Ecuaciones en la (IV)

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- Quiero ir a la playa, quiero, quiero, quiero. -Álvaro no dejaba de repetirle las ganas que tenía de ir a la playa con ella mientras ronroneaba en su cuello.

- Hummmmm..., no sé. ¿Qué le voy a decir a mis padres? Cada vez que les pregunto algo que suponga llegar más tarde de lo considerado para ellos normal -o sea las dos de la mañana-, es como si se tuviera que reunirse el Sanedrín... No soy capaz de mentir de una manera convincente.

- ¿Y no te puedo convencer de ninguna manera? -Antes de que Julia pudiera contestar sintió los suaves y maravillosos dedos de Álvaro buscando las dulces aguas formándose en su entrepierna-. ¿Ni siquiera así?

Julia sabía que así... podía pedirle lo que quisiera. < Soy débil, muy débil... ¡¡qué bien lo hace joder!! >. Se giró y se puso a horcajadas sobre él sintiendo su erección entre sus piernas. Le besó con vehemencia, casi con una violencia, esa que nunca había pensado fuera para ella antes de conocerle. Entrelazó su lengua con la suya saboreándole, mientras bajaba sus manos por su abdomen, humedeciéndose aún más sintiendo cómo era capaz de provocarle, a él, alguien inalcanzable para ella desde que les presentaron por primera vez. Quizá por eso nunca le incluyó dentro del grupo de chicos con los que poder acostarse si estuviera soltera..., creía ubicarle mejor en los "fuera de mis posibilidades". Siguió besándole el cuello, intentando olvidar el número de pensamientos inútiles que pasaban por su cabeza en ese momento e introdujo su mano bajo sus boxers. < ¡Madre mía cómo me gusta! Qué grande, qué firme..., hummmmm..., la quiero dentro>.

- Te quieeero.... deeen.. tro... -Esperó que entre tantos jadeos hubiera sonado más sexi de lo que le pareció escuchar-. No te imaginas cómo me pones...

- Creo tu humedad hace que me haga a la idea. -Apenas unos centímetros les separaban, tenía su cara entre sus fuertes manos y quería poder mantener ese momento eternamente.

Se puso despacio un preservativo y casi sin darle tiempo a colocarlo del todo, Julia terminó la tarea y volvió a cabalgarle. Llevaban una semana viéndose todas las noches, manteniendo sexo o haciendo el amor, ya había dejado de preguntarse qué es lo que hacían realmente, así como tener vergüenza estando con él. En cuanto la sintió dentro no pudo evitar gemir, alto, deshinibiéndose, agarrando fuerte su cuello presionando su pecho contra él. < No quiero perder esto, no quiero dejar de follarle>. Su humedad no dejaba de emanar escuchando cómo Álvaro gemía por ella, cómo le hacía disfrutar y como se deshacía dentro de ella estrechando fuerte sus caderas. Se apartó sentándose junto a él y no lo dudó...

- Está bien...., iremos a la playa.

Dos semanas más tarde subió al metro y se dirigió a casa de Álvaro con una pequeña maleta. Habían sido unas negociaciones duras, pero un fin de semana subiendo al norte para ver a unas amigas parecía haber sonado convincente.

En poco más de tres horas llegaron al hotel. Había sido un viaje perfecto, como los de las películas en los que se cantan, más bien se gritan, todas las canciones que suenan en la radio como si no hubiera un mañana. Solo pararon en una ocasión que utilizaron únicamente para no dejar de besarse. Abrieron la puerta de la habitación, y antes de mirar si era tan buena como describía la oferta, Álvaro la cogió por detrás, agarrando su cintura y besándole el cuello, cayeron en la cama. Sobre Julia, besó, saboreó, acarició, bañó sus dedos en ella y cuando oyó cómo los gemidos se aceleraban, bajó despacio por su abdomen. Pasado el ombligo, Julia le abrazó el cuello y le paró.

- ¿Qué pasa cariño? -Álvaro la miro confuso.

- Solo..., solo una persona lo ha hecho y..., no sé, fue hace muchos años..., no creo que..., no me gustó.

- Tranquila. -Álvaro intentó contener una sonrisa maliciosa viendo su expresión, excitándose aún más sabiendo cómo disfrutaría y cómo no pararía de rogárselo a partir de ahora-. Lo haré despacio y si quieres que pare solo tienes que decirlo.

Ronroneó sus ingles con su lengua, muy suave, muy despacio, sintiendo como sus piernas se contraían en sus mejillas. Sus manos estrechaban su cadera mientras en alguna ocasión su mano subía a sus pechos y rozaba sus pezones erectos. Poco a poco, más despacio de lo que estaba acostumbrado, su lengua subió a su monte, lo bajó y volvió a subir ante el gemido ahogado junto a la proximidad de su sexo... < me gusta..., me gusta mucho>, sin decir nada, Álvaro bajó despacio introduciendo su lengua entre sus labios saboreando esa humedad que llevaba su nombre. Movía su lengua despacio, dejando lejos su monte y su ombligo, sintiendo solo su interruptor brillantey erecto por él, rodeándolo, presionándolo sutilmente mientras Julia no dejaba de arquearse arrugando las sábanas gimiendo cada vez más alto. Comenzaba el baile de piernas y Álvaro, estrechando su cintura por detrás, fijó sus caderas controlando su pelvis y su sexo. Aumento el ritmo, la velocidad, acompasándolos con sus movimientos contenidos por sus manos y desahogados por sus jadeos que pedían a gritos más. Tras unos minutos donde el resto del cuerpo moría de envidia, se deshizo en su boca, sin control, sin pudor..., disfrutando de una nueva sensación que nunca nadie antes le había hecho sentir. Tanta atención y cuidado en hacerle disfrutar, le supusieron un orgasmo que nunca creyó que existiera.

Cuando al fin su ritmo respiratorio parecía permitirle hablar, Álvaro no dudó en preguntarle y mantener su excitación escuchando cómo se había sentido.

- ¿Mal...? ¿No te gustó? -Su mirada malvada no hizo si no arrancar un sonrisa preciosa, sexi y pícara en el rostro de Julia-. Tranquila..., no volveré a hacerlo.

- Si no vuelves a hacerlo, te obligaré. -Justo las palabras que Álvaro quería escuchar.

- Soy nueva en todo esto, y si me equivoco corrígeme por favor, estoy aquí para aprender... -De nuevo ese gesto en la cara de Julia que tanto le excitaba-. Pero... ahora me apetece conocer tu sabor, aunque..., si prefieres deshacemos el equipaje y descansamos. ¿Te parece?

- Hummmmm..., no seas mala..., hazlo..., mira cómo está por ti..., regálame tu lengua. -Julia no replicó y se colocó encima suyo, besando su cuello y descendiendo peligrosamente....

< Nunca vine a la playa con estos libros..., a ver qué nota me ponen>.


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