Matrícula de honor en Química (VI)

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Mientras descendía despacio hacia la zona cero, Julia sabía que no había sido del todo sincera con Álvaro. ¡Claro que lo había hecho antes!, pero dudaba si lo había hecho bien, porque siendo sincera…, no le había puesto mucho empeño al asunto. Su relación con Sergio se basaba más en otras cosas, el sexo no era algo a lo que le dieran demasiada importancia, al menos ella. Nunca se había considerado lo suficientemente sexi como para creer que los chicos pensaran en ella de esa manera. ¡Por Dios! Había mil chicas mejores que ella, aunque la verdad que Álvaro le demostraba lo contrario.

Ya en el ombligo sintiendo tan cerca su erección y lo que iba a hacer, decidió tomárselo con calma. Despacio acarició con su lengua sus alrededores mientras sus manos se centraban en sus ingles y lo que había entre ellas…, esperando que le gustara; en ese momento comenzó a escuchar su respiración más intensa y sus gemidos más agudos. Sintió cómo sus dedos se deslizaban entre los mechones de su pelo que caían sobre su cara, y sin dejar de acariciarle ni pensarlo, alzó la vista y le miró. Una mirada penetrante, sexi y pícara que hizo que Álvaro se estremeciera y Julia decidiera que era momento para que su lengua entrara en escena. Sin dejar de acariciarle, recorrió su erección despacio, de abajo arriba sin llegar al glande… < Hummmmm…, me encanta…>. Julia notó cómo volvía a excitarse sintiendo cómo Álvaro disfrutaba gracias a ella. Se separó unos centímetros del glande y sin dejar de mirarle… < si no lo estoy haciendo bien paro…>… <sí sí morena…, ni lo sueñes>. Esa chica perversa que llevaba años escondida, tiró el muro que la había condicionado durante tanto tiempo, y comenzó a besar su glande despacio, recorriéndolo, sintiendo cómo latía por ella, y al oír cómo comenzaba a gemir cada vez más rápido succionó, succionó acompasando sus movimientos con el ritmo de su respiración rápida, acelerada y ahogada. Álvaro abrazó su cuello y la separó deshaciéndose en su propio abdomen.

Julia le miraba excitada, orgullosa y satisfecha, no solo de haberlo hecho sino de haberlo disfrutado. <¡¿Desde cuándo me gusta a mí esto?! Con él no habrá nada que no me guste…>. Alcanzó unos tissues, convenientemente colocados en la mesita junto a la cama, y se los acercó. Permaneció en silencio, esperando que su respiración se normalizada antes de decir nada.

– Así que nueva en esto ¿no? Ya, ya…, eso cuéntaselo a otro. ¡Qué pasada tía!

– Anda, anda, no me hagas la pelota, volveré a hacértelo cuando quieras…

– En serio, ¡eres la leche!

– Álvaro yo no me veo como lo haces tú, de verdad que no es para tanto.

– ¿Lo mío ha sido para tanto?

– Ufff… para más que tanto. -Si seguían así, Julia no dejaría de estar excitada en todo el fin de semana.

– Pues entonces no creas que lo tuyo no ha sido igual…, hummmmm mira, solo recordándolo ya te llama. -Así, sin más, se colocó sobre Julia y volvieron a empezar de nuevo.

Tres orgasmos después, decidieron que era mejor comer algo  para aguantar el ritmo. Bajaron a comer al bar del hotel y ni pudieron parar de tocarse. Después de atragantarse más veces de las que creían posibles y ante las miradas -cada vez menos disimuladas de los que allí estaban-, volvieron a la habitación.

– Yo quiero ir a la playa, ¿me obligas a venir y ni siquiera vamos a pisar la arena? Anda venga…, seguimos esta noche, ahora vamos a pasear por la playa. Porfa, porfa, porfa.

No hubo opción, Álvaro la estrechó con su cuerpo y la arrinconó contra la pared.

Domingo al medio día, la inmensidad del mar frente a ellos, y por fin una comida con distancia entre sus cuerpos. Tras una tarde sin salir de la habitación, el servicio de habitaciones les llevó la comida mientras veían Italia-EEUU, y luego solo una copa en el bar que se veía desde la ventana. Nada de playa, nada de ver la ciudad…, nada alejado de poder estar tocándose y haciendo caso solo de los instintos más básicos.

– Me quedaría así para siempre, ¡cómo me gusta estar en la playa!

– ¿La verdad? Preferiría secuestrarte en la habitación… -Álvaro sonrió y Julia no pudo evitar sonrojarse. < Me mata, esa sonrisa me mata>.

– Después de ocho orgasmos, sí ocho, en apenas 24h…, creo que necesito un respiro. -Ambos sonrieron sin evitar acordarse de cada uno de ellos.

Con la nostalgia aumentando el peso de las maletas, subieron al coche y pusieron rumbo a casa… una casa que no era la que compartirían juntos. Poco más de tres horas después, llegaron a casa de Julia, pasaron de largo del portal y cuando cerró la puerta, supo que volver con Sergio sería muy complicado.

Abrió la puerta despacio, no había visto luz desde la calle, pero conociendo a sus padres podían estar escondidos detrás de una lámpara. < Mierda, el baño está encendido>. Se acercó despacio después de dejar la maleta en el pasillo.

– ¡Hola mamá! Ya llegué. -Se acercó a darle un beso, pero el gestó que vio al girarse su madre la paró en seco-. ¿Qué pasa?

– ¿Con quién has estado y dónde?

– ¿Qué……….? – < Madre mía, madre mía, ¿qué ha visto?>

– Sí, no te hagas la tonta. He salido a la terraza a ver si venías antes de acostarme y vi el coche ese rojo que no deja de merodear por aquí. – < ¡Pero si miré la terraza cuando pasamos y no había nadie! ¿Cómo demonios lo hace?>-. Si te preguntas cómo, tuve que esconderme entre el armario y la silla. Sí, escondida para poder saber qué hace mi hija. Sergio está fuera y se merece un respeto, ese chico te respeta y empiezo a pensar que no te lo mereces.

– ¡¿Pero qué dices?! Eran las chicas que se han pasado el portal, se han ido corriendo, es muy tarde. Siempre igual, teniendo que dar explicaciones.

– Tú sabrás lo que haces, pero a mi no puedes engañarme. – Pasó por delante de Julia sin darle un beso y se metió en la cama.

< Cojonudo, un final perfecto. Y mañana le tocará el turno a papá>. Intentó no pensarlo y se fue a su habitación recordando cada uno de los momentos perfectos, que gracias a Álvaro había vivido durante 48h.


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