Mi chófer II

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Más de una hora me duró la excitación. Durante ese tiempo no fui capaz de dirigirme a él. Hasta que de pronto se detuvo el coche. Pregunté que qué era lo que ocurría pero no supo darme respuesta. Miró el motor como si realmente entendiera algo de mecánica. Después se acercó a un motel destartalado que había por allí cerca y después vino a darme la peor de las noticias. El coche había de ir al taller y debido a la hora que era no había ninguno abierto en los alrededores. Tendríamos que esperar hasta el día siguiente, por lo que no había más remedio que pernoctar en aquel motelucho cutre. En un principio me negué pero finalmente accedí. Como sospechaba, se trataba de un lugar sucio y cutre. Un edificio de camioneros y amantes sin grandes recursos. Nunca me imaginé que acabaría durmiendo allí. Una mujer de mi posición se merecía algo mejor. Por si fuera poco, solo había una habitación, con una sola cama. Mi chófer, muy amable se ofreció a dormir en el suelo, pero me negué. Me había caído bien. Dormiríamos juntos. Después de todo, la cama era lo suficientemente grande como para no tocarnos. Antes de dormir decidió darse una ducha mientras yo leía una vieja e insulsa revista antigua. Me imaginé el agua recorriendo su cuerpo y no pude evitar echar un vistazo. Sin que se diera cuenta entré en el baño y a través de la mampara comprobé lo que sospechaba. Su miembro era enorme. Volví a la habitación, me quedé en ropa interior y me metí en la cama. El no tardó en llegar. También iba en ropa interior. Sin mediar palabra se acostó dándome la espalda. Intenté dormir pero no me quitaba de la cabeza aquel pene. Sentí frío y le pedí que se acercara. Y así lo hizo. Se dio la vuelta y me abrazó sin presionar. Yo fui acercando mi culo a su entrepierna y entonces lo sentí. Era enorme. Hacía tiempo que no sentía algo así y enseguida me calenté. Empecé a mover mi pelvis y aquello fue creciendo. Noté como su cuerpo se caldeaba. Y entonces sus manos se activaron. Me acarició el vientre hasta llegar a mis senos. Metió sus manos en el sujetador y rozó mis pezones. Yo adelanté camino y me quité las bragas que como era normal estaban empapadas. Ahora podía sentir mejor su pene, aunque cuando realmente lo sentí fue cuando se quitó los calzoncillos. Estaba empalmado del todo. La sentí dura buscando su espacio mientras mis pezones se endurecían aún más. No se hizo de rogar mucho. Como si me adivinara los pensamientos bajo hasta mi coño y abriéndome las piernas empezó a lamérmelo todo. Era como en el sueño. Su lengua era experta en la materia. Esta vez, sin embargo, no dejó que me corriera. Se puso de pie y me puso la polla en la cara. Ahora si que la veía enorme. Se la había chupado con asco a mi marido ciento de veces, y a mis amantes con ganas otras tantas. Pero tener aquello en mi boca era diferente a todo. Apenas me cabía. Por si fuera poco me tiraba del pelo y me jalaba para si. Mi mayor satisfacción sin embargo era ver su cara de gusto. Mi coño expulsaba flujos de forma incontrolada. Tampoco lo hizo esperar. Echó su cuerpo encima del mío y sin ayuda ninguna me la metió hasta el fondo. No hubo tiempo para el romanticismo. Me folló de manera salvaje mientras jadeaba y me decía lo muy buena que estaba (Para mi edad soy un bombón) Me agarró los muslos con fuerza y siguió con sus bestiales embestidas. Parecía que no había follado en años. Yo en cambio no había follado así en la vida. Y me gustaba lo que este yogurin me hacía. Su última travesura consistió en colocarse mis piernas en sus hombros. De esta manera facilitó la penetración y mi consiguiente orgasmo. Creí entonces que se correría en mi. No se si lo deseaba o no. Lo único que me apetecía era seguir disfrutándola. Sin embargo, él, lleno de osadía, volvió a dirigirme el pene a la cara y se pajeó hasta que se corrió en mi cara. Nunca nadie me hizo algo así y lo cierto es que me encantó. Mientras pensaba en lo ocurrido me decía a mi misma que jamás olvidaría aquella noche. Y tanto. Aquel polvo me costó el divorcio. Aquello no fue más que una trampa. Todo lo había dispuesto mi marido para pillarme en una infidelidad. Me divorcié y me quedé sin nada. Aunque sin saberlo, mi marido me dio algo que jamás antes me había dado. Un orgasmo, aunque fuera con el pene de otro hombre.


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