The FukBoy vol. 3 Como no salvar a la chica

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Una vez preparados, el héroe y su aprendiz fueron a un callejón no muy lejos de la “base secreta”, allí una preciosa chica, de más o menos la edad de FukBoy, constitución delgada, piel clara y largo cabello negro, estaba siendo molestada por dos individuos de dudosa reputación.

—¿Ves a esa chica con pinta de gato callejero? —Le preguntó HoodMan a su aprendiz—. Va a haber un robo, haz de héroe.

—¿No debería preparar una estrategia primero? —Le preguntó el joven a su maestro, poco convencido de sus intenciones.

—Claro que no, tu traje se encargará de todo. ¡Dale caña!

FukBoy fue directamente a donde estaba la acción.

—¡Eh! ¡Dejadla en paz! —le ordenó con voz autoritaria a los dos individuos de dudosa reputación—. ¿Por qué no os metéis con alguien de vuestro tamaño?

—¿No te referirás a ti, mierdecilla? —Le preguntó casi echando a reír, el individuo de dudosa reputación número uno.

—¡Os voy a reventar, pajeros!

Un minuto más tarde, FukBoy llega arrastrándose y cubierto de moratones hacia el lugar donde HoodMan le espera.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó sin levantarse del suelo a su maestro—. ¿El traje no ha servido de nada?

—¡Por supuesto que no! Solo es un traje —solo es un traje, le recordó HoodMan—, deberías haber preparado una estrategia…

—Te, odio.

—Piensa en algo y vuelve a intentarlo.

—¿No crees que antes de ser un héroe, tendrías que entrenarme durante años?

—No. Ve.

El chico ideó una estrategia, rodeó los edificios hasta alcanzar unas escaleras de incendio tras los hombres que seguían importunando a aquella chica, apretó el puño, saltó sobre ellos y…

—¡Cuidado! —alertó el individuo de dudosa reputación número dos, a su compinche— ¡Detrás de ti!

… y FukBoy volvió a recibir otra paliza.

—¡Maldita sea! Volví a fallar —le informó el joven a su maestro.

—Claro que sí, lo he visto todo —le aseguró—, necesitarías años de entrenamiento para hacer algo así…

—Te, odio.

—Está claro que pensar no es lo tuyo. Intentaremos otra cosa.

HoodMan sacó una enorme ghetto blaster de un portal cercano, y una vieja cinta que pone House of Pain (Jump Around)…, que de inmediato encajó en el equipo. Obviamente, en el año tres mil cuarenta y cinco, de a saber dios que era, nadie sabía que era eso, pero HoodMan subió a tope el volumen, antes de pulsar el play.

—Presta atención —le pidió el maestro al joven—, te voy a enseñar un par de pasos de baile.

—¿Crees que es el momento?

—Tú observa y aprende.

Unos minutos más tarde, habiendo visto los pasos de bailes, de nuevo se acercó a los dos individuos de dudosa reputación, que aún estaban molestando a la chica, acompañado en aquella ocasión por el héroe maestro, quien lo esperó junto a la ghetto blaster.

—¡Eh! mira, ahí viene otra vez —le informó el individuo de dudosa reputación número uno al otro.

—¡Eh chico! ¡¿No has tenido suficiente?! —Le preguntó el individuo de dudosa reputación número dos al muchacho.

—¡Dale pipa a la música! —Le pidió el joven mulato a su maestro.

HoodMan pulsó el play, y todo comenzó a fluir. El chico fue directo a los matones, con impresionantes pasos de break dance, y esquivó elegantemente cada uno de sus golpes. Con ayuda de una barra de hierro suelta, que había tomado de una de las escaleras de incendios cercana, los noqueó con certeros golpes en la nuca. Clase, estilo, dominio…, la chica le dio un fuerte abrazo a FukBoy, y se despidió dándole las gracias.

—Y esa fue la última vez que FukBoy vio a la chica… —le aseguró su maestro—, y a su cartera.

—¡¿Cómo?! —FukBoy registró sus bolsillos en busca de la desaparecida billetera, sin llegar a dar con ella—. ¡Esa zorra me ha robado la cartera!

—Te dije que nunca te fiases de los gatos callejeros —le recordó su maestro.

—No. Tú no me has dicho una mierda. Solo me dijiste que iba a haber un robo…

—Y así fue, pero te equivocaste de objetivo, un fallo de novato, seguramente la chica le ha robado la cartera a esos dos, por eso la molestaban.

—¡Que putada! Lo poco que tengo está en esa cartera…

—Tranquilo muchacho, yo te la quité primero —le confesó su maestro—. Todo lo importante está en la guarida, ahí solo queda una foto mía haciendo un calvo.  

—¿Dices que todo este rato he ido por ahí con una foto tuya enseñando el culo?

—Si.

—…

—¿En serio no has sospechado? Una chica en la calle sola a estas horas de la madrugada, es sospechoso, ¿sabes?

—Me dijiste que íbamos a salvar a la chica.

—Hombre…, es una forma de hablar.

—Te, odio.

 


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