¿Qué diablos es El Teatro? 4de4

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-Guau, eso estuvo intenso –dijo Gabriel. La voz golpeada y hozca del mecánico se había ido.

-Yo…yo no me reconozco-dijo Ana.

-¿Pero estuvo bien? –preguntó Gabriel volteándose hacia la mujer.

-Sí. Estoy… -suspiró-. Estoy feliz.

-Bienvenida a El Teatro.

Ahora fue ella quien se volteó.

-¿Pero cómo hicieron lo del automóvil? –preguntó-. ¿Esta habitación siempre es así o la ajustaron para mí?

Gabriel se levantó, recogió el impermeable de Ana y la cubrió.

-El Teatro tiene múltiples recursos. Además ya debe saber que cuando se vive…

-…se baja el telón –completó ella.

-Exacto –hizo una pausa para recoger su propio overol y continuó: -Escuche, debo marcharme. Pero antes debo explicarle algunos temas protocolares.

-Lo principal es que debe entender que El Teatro depende en gran parte de la relación de confianza con nuestros clientes. Como le dije antes, tenemos amplios recursos, no enteramos de cosas que nuestros clientes pagarían por ocultar, pero así como nosotros sabemos mantener la discreción, solicitamos lo mismo de nuestros clientes.

-Entiendo.

Gabriel buscó en el bolsillo de su overol, sacó una tarjeta negra y se la tendió.

-Esta tarjeta que ya conoce tiene un número de invitación. Usted deberá decidir a quién entregársela. Sólo puede invitar una vez.

-Está bien. Una invitación, entendido -dijo tomando la tarjeta. -¿Cómo realizo el pago de esta…esta sesión?

-Ya está pagada. Lo hace el que invita. De igual forma, usted pagará la sesión de su invitada, o invitado. Recuerde que ingresó sus datos de tarjeta de pago en nuestro sitio en internet.

-Muy bien, ¿Algo más?

-Sólo una cosa más. No la conozco ni me conoce, si alguna vez nos cruzamos, seremos dos desconocidos.

-Perfecto.

Gabriel se acercó y le tendió la mano.

-Adiós Ninfa, fue un verdadero placer-. Ella le tendió la suya y sintió un delicado apretón-. Detrás de esa puerta hay un baño con ducha, puede usarlo si lo requiere.

Caminó hacia la puerta y antes de abrirla se volteó y le preguntó:

-¿Qué es El Teatro?

Y ella respondió:

-Lo vives, se baja el telón.

Y Gabriel desapareció por la puerta.

***

Dos días después, Néstor volvió de su viaje. Trajo regalos para ella y los niños y la invitó a salir. Invitación que tuvo que aplazarse, porque Néstor encontró en televisión un partido de fútbol de su interés. Lo dejamos para mañana, lo prometo, había asegurado, a lo que ella había respondido besándole en la frente y anunciándole que iría al supermercado a comprar algo para cenar.

Mientras conducía, pensaba en la sesión, en el cuerpo de Gabriel (seguramente no se llamaba así, pero qué importaba) y en El Teatro. Dejó atrás el supermercado y siguió conduciendo, tomó la carretera y se dirigió al sur. Se internó en los arrabales y recorrió las mismas calles por las que transitó, llena de dudas, días atrás. A la vuelta de la siguiente esquina se emplazaba el misterioso lugar.

Al girar, en el lugar donde hacía dos días había cumplido su fantasía, sólo se veían las ruinas de una construcción.

Siguió conduciendo y se detuvo en el mismo arcén de la vez anterior.

“El Teatro tiene múltiples recursos”, había dicho Gabriel.

-Vaya que sí –dijo en voz alta. Buscó en su cartera la tarjeta negra, la sacó y la miró. Luego sonrió y dio la vuelta, con destino al supermercado.

 

FIN


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