Así, sin avisar

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Enviado el , clasificado en Drama
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Doce años que se dicen rápido. Doce años llevaba con nosotros, a nuestro servicio. Recuerdo que una vieja amiga nos la recomendó y tuvo a bien traerla a nuestro hogar. La acogimos y la instalamos como merecía,  con su propio espacio. Era la reina de la cocina. Los primeros años no le dimos mucho trabajo. Una pareja joven, prácticamente fuera de casa todo el día,  no daba mayores trabajos.

 

 Pero un buen día todo cambió, la cigüeña llamó a nuestra puerta y llegó ella, la niña que llenaría nuestras vidas. Con la llegada de mi hija, ella se convirtió en mi mano derecha. Unos meses bastaron para darme cuenta lo útil que era, lo mucho que me ayudaba en la crianza de mi bebé. Primero con la fruta, deliciosas compotas que mi hija devoraba. Luego las verduras, el jamón,  el pollo o la ternera. Nada se le resistía. Aquellos purés de textura cremosa, sin grumos, una delicia para cualquier paladar. Nos acostumbramos a tenerla cerca. Era una más en nuestra casa. Era indispensable en nuestras vidas. 

Pero hoy, justo cuando preparabamos una crema de calabaza, nos dijo adiós. Sin preaviso, sin carta de renuncia, sin darnos quince días para mentalizarnos. 

Nos dejó,  así,  sin más. 

Por un momento reinó la confusión,  la contrariedad, el mal humor... Pero debo estarle agradecida. Se ha ido en julio, en plenas rebajas. No será difícil sustituirla, no me costará encontrar otra batidora, pero no le perdonaré haber tenido que bajar a pedírsela a la vecina.

 


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