Fantasía sexual, consumada, al pié del Catedral_1

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Sucedió en un departamento, con ubicación privilegiada a la vera del Cerro Catedral, como epílogo de una tertulia, de dos matrimonios (más que maduros), en la que se bebió vino, bastante más allá de lo prudente,  lo que provocó que los cuatro se sintiesen desinhibidos para, hablar de, bromear sobre - y llevar a cabo - actos, poco o nada convencionales ni pudorosos.

 

Florencia y Héctor, Liliana y Carlos (yo), todos arriba de los 50 años, con mucho tiempo de amistad mantenida dentro de las normas mayoritariamente observadas.

Ellas, a pesar de la edad, de físicos airosos y bien proporcionados, facciones aun agradables y buen gusto y distinción para vestir.

Nosotros, un poco caído el cabello, panza incipiente. Esto es, tipos normales, de presencia aceptable.

 

A fines de octubre de años atrás, aprovechamos una promoción y contratamos un espacioso departamento, con dos dormitorios y dependencias, del hotel Village Condo Catedral, en Bariloche – Argentina, para compartir.

Llegamos el día 28 y el día 31 nevó copiosamente. Como gente de ciudad de clima templado, “arrugamos” por temor a los caminos nevados y optamos por una sobremesa de la cena, en la sala del departamento, en lugar de bajar al centro.

Minuto fatal: en el comedor compramos dos botellas, de bodega renombrada, de vino malbec, para “abrigarnos por dentro”.

No tuvimos en cuenta que el departamento estaba, excelentemente, climatizado. Acabada la primera botella, entre risas, dichos festivos y graciosos y el ejercitar del ingenio, la charla divertida y amena, de a poco fue girando a lo sexual. Era evidente y se sentía en el aire que el deseo nos iba invadiendo. Tal vez el alcohol y también el clima de fiesta que se respiraba ayudaron a generar el ambiente. Nos fuimos deshaciendo de las prendas de abrigo y entreabriendo los cierres de blusas y camisas. Las tetas, surgieron entre los pliegues, se hincharon dos pantalones en el entrepiernas.

Estábamos en la frontera de la emoción, la frescura, lo seductor y picante para caer en lo morboso y obsceno.

-¡Che que lindo paisaje, los cerros! – dije en tono, pretendidamente, sin malicia

-¿De qué cerros hablas si la cerrazón es total? –replicó Héctor

-Me refiero a los de Florencia-

-¿Los Apeninos?-

-¿Ape … quéee? ¡Los de ella!! – respondí con los ojos fijos en los pechos de Florencia y con las manos, haciendo el gesto típico, de rodear un par de senos.

Héctor, recogió el guante:

-Los de Liliana, no se quedan atrás. – replicando mi mirada y mi gesto, pero en la otra dirección posible.

Risas generalizadas y ni atisbo de mostrar, las mujeres, indignación, real o fingida, por lo dicho.

Seguimos con la conversación intencionada que mudó a deshonesta e impúdica

-¡Che esto se está pareciendo a un bacanal de la Roma antigua! – apuntó Liliana.

- La verdad, ya le hicimos la ofrenda a Baco: el vino lo tomamos, falta que pasemos a la acción. – arriesgué yo.

-Es cuestión de acostarse y ….. – subió la apuesta Héctor.

-Quien con quien es la disyuntiva – insinué mientras paseaba la mirada en las tres restantes. No percibí repulsa en nadie por mi osadía.

-¿Cómo quien con quién? ¿Qué estas insinuando?- replicó Florencia, con expresión – seguro que simulada – de “no caer”.

-Simple: la misma sopa de siempre, no tiene gracia una noche tan divertida como esta y …. pan con pan es comida de sonso. – completé la proposición.

-¡Nooo …. no es mi target! – mechó Liliana, claramente consciente de que se trataba la cosa.

-¡El mío tampoco! – concordó Florencia, no menos avispada.

-El nuestro menos ¡Ergo …. La disyuntiva no es tal! – completó Héctor.

Tras un breve tira y afloje –que no que sí, ¿qué te pensás? ¿Estás de la nuca? ¿Dónde se ha visto, gente grande?-, resultó que las “chicas” jugaban de locales: cada una en su cama. Nosotros, los varones, de visitantes.

Cerramos la tertulia con café, que se prolongó un poco hasta que, para alivio de todos, Florencia tomó la iniciativa, se incorporó con sus ojos en los míos:

-Voy a higienizarme. ¿Vos Héctor vas a sacar tu cepillo de dientes y toalla y demás cosas..¿noo?-

-Claro…Claro – respondió el aludido.

Liliana y yo, entramos juntos a nuestro dormitorio. Retiré del baño, mis elementos de higiene, le dí un beso y me despedí con:

-¡Ojala tengas una gran noche! – ¡jajajajá!

-Lo mismo para vos. – ¡jajajajá!

Tuve que esperar, sentado en el living, varios minutos hasta que salió Héctor de su cuarto.

-¿Todo bien?- consulté, con alguna duda que hubiese recapacitación, arrepentimiento.

-Si, si andá tranquilo…¿Y por allí? – apuntó con el pulgar a la puerta del mío.

-Ninguna objeción.-

-Disculpame: yo preservativos no tengo ¿Algún problema con Flo?-

-Yo tampoco tengo. Somos amigos hace siglos, sabemos que hay cero riesgos para los cuatro. Hasta mañana. –

-Dale…hasta mañana. –

 


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