En algún silencio

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En aquel viaje y en algún silencio quedaron en secreto mis pasiones y mis deseos. Encerrados, sin luz, en una brillante oscuridad. Y así durante años durmieron. Pasó el tiempo, el día y la noche, la primavera y el invierno.

En el mismo viaje y algún otro silencio quedaron en secreto mis convicciones y una eternidad de dudas, sin salida. Seguí camino sin pensar en ello, y continuó pasando el tiempo.

Hasta que una tarde desperté y el mudismo se convirtió en bullicio; el bullicio en pesadilla y la pesadilla en zahir, a partir de ahí fue imposible encontrar la paz, ni saber dónde habían quedado los días de bonanza.

Entonces me detuve en el viaje y empecé a navegar, sin rumbo fijo, sin una meta ni un lugar al que dirigirme y me perdí tantas veces como caminos escogí. Y en cada despiste me busqué pensando que llegaría al final, pero no había final porque no había ambición. Embarqué una vez más y conocí lugares hoscos pero encontré gente afable, aún así seguí a la deriva sin ver lo que el camino me enseñaba.

Pero entonces hice una pausa. Miré el paisaje, busqué el azul, el amarillo y el naranja, pero sólo encontré el verde. Recordé mi infancia, me alegré de haber encontrado el verde y supe que estaba en el lugar exacto, busqué de nuevo y empecé a encontrar no sólo el azul en unos ojos, el amarillo con el brillo del sol y el naranja en cada atardecer sino el blanco de la verdad, el rosa de lo frágil, los cálidos y los fuertes. Encontré el olor a tierra mojada, a hierba recién cortada, a jazmín y a rosas frescas. Sonreí.

Mientras buscaba el paraíso topé con el infierno y pude comprenderle, teniéndolo todo me enfrenté al vacío y disfruté a su lado, vislumbrando la muerte me aferré a la vida y por primera vez viví, entre lágrimas albergué la felicidad y la guardé.

Entonces comprendí que las distancias sólo son pasos, que nada se puede tener si nada se ansía y todo lo quise; que el temor me había hecho daño; que sola podía llegar lejos pero acompañada estaría mejor, y lo más importante, que mi mundo lo creaba yo cada día, cada amanecer.

Y sonreí de nuevo.

Seguí el viaje, con algún silencio, con algún secreto, equivocándome de nuevo pero por el camino correcto. Así descubrí el mar, el aire, la tierra, el calor, el frío, lo dulce, lo amargo, lo salado, lo gracioso, el dolor, la verdad, la pena. Tuve noción de lo que era una decisión y agradecí ser lo suficientemente inteligente para percatarme a tiempo.

Sigo entre algún silencio, pero nunca he vuelto a navegar sola.


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