Los viernes I

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Ese día era como cualquier otro de la semana, pesado y monótono. Manejé en silencio desde la casa hasta el trabajo, solamente mirando de reojo a Esmeralda, mi esposa desde hace diez años; ella, absorta en su arreglo apenas levantaba la cabeza.

Nuestra relación se limitaba a algunos comentarios cortos después del trabajo y mucha televisión para distraernos mientras llegaba la hora de dormir. Hacia como un año que los Viernes aun salíamos al cine y a cenar o bailar, pero después las cosas se enfriaron a tal grado que odiaba ese día ya que me traía recuerdos de lo que fue.

Llegamos al buffet industrial donde trabajamos los dos, mi amigo Gerardo fue quien me invito a trabajar en el área de automatización de la empresa. Esto sucedió un día que decidimos reunirnos en mi casa para recordar los viejos tiempos de la Universidad. Él era hijo de un rico empresario y no tuvo problemas para conseguir trabajo al titularse, pero yo, a pesar de ser el mejor promedio de la generación, solamente me podía mantener de trabajos independientes que conseguía ocasionalmente. Esmeralda también fue a trabajar en la empresa, inicialmente de recepcionista en la entrada del edificio y un mes después Gerardo la ascendió a secretaria particular de la gerencia de proyectos, convirtiéndola en su brazo derecho.

Nunca nos interesó tener hijos, por lo cual vivíamos solos en el departamento, que paso de ser un modesto edificio a un condominio en la zona de Polanco, lo cual era bastante conveniente por la cercanía a nuestro trabajo.

Nuestra actividades transcurrían normalmente hasta cerca de las 12:00 del día, sin embargo una falla en el diseño de un proyecto me llevo a entrar en la oficina de mi amigo para comentarle los detalles, era tal la urgencia que no tuve la consideración de tocar a la puerta, lo que vi entonces me dejo a punto de un infarto; ella sentada en el escritorio con el torso desnudo y el, rodeándola con un brazo por la cintura y la otra mano metida en su panty. Le chupaba con desesperación los pezones a lo cual ella respondía con gemidos de placer intensos.

No pude aguantar más y corrí desesperadamente hasta llegar a nuestro departamento, me acosté y llore toda la tarde la traición de mi mejor amigo y mi esposa hasta quedarme dormido.

Aproximadamente a las ocho de la noche escuche que tocaban la puerta pero no quería abrir pensando en que, tal vez, era Esmeralda.

- ¡Abre Arturo, somos Miguel y Ricardo!- Era la voz de mis amigos de la oficina y decidí abrir.

-Como saliste corriendo y tan descompuesto, olvidaste tu carro en el estacionamiento- Me dijo Ricardo. Esmeralda nos llevó las llaves y pidió que te lo trajéramos.

- Dice que no te preocupes que no viene a dormir esta noche y que luego te busca para que hablen sobre lo sucedido- Me explico Miguel. - ¿Podemos pasar? Traemos algo de comida y unas botellitas para pasar el trago amargo.

No quería comer nada, sentía la boca amarga y el estómago revuelto, así que los invite a pasar y solamente me prepare un trago de tequila.


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