LA CALMA DESPUES DE LA TEMPESTAD ( Parte 2 de 3 )

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Luego de contemplar cómo se apaciguaba su ansiedad, mientras se observaba a si misma frente al espejo El se acercó con la fusta, y rompiendo por completo la calma, azotó sus nalgas, ella se contrajo, lo hizo 5 ocasiones, de su boca entre-abierta, caía un hilo de saliva sobre la parafina fría de su pecho,  así que se detuvo para soltar el arnés de su cabeza, ella respiro profundo, tomando aire y fuerzas “Gracias Mi Señor” atino a balbucear, mientras El retomaba la fusta y daba nuevos azotes contra su pubis, ella contraía sus músculos cada vez que veía acercarse la fusta.  “Gracias Mi Señor” repetía mientras recuperaba el aliento. Rodeándola,  comenzó a azotar alternando sus muslos, vientre, abdomen y nalgas, ella y podía sentir por su entrepierna resbalarse la humedad que desataban tantas sensaciones. Cuando la hubo azotado unas 20 veces por todo el cuerpo, (ella perdió la cuenta, solo le agradecía) la sentía estremecida, las piernas le temblaban, se acercó con la mirada fija, poso su mano en la entrepierna, hundió sus dedos a lo profundo de su sexo y le sonrió al sentir sus manos envueltas en tas deliciosa humedad, le coloco un consolador en el centro de su placer, estimulada, se retorcía del goce que sentía, con la boca libre, gemía libremente, en cuanto la vio cerca del orgasmo retiro el consolador, ella sabía que no podía hacerlo… aún. 

 

Abrazándola abrió sus nalgas introduciendo un plug en su trasero, mientras acerco de nuevo  el aparato, la sujetó de la trenza, tiraba de la cuerda que ataba sus pezones y veía como se estremecía para él, en sus manos, era su placer verla entregada, escucharla gemir sin control, le repetía como implorándole “mi Amo, mi Señor” sentía que el orgasmo la poseía, el plug, vibraba por reflejo a los movimientos del consolador, la hacían estremecer,  pero tenía que contenerse, era una lucha interna entre sus placeres, sus demonios, los que el desataba. Llegado el momento le retiro el consolador, dejando el plug incrustado en su trasero.

 

Se arrodilló frente a ella y le quito las esposas de los tobillos, aflojo la cuerda que sujetaba sus brazos y la tomo de los hombros, empujándola hacia abajo para que se arrodillara, ella abrió las piernas temblorosas y un poco entumecidas, pasándolas a los lados de la columna, sus muslos se relajaron y ella podía percibir el olor de su cuerpo, de su vientre, era ese olor a hembra que a su Amo le encantaba y a ella le excitaba. Sentía como la cera fría formaba una capa completa sobre su piel, le gustaba el contraste del rojo de la parafina y piel blanca, en ese instante vio de cerca las marcas de la fusta en sus muslos y en su vientre, levanto la mirada y contemplo la virilidad de su Amo, aun con el pantalón negro puesto había soltado su correa y liberado su miembro erecto, surcado de venas, imponente, completamente impresionante, ella solo con verlo tenia la boca hecha agua, le embelesaba saber que esa erección era producto del deseo y placer que ella le provocaba, ansiosa buscaba Su mirada, le sonreía, mordía sus labios hambrientos y sedientos por consumir su piel.

 


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