Lo que pasó en mi cumpleaños #2

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Javiera, la despampanante alumna de mi esposa Paula, estaba dispuesta a agradecerme a su manera la ayuda que le había brindado con su tarea universitaria.

Me rodeó la nuca con sus manos, se apretó contra mí y me susurró al oído:

-Profe, permítame que sea yo quien le enseñe ahora.

Y me besó. Inicialmente con delicadeza, luego la suavidad dio paso al frenesí. Me tomó las manos y las llevó hasta su culo. Se lo agarré con fuerza y constaté que estaba duro y bien formado. Al sentir mis manos se despegó de mí lo suficiente para meter una mano por mi pantalón deportivo, apoderarse de mi fierro y empezar a masajearlo de una forma espectacular. Así, amalgamados nos movimos hacia el sofá, al cual caí luego que ella violentamente me empujara. Después se sentó sobre mí y, siempre mirándome a los ojos, levantó las manos. Entendí la invitación y bruscamente le quité su blusa, la atraje hacia mí y con dos movimientos destrabé el broche de su sostén. Ella soltó una risita, tiró lejos el sostén, se cubrió las tetas con las manos y se inclinó hacia atrás, para luego lentamente dejarlas caer y darle libertad a la mariposa. Ante la visión de esas tetas juveniles y bien formadas, me lancé como un poseso a apretarlas y a lamerlas. ¡Dios!, eran perfectas, grandes pero no grotescas, duras pero moldeables; chupaba y apretaba sin parar, sólo interrumpiéndome para que ella me liberara de mi camiseta.

-¡Qué tetazas que tienes, cariño!-alcancé a decir.

-Ahora son suyas, señor profesor-susurró, meneándose y frotándose contra mi pene-. Pero tengo otra cosa que también le gustará.

Dicho esto se bajó de mis piernas y se paró frente a mí. Dejó que la admirara unos segundos, se volteó y lentamente deslizó su calza, al mismo tiempo que se inclinaba hacia adelante para mostrarme su culo. Y, ¡Dios! Llevaba un calzón que parecía perderse en su rajita.

Al voltearse, Javiera se sonrió al verme sentado con la verga afuera y masajeándola arriba y abajo. Es que esta jovencita me descontrolaba. Eso parece que le encantó porque se agachó, agarró mi pantalón de buzo y el calzoncillo y los deslizó hacia abajo. A continuación agarró mi tronco con una mano, con la otra, tomó la tira de condones que había traído de la sala de al lado, y con ayuda de los dientes, sacó uno de los condones. Luego, para mi sorpresa, se lo llevó a la boca y se inclinó hacia mi verga recorriéndola y colocando el preservativo a la vez.

-Ahora quiero que me folles duro, profesor-dijo cuando terminó su labor.

-Ven acá, zorrita-dije, borracho de deseo.

La atraje hacia mí, le corrí el calzón y la penetré de inmediato, sin preámbulos. Ella dejó escapar un quejido y comenzó a cabalgar. Su vagina no era estrecha, pero ella sabía mover sus caderas para apretar y soltar. Era una experta. Mientras se clavaba en mi verga, ella gemía, jugaba con su pelo y apretaba sus tetas.

-¡La siento toda! ¡Me va a partir en dos, profesor!

-¡Eso querías, perra!

Todo profesor tiene el deseo oculto de follarse a una de sus alumnas, y ahí estaba yo, cumpliendo esa fantasía, ¡y con qué pedazo de hembra!

Las acometidas de Javiera subieron de intensidad, lo mismo que sus gemidos y sus palabrotas.

-¡Voy a acabar! –exclamé.

-¡Espera! ¡Quiero el semen en mis tetas! –dijo, liberándose y arrodillándose en el suelo, lejos del sofá.

Me levanté, me saqué el condón y me acerqué a Javiera, quien agarró el fierro caliente y comenzó a masturbarme.

-La quiero toda, profesor.

Bastaron unos pocos movimientos para que sintiera un gran orgasmo y liberara toda la leche encima de sus maravillosas tetas. El espectáculo era maravilloso. Eran las 15:30 hrs.

***

A las 18:00 horas, estaba solo en el departamento. Luego de su perfomance, Javiera se había aseado, me había dado un beso de despedida y afirmado que “ya estábamos a mano”. Ahora todo lo que quedaba era la culpa. Nunca le había sido infiel a Paula, pero tampoco era que tuviera una amante o algo por estilo. Fue un polvazo y nada más.

Pensaba en eso cuando la puerta se abrió y apareció Paula con una botella de vino.

-¡Amor, me fue excelente! Ahora somos colegas.

Me abrazó y me besó, pero yo estaba raro y ella lo notó.

-¿Qué pasa? ¿No estás contento?

-Claro que sí, no seas tonta.

-Muy bien, entonces vamos a emborracharnos y a celebrar. Tenemos dos muy buenas razones para hacerlo.

Paula preparó una cena rápida, tomamos mucho vino y nos fuimos a la cama. Hicimos el amor como si no hubiese un mañana, y cuando estábamos tendidos, bañados en sudor y recuperando el aliento escuché a mi estupenda esposa decir:

-Espero que Javiera haya estado a la altura.

La miré desconcertado, luego recordé el mensaje de texto de Paula, la prisa de Javiera y sonreí.

-Las chicas hacen lo que sea por aprobar los cursos–afirmó Paula, y agregó: -Dije que te compensaría. Feliz cumpleaños, mi amor.

Seguía armando el puzle, pero todo pasó a segundo plano cuando Paula agarró mi pene y dijo:

-Pero la celebración no ha terminado, señor profesor.


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