Sexo sin compromiso.

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Caminaban riéndose, disfrutando de ser solteras independientes sin ataduras que marcaran qué hacer ni hacia dónde ir. No entendían cómo aún en los tiempos que corrían, había mujeres que no quisieran una vida así, aunque…, ¿podían todas elegir qué camino tomar? Mónica siempre había pensado que igual no era tan fácil y ellas solo estaban viviendo un gran momento.

Entraron en su pub favorito y como siempre, estaba abarrotado de chicos que parecían estar esperándolas. No tenía ningún problema con el sexo, pero siempre lo había compartido con sus parejas, y debía reconocer que tampoco habían sido muchos; no era precisamente una experta, nada fuera de lo considerado como normal en una relación. Antes aún de lo esperado, se vio sola con su copa en la mano, mientras sus amigas coqueteaban con chicos guapísimos que no habían dudado en acercarse a ellas…, < debo irradiar que todas esas cosas que ellas dicen hacer a mí me parecen innecesarias>.

-¿Piensas en algo importante? -Una preciosa voz le susurro al oído y se quedó paralizada, < ¡vaya! ¿qué ha sido eso? Menuda corriente de pies a cabeza…>, se giró despacio y pudo ver los ojos más cristalinos que podía imaginar.

-Supongo que no, solo intentaba localizar a mis amigas…

-¡Vaya te ruborizaste! -Una sonrisa sensual y muy sexy hizo que el rubor de Mónica ardiera en cada rincón de su cuerpo-. ¡Anda vamos! Están con mis amigos, ellos ya encontraron qué hacer…, descubramos qué hacer nosotros.

Sin decir nada más estrechó su mano y la llevó fuera del local sin que ella pusiera mucha resistencia. Caminaban cogidos de la mano en silencio, sin que su rubor desapareciera. < ¿Qué es esto? ¿A dónde dejo que me lleve? Ufff…, no quiero soltarle, ni siquiera preguntarle>.

-Mira, me encantan las vistas desde aquí. -Frente a ellos las olas rompían en las rocas y un abismo parecía estar bajo ellos. Mónica no tenía ni idea de cómo habían llegado hasta ahí-. ¿Te gusta? Sentémonos a ver qué nos dice el mar.

-¡Vaya! Veo que estudiaste el manual express de cómo llevar a una chica donde quieres. Pero he de confesar que conmigo no te servirá. – < Si cree que me voy a derretir ante este paisaje y sus ojos… ¡lo lleva claro!>.

Carlos miró su expresión y volvió a poner los ojos en el mar.

 

-¡¡Qué!! ¿No hicieste nada con él Mónica? Pero si era perfecto, a mi se me escapó cuando fue al lavabo…, y ahora me dices que estaba contigo y lo desaprovechaste. Tendrás su teléfono ¿no?

Nada, Mónica no tenía nada, tras una hora que le pareció eterna se despidieron y Carlos no mostró mayor interés; sin embargo ella había tenido una noche bastante agitada pensando en cómo sería haber compartido algo más que… nada, sí, para variar nada es lo que hizo.

Una semana después y el plan era el mismo. Deseaba poder encontrarle después de una semana imaginando qué había pasado para que no intentara ni siquiera besarla, ¿se había puesto demasiado digna? < Ojalá pueda aclarar cara a cara qué significó aquello, no pienso dejar que piense como todos que soy una mojigata>. Entraron y allí estaban, parecendo esperarlas como la última vez. Cada uno fue con quien habían disfrutado de una noche de sexo hace unos días y de nuevo se quedaron ambos solos, < Ya tengo mi cara a cara, ahora ¿qué? Madre mía…, soy incapaz de pronunciar palabra>. Pasaban los minutos, mientras el resto se devoraba sin pudor alguno, ellos ni siquiera hablaban hasta que Mónica, golpeada por su amor propio, no pudo seguir callada.

-¡¿Qué?! ¿No piensas decir nada después del numerito de mirar las olas? -Carlos se volvió hacia ella y simplemente pasando por delante salió a la calle. < ¿En serio?>.

Mónica salió tras él hasta que al fin Carlos paró y le mantuvo su mirada de desconcierto.

-¿Pero se puede saber qué te pasa? Solo me miras cuando te hablo y ni siquiera has sido capaz de mantener una conversación educada mientras los demás se encargan de disfrutar la noche, cosa que gracias a ti yo no hago.

-Me dejaste muy claro que mi comportamiento estaba sujeto a no sé qué manual,¿ qué quieres, que te suplique?

-Mira mejor déjalo. -< Será prepotente…, mejor sola que mal acompañada>.

Mónica caminaba sin rumbo hasta que decidió volver a casa, otro sábado arruinado por sentirse capaz de poder hacer lo que quisiera. < ¿Esto es el feminismo, estaba mejor cuando todo estaba establecido y cada uno sabía cuál era su lugar>. De repente, sin darse cuenta cómo, se vio contra una pared con una lengua intentando abrirse camino entre sus labios. Abrió los ojos como platos y vio cómo Carlos intentaba besarla, recorría todo su cuerpo con sus masculinas manos presionándola contra la pared… < Ehhh…, ¿qué haces? Déjame>… < No volverás a dejarme así, los dos queremos, me da igual cuánto quieras quedar por encima o lo que sea que quieras>… Carlos no dejaba de recorrer su cuello con sus labios, su lengua, agarrando sus muñecas evitando que pudiera escapar… < No me marcharé sin conocer tu sabor, sin despertar tus instintos…>. Antes de que Mónica pudiera replicar, introdujo su mano bajo su ropa interior y no pudo evitar sonreír sobre su cuello… < Tu humedad responde por ti, no hace falta que digas nada…, se muy bien qué hacer>. Sin saber cómo, Mónica se lo quitó de encima y giraron la esquina tras ellos. Le abrazó fuerte el cuello con sus manos y sus lenguas se enredaron sin que dijera nada. Se saborearon sin apenas poder respirar y pudo sentir cómo una erección en su máxima expresión presionaba su entrepierna buscándola. Mónica desabrochó su cinturón y bajó despacio la cremallera mientras oía sus gemidos ahogados;  se introdujo suavemente entre su vello retardando todo lo posible ese momento que Carlos había provocado sin previo aviso… < Acaríciala…, pero sobretodo siéntela por favor…>, Mónica retiró su mano y se separó sin dejar de mirarle…< Eh nena, no… no te vayas>. Su mirada imploraba tantas cosas que no lo dudó, se puso de rodillas frente a él y pudo ver de cerca ese deseo tan real por ella. Saboreó su sexo, de principio a fin sintiendo cómo se endurecía aún más; despacio, recorriéndole, recreándose en su glande hasta que Carlos se deshizo en ella sin poder controlarlo.

Mónica se puso de pie y limpiando su cara, su cuello y su pecho, no dio opción a más mal entendidos…

-Ahora sí podemos ir a mi casa.

<¿No me pedían todos soltarme el pelo? Ahora que he empezado no pararé…>.


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