso es para abrir tu regalo". De inmediato bañó toda su verga con él y chorreo un tanto en el culo de mi mujer. El se frotó el miembro que ya no podía crecer más, paseándoselo desde su clítoris hasta su culo una y otra vez, provocando que mi esposa se contorsionara por el placer y pidiendo entre jadeos que lo metiera ya. Nelson comenzó a tratar de entrar, pero el culo de mi mujer estaba aún muy cerrado. Empujaba su verga mientras mi esposa cerraba los ojos y arañaba la cama, aguantando el dolor que le producía la verga de Nelson mientras comenzaba a abrir su culito. Después de un rato de movimientos lentos y firmes, el culo de mi esposa comenzó a ceder y la verga de Nelson la penetró lentamente al ritmo de gemidos de dolor que se fueron convirtiendo en gritos de un inmenso placer. Ella estaba decidida a entregarse por completo a su macho y regalarle la mejor noche de su vida. Él la penetró una y otra vez disfrutando comerse a mi esposa por atrás, sintiendo la presión del culo de mi mujer cada vez que la metía hasta el fondo y pidiendo que el tiempo se detuviera, pues Aurora se había calentado tanto que gritaba pidiendo más y cada vez más duro. Al cabo de varios minutos de gritos, gemidos y algunas nalgadas, él terminó llenándole el culo con su leche, pero el deseo era tanto que tras un delirante orgasmo se quedó a recuperarse dentro de ella para volver a la carga solo un momento después, castigando nuevamente el ano de mi mujer. En esa segunda faena, mi esposa no pudo más y comenzó a acariciarse el clítoris para aumentar su calentura. Él la embistió frenéticamente hasta que ella explotó en un orgasmo tan rico que pareció eterno, mientras repetía su nombre en gritos ahogados "Nelson... Ahhh... Gracias!". Aquella noche Nelson se comió a mi esposa tantas veces que perdieron la cuenta. Cogieron hasta que quedaron rendidos de cansancio y completamente satisfechos. Ellos coincidieron en unos cuatro viajes más sin perder la oportunidad de complacer mi fantasía.


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