Química orgánica (IV)

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-Pareces ausente. -Sergio ni siquiera la miró mientras hablaba, simplemente hablaba como quien no espera respuesta.

-¿Si? No sé, quizá pienso en que el lunes te marcharás fuera tres semanas,en  la discusión del otro día…

-¿Aún sigues con eso? De verdad que creo que ya no tienes edad para esas tonterías. – -. ¿No crees que sería mejor pensar en buscar trabajo mientras estoy fuera?

Julia se quedó en silencio dándose cuenta de que ya ni siquiera le importaba; aún sentía el sabor de Álvaro en sus labios, esos que ni siquiera había besado aún Sergio una hora después de verse. Tras lo que pareció una cena eterna, al fin llegó a casa, mañana volvería a verle, estarían todos pero seguro que podría robar alguna mirada a Álvaro.

Llegaron los primeros a casa de Álvaro y Julia no dio lugar a que la situación dejara intuir a Sergio que algo pasaba, aunque ¡claro!, él nunca creería que pudiera fijarse en ella alguien mejor que él, ¿acaso es que había alguno que lo fuera?

-Me encanta tu casa, el barrio…, ¡todo!

-Sí, no está mal. -Contestó Sergio con su tono de superioridad, ese que últimamente tanto irritaba a Julia.

-¿Qué os pongo chicos? -Álvaro se acercó tras ellos mirando también por la ventana y rozó suavemente la cadera de Julia que no pudo evitar tambalearse.

-Bájate del reposa brazos anda, que al final te vas a caer. -Replicó Sergio, al que Julia ni siquiera miró mientras sí compartió una mirada con Álvaro que hizo que su entrepierna comenzara a estremecerse.

No tardaron mucho en llegar los demás y comenzaron a beber y reír como una noche de tantas, hasta que Julia sintió la mano de Álvaro acariciando su muslo desnudo, mientras deslizaba su falda poco a poco hacia su vientre. Se paró el tiempo y pudo verlo todo como si de una escena completamente ajena a ella se tratara. Todos reían, el alcohol ya empezaba a coger forma en cada uno de ellos, y Julia creyó que era lo mejor para que nadie repara en el rubor que notaba nacer en sus mejillas.

-¡Eh eh, chicos! Cuidaréis bien de mi chica mientras esté fuera ¿no?

-No lo dudes, Julia es uno de los nuestros y se sentirá como en casa ¿verdad? -Álvaro la miró atravesándola con esos ojos que solo expresaban pasión contendida de tenerla tan cerca y no poder hacerla suya.

-Bueno, bueno…, pero portaros bien que no me fío de vosotros ¿eh? -Julia intentó salir bien parada de entre las risas de todos, y las contracciones que sentía bajo su ombligo-. Voy a llevar los platos a la cocina Álvaro, ¿los meto en el lavavajillas?

-Venga, si insistes te acompaño.

Caminando por el pasillo detrás de él, sentía que iba a tirar todo al suelo. < ¡Por Dios! Voy a desfallecer con sus insinuaciones>. Cruzó la puerta de la cocina y sin tiempo a dejar los platos, Álvaro abrazó su cuello y se abrió paso entre sus labios. De nuevo volvió a pararse el tiempo, su lengua besaba cada rincón de su boca mientras Julia saboreaba su lengua dentro de ella. Álvaro se separó cuando oyó cómo alguien se acercaba camino del baño… <Cuidadín que os veo y aún no hay que empezar a cuidarla machote, jajaja>.

-Tranquila, ya están borrachos. -Álvaro la miró tranquilo, como si por sus venas no corriera esa corriente explosiva que quemaría a Julia de un momento a otro. Dejó los platos en la encimera y volvió al salón.

-¿Aún no habéis recogido el mantel?

-¡Eh! Relájate y disfruta anda. -Julia arrugó el mantel y se lo llevó a la cocina haciendo caso omiso de las palabras de Sergio, se cruzó por el pasillo con Adrián y sí es cierto que ya iba borracho, ¡vaya si lo estaba!

-Espero que aún quede mucho por traer y poder seguir así, robándote besos. ¡Venga no te preocupes! Nadie nos va a ver. -Ambos se fundieron en un beso aún más intenso que el de su habitación contra la pared del día anterior, olvidando lo que ocurría en la habitación al final del pasillo y centrándose en disfrutar el poco tiempo que tenían.

-Álvaro, ¿hay más hielo? -Sergió entró sin que le hubieran oído acercarse y Julia se puso de rodillas sin pensarlo-. ¿Qué haces en el suelo mi vida?

-Intentaba recoger la que he armado tirando todo lo que había en el mantel, ya os vale haberlo dejado todo aquí.

< ¡Por los pelos! ¿Qué estoy haciendo? Sergio está aquí, esto está mal.> Julia había sentido lo que suponía que esa corriente que la recorría cambiara de polaridad sin previo aviso.

-No hay muchos, si no te importa bajar a por una bolsa te lo agradecería. -Contestó Álvaro.

Sergio engañó a unos cuantos para bajar a la tienda y al final, la alegría del alcohol por sus venas hizo que se marcharan todos entre risas diciendo que se iban todos juntos como las chicas al baño… Nada más oír cómo se cerraba la puerta, Álvaro subió a Julia en la encimera y la besó fuerte, como nunca lo había hecho antes con nadie, sintiendo que tendría que hacer todo lo posible para que las tres semanas de Sergio en el extranjero supusieran un antes y un después en sus vidas.

-No pooodemos Álvaro, nooo pode…mos… -Las palabras entrecortadas de Julia no hacían sino aumentar el ímpetu con el que la acariciaba y la besaba.

La estrechó fuerte contra él y Julia respondió abrazando su cadera entre sus piernas. <¡Madre mía, madre mía, madre míaaaaaaaa! ¿Soy yo? Desde cuándo vivo dentro de una peli para adultos? ¿Acaso lo soy yo?>

-Te deseo, durante las próximas tres semanas no me voy a separar de ti morena… -Daba igual lo que dijera, Julia se derretía con cada gesto, cada mirada, cada roce.

-No podemos, no podemos, no podemos… -A pesar de lo que decía, se recorrían sin dejar lugar a que el aire corriera entre ellos y deseaban que los demás tardaran mucho en subir a casa de nuevo.

-Cuánto más lo digas…, más ganas me entrarán de no dejarte escapar. -Álvaro subió la mano por su muslo y rozó suavemente su sexo cuando oyó cómo volvía a abrirse la puerta.

-¿Aún en la cocina? -Sergio dejó las bolsas y se dirigió al salón. Ambos, cada uno en un extremo de la cocina como por arte de magia, fueron tras él uniéndose al grupo.

-Si os hubiérais quedado alguno a ayudarnos…

Julia y Álvaro se miraron y terminaron con los ojos lo iniciado con sus cuerpos.


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