Fantasía sexual, consumada, al pié del Catedral_2

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Al salir del toilette de la suite huésped, para una breve rutina de higiene, Florencia me esperaba, sentada en la cama. Me senté a su lado. Tuve la sensación que temblaba un poco. Le di un beso en la mejilla y comencé a acariciarle la espalda, estaba tensa con la vista enfocada en algún punto lejano.

-No me imagino por donde andás ¿Me avisas cuando vuelvas?- bromee, sonriendo.

-Entendeme, estoy un poco nerviosa, … esto es de locos …. Nunca me vi en este espejo …  yo con vos … Héctor con Liliana … ni siquiera cerramos las puertas.-

Le rodee la espalda con mi brazo:

-Flo …¿Te parece que paremos aquí? –

-¡Nooo….me siento extraña …. por favor no sigas hablando  … ¿Dale?–

Le propuse un beso en la boca. Lo aceptó, inicialmente reticente pero se entregó con brío y ardor. Le desabotoné la blusa y se la quité. El segundo beso fue con manoseo de tetas. Se recostó, le quité la calza, se cubrió con la sábana hasta el cuello.

Me incorporé y me deshice de camisa y pantalón y me acosté a su lado.  

Al contacto de su piel sentí que se me aceleraban los latidos, que la sangre se volvía incandescente en mis venas y se agolpaba en mi entrepiernas. El bate se  irguió tieso inflando el slip. La excitación tomó el control de mis manos. Sus tetas, concha y cola fueron presas de mis caricias francas e indecentes. Segundos después se le soltó la lengua y … la mano que manoteó mi miembro:

-¡Sos  … sos   un puerco libidinoso …! ¿Te gusta lo que palpas? –

Le cerré la boca con un nuevo beso, luego:

-¡Me enloquece … estás re-que-te buena … ¿Te animás a comerte el bicho que estas acariciando?-

-¡Uhhhmmmm! ¡Parece que está para no hacerle asco! –

En ese momento, a través del pasillo, de la puerta enfrentada del otro cuarto, se escuchó, nítido un “¡Ahhhhhh!!!” de Liliana. Héctor había sido más expeditivo y ya la tenía “empernada”. Le siguieron los típicos jadeos y gemidos de humanos atrapados por el instinto de preservar la especie.  

-Ese par de mal nacidos… se están dando como en la guerra …. y vos …  ¿Qué tanto gre-gré para decir Gregorio? – murmuró Florencia.

Apeló al dicho del litoral argentino, equivalente al erudito “argentinos a las cosas” de Ortega y Gasset o al más prosaico y directo “cógeme ya”.  

Sin incorporarme la despojé del corpiño y de la bombacha –ella colaboró levantando la cola – me deshice del slip y me acomodé entre sus piernas abiertas a más no poder. Cerró los ojos cuando sintió la cabeza de mi amigo entre sus labios vaginales. Avancé un poquito, se estremeció, arrugó la frente, frunció el ceño como a la expectativa de la embestida. La penetré, despacio pero sin pausa hasta el tope:

-¡Aaaahhhhh!!! …. ¡siiiiiii!!- exclamó abriendo los ojos y tomándome la cara con ambas manos, me atrajo hacia ella y me besó.

Comencé a cogerla poco a poco, lentamente pero empujando con fuerza hasta el fondo, besándola, acariciando las tetas y cada centímetro de su piel que podía alcanzar con mi mano, con especial dedicación a sus glúteos – aún firmes a despecho del almanaque –

Ella gemía y gemía, aprobaba con suspiros, algunos “si,si,si…siiii” y frases entrecortadas. Su lengua buscó la mía con un vaivén rápido dentro de mi boca. Fue la señal, por lo menos así lo interpreté yo, de acelerar el ritmo del entra y sale. 

Ella acompañó con diligencia, meneando el pubis, frenética, empujando con desesperación como queriendo introducir, aún más,  mi carne dura en su cueva incendiada.

Ahí si, estábamos cogiendo sin firuletes, hechos dos volcanes, ella pedía replay de algunas de mis caricias y no paraba de gemir, suspirar, murmurar, susurrar: “que dulce sentirte dentro mío…”, “me está faltando otro beso…”, “haceme otro mimo en la colita…”, “¿te gusta mi chocha? … “es toda tuya…”,………. 

Cuando se sintió acosada por la proximidad de su epílogo, empezó a temer por el mío, y a gritar:

 “por favor no pares,  ….no te vayas ahora…..seguí….seguiiiií…cógeme toda….ahiii Dios míoooo…”

El placer de hacer el amor es lo mismo que el fuego, que no se aviva, si no se comunica, languidece. Florencia sabe de sostener el vigor de quien la tiene “ensartada”. 

Su orgasmo, con desparpajo de fluidos femeninos a juzgar por la mancha húmeda que dejó en la sábana inferior, fue, por escasos segundos, posterior  al mío  (tengo la sensación de que le regalé como medio litro de semen tibio).

Son contadas, en toda mi vida, cogidas tan soberbias como la de esa noche de desenfreno.

No me explico, como aguanté tanto tiempo la demanda de Florencia, sólo se me ocurre adjudicársela al mix: situación vedada e inédita, altitud, nieve y el malbec.

Ingrediente no menor, estimo: la simetría con lo que acontecía en el dormitorio contiguo, donde mi esposa era “fifada” por otro.

Como dije, eso aconteció la noche del 31 Octubre.

La noche siguiente, era el Día de Todos los Santos y habíamos cogido como dos beatos con Liliana, después del polvo delicioso y socialmente correcto,  le juré que “como ella no hay igual”. Ella me aseguró que “nadie la llenaba como yo”. Sospecho que por reciprocidad e hipocresía a la par de la mía, a juzgar por lo que, ambos, habíamos oído proveniente del otro dormitorio, la noche anterior. 

Eso no fue obstáculo para que, el día 3/11, Héctor y yo, volvamos a permutar nuestras camas, conyugues incluidas, que aceptaron con “extraño brillo en los ojos”

Para no llamar la atención en el restaurante del hotel, las botellas de vino malbec – de la misma bodega que las del día 31/10 – las procuramos en el centro de la ciudad.

Ya sin el empacho de la primera vez, la velada resultó muy placentera y distendida. Al haber menos arrebatos y descontrol, hubo menor desperdicio de energía que, en muestro caso – de Florencia y mío – dio cabida, no sólo, a una doble cogida en esa la noche (la segunda rapidita, pero de gran disfrute.), sino que también nos regalamos breves, pero intensos, mimos de sexo oral. Doy fé que ella, con la boca hace maravillas en el miembro y los dos gemelos.

Al afeitarme frente al espejo al día siguiente, dió para engreírme, auto-jactarme de haberme remozado por influjo de la cordillera.

De regreso, las dos parejas, a nuestra ciudad, Rosario – Pcia de Santa Fé – no hubo nuevas experiencias compartidas, en los meses transcurridos.

No descarto que, más tarde o más temprano, aprovechemos juntos alguna otra promoción de turismo, fuera de temporada. 

 

PD: No se Florencia y Héctor, pero Liliana y yo,  después de un largo trecho de sinceridad mutua (ambos reconocimos que nos dieron un gran placer los dos episodios en la cordillera y que no desdeñamos repetirlos en otras latitudes, aunque dudamos si con otra pareja. Liberales sí, pero hasta ahí.) y elaboración mental, llegamos a la convicción de que, ambos, mantuvimos el intercambio de parejas como fantasía sexual, en el subconsciente, latente por décadas. De otra manera deberíamos admitir que, los hechos de Bariloche, emanaron, súbitamente, de nuestra materia bruta.


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