¡ A mí me momifican!

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Por una solidaridad  cuyo latoso fin , también rancio y sucio, es un buen indicativo de la fuerza de ésta, me vi arrastrado, junto a los demás, a embalsamar el cadáver de Manuel Parado Pozo, grasiento y alcohólico maltratador con el que, a pesar de todo, congeniamos desde la niñez. En uno de sus últimos momentos  pidió, verde como le habían vestido y redondo,guisante atroz, desde la cama donde yacía, en el hospital vírgen de algo, que le momificásemos , pero" sin tonterías", esto quería decir, según explicó luego, sin textos religiosos,vasos canopos ni amuletos, pero sí en un un sarcófago de madera con el dibujo de su cara, que financió junto a las vendas de lino y los kilos de natrón para salar al cerdo de nuestro amigo a fin de que su cuerpo se mantuviese sin gusanos.  Nos jugamos a suertes la asignación de las tareas y para mi fue el "honor" de tener que  sacarle las tripas. Daba para un rato largo. Ya me podía haber tocado la labor de desecar,vendar o rellenar el pavo de especias aromáticas.

No hubo ninguna magia en su momificación. Yo, por ejemplo, vacié y arrojé  al gris y comunitario contenedor de la basura toda su amalgama de sangrientas cañerías y órganos, incluido el corazón, que según la tradición egipcia debía perdurar en la momia, y no encerré el resto de sus vísceras en cuatro recipientes cuyas tapas represetaran cabezas de dioses. Entonces, ¿cuál era el sentido de su embalsamiento si carecía de cualquier pretensión de que perdurase su alma porque no se siguieron, por exigencia suya, las pautas rituales para conseguirlo, ya que  especificó con voz lenta, grave y entrocortada, que "sin tonterías" y desarrolló largamente este punto, aunque más por el esfuerzo que le suponia hablar que por el número de palabras empleadas? Y es más, no nos ha aclarado qué tenemos que hacer con él una vez encerrado el cuerpo en la  caja de dichoso rostro, pues hizo mucho hincapíe en que éste fuera representado con una afable sonrisa. Tampoco nosotros nos lo cuestionamos antes, y ahora nos surge la duda, ya que acabamos de sellar el sarcófago. Hasta dentro de la legalidad deshacerse de un cadaver es difícil. Para empezar, no cubrió esos gastos y han de correr de nuestro propio bolsillo.

- ¿ Qué hacemos con Manuel? Pregunta Duamutref, pues tomándonos muy en serio este encargo al principio, nos pusimos nombres en clave( producto del entusiasmo y no de tener ninguna necesidad de ocultar nuestras identidades por algo grave que estuvieramos haciendo), los de los cuatro hijos de Horus, según nuestro parecido físico a ellos, que bien visto, no era tan remoto. Así pues, quien ha formulado esto es el que de nosotros más se asemeja a un chacal.

Qebehsenuf, el halcón, exige vehemente que lo tiremos al mar.  " Yo me lo quedo" responde Hapy el mono.

- Os pido yo, el negro Amset, que devolvamos a nuestro amigo a su mujer. Ya hemos cumplido la promesa que le hicimos y no se preocupó de darnos directrices sobre qué  hacer con él una vez concluido el embalsamiento. Así nos ahorraremos una serie de pleitos, ya que ella está reclamando su cuerpo insistentemente, pues no olvideis que aún le odia con locura.





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