Asesina en serie, pero educada y buena persona.

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"Encontré estas notas en un pequeño cofre de madera forrado con cobre. En la habitación de mi hermana, que ya no escribía desde Little Rock, se conservaba todavía la colección de muñecas y los artilugios que hacía nuestro padre para entretenernos en casa, logrando de esa manera que no saliéramos a la calle. Artilugios, todo hay que decirlo, maravillosos y únicos, como el silloncito de los viejos gnomos, gracias al cual conocimos las aventuras de Pssod, Xenel,  Jaudim y Esir. También la cuchara de los mares, en la que no me digan cómo, podíamos bañarnos en mares paradisíacos y siempre con el agua calentita, con peces de muchos colores y corales igualmente bellísimos. En uno de esos mares u océanos, me hice amigo de un delfín del Pacífico de lados blancos. Lo llamé Saltitos. Y otro artilugio raro pero hermoso era el que siempre permaneció cerca de la puerta de la habitación, porque era grande e incalificable, a veces servía para sentarse, otras veces para cabalgar y otras, las más de las veces, para hacerte pasar por astronauta y viajar al espacio. Mi hermana no paraba de ir y venir a la Galaxia del Sombrero, y yo, más cobardica, siempre prefería ir a la Luna y contar desde allí los veces que acertaba dándole a mi hermana en la cabeza con piedrecillas de nuestro satélite. En definitiva, como reseñé al principio, estas notas son de ellas y únicamente leeré la parte que a ustedes interesará, ya que los otros papeles tienen que ver con la fecha del fin del mundo, el nombre de la persona que mató a Kennedy, los pozos petrolíferos que quedan por perforar, los animales por descubrir y sorprendernos antes la evidencia de los que todavía existen y dábamos por extinguidos y, claro, la verdadera cara de la muerte, que ha decir verdad, ni se parece a Jessica Lange, ni tampoco a Max von Sydow, porque según mi padre, esa era la cara que tenía que tener la muerte".

Dice así el texto escrito por mi hermana:"Me casé con este hombre porque me dio pena cuando se me echó a llorar en lo más alto de la montaña, y mientras bajábamos en coche me repetía que se quitaría la vida si seguía diciéndole que no. También me daba mucho asco ver cómo soltaba mocos y más mocos por esa nariz chata y repleta de espinillas. Nos casamos y viví la vida más monótona que una mujer pueda imaginarse. Él se hizo famoso en el mundo entero porque tenía una memoria de elefante y recordaba todo lo que había sucedido desde que el mundo es mundo. Murió aplastado por un tractor en una huerta de no sé qué lugar a las fueras de la ciudad. Al entierro acudió toda la ciudad, y la alcaldesa, que era su amante, me regaló una foto de los dos cuando pasaron un fin de semana en una cabañita. Ustedes pensarán de mí que soy la culpable de haber tenido una vida miserable, insulsa, gris y sumisa, y tienen razón. Pero lo que ignoran es que durante mis cincuenta años de vida marital, me convertí en una asesina en serie implacable, perfeccionista, brutal, meticulosa y, ahora que ya estoy muerta y enterrada al lado de este bicharraco, he de confesar con orgullo que nunca la policía ni el FBI obtuvieron una sola pista...". Hasta ahí puedo leer, aunque tengo el nombre de todas sus víctimas, una por año de matrimonio, y la forma en que terminó con esas vidas, y recortes de periódicos hablando del tema, y sus reflexiones sobre tal y cual persona, por qué la elegía a ella para ser sacrificada y cosas así, pero no quiero aburrirles, así que buenas noches y hasta mañana.


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