So Beautiful

Por
Enviado el , clasificado en Varios / otros
1728 visitas

Marcar como relato favorito

De repente lo veo todo sucio y desordenado. No lo puedo evitar y me he puesto a limpiar y a ordenar la casa de arriba abajo como una loca. Precisamente a mí, que siempre encuentro algo mejor que las tareas domésticas, a mí, me ha dado por ahí. Fíjate tú por dónde.

-Para ya ¿no?- me dices mirándome como si me hubiera vuelto loca.

-Vale, ya lo dejo; vamos a comer anda- te digo mientras pienso que sí, que se me ha ido la cabeza totalmente.

Al poco rato de empezar, así sin avisar, ocurre. Aún no sé qué está pasando; no puede ser, no toca todavía. Faltan 6 semanas, será una falsa alarma.

-Que… no sé qué pasa, pero tengo el pantalón empapado- te suelto.

 Blanco, te has quedado blanco al mismo tiempo que abres los ojos como platos mientras dejas la cuchara que te estabas llevando a la boca en el aire, como si alguien le hubiera dado al “pause”.

- ¡Ay Madre! venga, pues vámonos ¿no?, para el hospital digo.

-Pues no sé, espera que me duche por lo menos y que me arregle un poco, que menudas pintas tengo.

-Pero ¿Qué dices?!! Como te vas a poner ahora a ducharte, ¡vámonos YA!

De los nervios, estás de los nervios; así que decido hacerte caso no vaya a ser que te dé un ataque o algo. Encima el ascensor está roto y nos toca bajar los 8 pisos andando. Yo la verdad es que estoy de lo más tranquila, no me duele nada. Esto no es para tanto después de todo lo que me han contado, y mira que te cuentan cosas, no precisamente agradables. La gente, que tiene ese tacto.

Al final llegamos a urgencias y me suben a una sala a la espera de meterme en observación. Sola. Delante de mí hay una chica a la que se le ha roto el preservativo y viene a por la píldora del día después. ¡Pobre!.

Me toca ya.

-Pasa por aquí bonita; toma, ponte esto ahí detrás y túmbate. Ahora te miran.

Muy dócil yo, porque no sé porqué cuanto tengo un médico delante o algo que se le parezca me vuelvo pequeñita, hago lo que me piden sin atreverme a hacer las mil preguntas que me pasan por la cabeza.

-Vale, está todo bien. Te quedas a pasar la noche. Enseguida te llevan a la habitación.

“¿Está todo bien?” ¿Qué dice esta mujer? Si estuviera todo bien yo me iría a mi casa y no volvería hasta dentro de 6 semanas que es cuando tendría que estar aquí, el 6 de marzo, y no el 25 de enero. ¿Cómo va a estar todo bien? Hace un momento estaba de lo más tranquila y esta mujer ya me ha puesto de los nervios.

-Qué…..¿Qué te han dicho?, ¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Te duele?

- No me duele, estoy bien- te digo mientras te paso la mano por la frente para intentar calmarte. –Que nos quedamos esta noche.

Me abrazas y sé que todo va a salir bien; porque estás ahí; y no tengo miedo. Tú sí. Yo ninguno porque estás conmigo.

El dolor aparece, viene y se va, y cada vez tarda menos en volver; hasta que mis gritos empiezan a oírse más allá de la tercera planta y aparece el anestesista. No sé qué me ha dado pero ya no me duele. Cogida a tu mano y sintiendo como me acaricias la cabeza y me susurras al oído me duermo, aunque no sé por cuanto tiempo.

El ruido y el trajín de enfermeras y médicos entrando en la habitación me despiertan. Estoy atontada aún, y todo es un poco confuso. Un celador me saca de la habitación corriendo y al fondo del pasillo, desde la camilla te veo, con un traje verde de esos que salen en las series de médicos y una mascarilla que solo deja ver tus ojos asustados, brillantes, emocionados. No puedo ver tu boca pero sé que me estás sonriendo.

Entramos en la sala y me suben a la mesa, tú sin moverte un milímetro de mi lado, sin soltarme la mano ni un momento, sin parar de decirme “tranquila, todo va bien; estoy aquí”.

-Venga guapa, vas a hacer lo que yo te diga. Esto está hecho, está aquí ya y en su sitio. Así que coge aire y cuando te avise empujas. Uno, dos, tres… ¡AHORA!

Siento que me voy a partir por la mitad, de verdad que no salgo entera. Mi cuerpo no lo va a soportar.

-Muy bien, ya casi la tenemos. Respira. Un, dos, tres…. Otra vez ¡EMPUJA!

Ahora sí que me rompo; van a tener que recoger todos los pedazos que debe de haber de mí esparcidos por todas partes. Aún así no lo puedo evitar y sigo empujando con todas mis fuerzas y con las que me estás dando “Venga Ale, ya está, lo estás haciendo muy bien”. Entonces la oímos: llora. La vemos, es preciosa. La ponen sobre mi cuerpo, siento su piel suave sobre la mía. Y los dos estallamos en risa y en llanto a la vez, sin poder para de reírnos, sin poder para de llorar, sin poder para de mirarla.

 


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed