Úfalar (La Carreta, 1ª Parte)

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Tras una larga persecución por calles, callejones y avenidas al fin, aquellos tres maleantes consiguieron acorralar a Jarqui. Uno de ellos lo agarró por detrás mientras los otros dos le asestaban puñetazos en la cara y la barriga, hasta que el pobre muchacho abandonó toda resistencia y calló inconsciente.

-Creo que se nos ha ido de las manos –Dijo asustado uno de los tres gamberros-. ¡Está muerto!

-¿Muerto dices? –Preguntó otro de ellos que parecía ser el cabecilla-. ¡Solo está inconsciente imbécil! Y debemos deshacernos de él antes de que nos vea algún guardia. –Los tres muy nerviosos, miraron a su alrededor buscando una solución rápida para hacer desaparecer a Jarqui. De pronto uno de ellos dibujó una sonrisa malvada en su rostro cuando divisó una carreta en la esquina de un callejón. Los otros dos lo miraron, y sin decir nada como si ya supieran lo que había que hacer, cargaron al muchacho en la carreta y lo taparon con la lona que cubría la carga. Era la solución perfecta para ellos, pues parecía ser que la carreta partía fuera de los muros de la ciudad, llevándose bien lejos su problema.

La mala suerte acompañaba a Jarqui, ya que la carreta en la que viajaría involuntariamente se dirigiría al bosque de Úfalar. Solo se iba a aquel tupido y oscuro bosque por dos razones, la primera era si estabas loco y buscabas una muerte segura y la segunda era si trabajabas como conductor de una de las veinte carretas tributarias, como aquella en la que depositaron a Jarqui. Las carretas tributarias, eran vehículos que transportaban oro, joyas, comida y muchas otras riquezas, al territorio ogro de Úfalar. Esta “tradición” se hacía una vez al año por orden del rey de la ciudad de Glemirión, y consistía en obsequiar a los ogros con una veintena de carretas repletas de tesoros, con el fin de mantener a dichas criaturas fuera de sus fronteras.

-Chicos, ¿no es esa una de las carretas que se dirigen al bosque? –Pregunto mientras volvía la vista hacia atrás uno de los maleantes.

-Si, lo es –Respondió el cabecilla sin detenerse para mirar-. Pero tranquilos, estoy seguro de que despertará mucho antes de llegar a Úfalar y el cochero lo echará de una patada de la carreta y volverá andando Hasta Glemirión.

-¿Y si no es así? –Preguntó el tercero algo preocupado-. ¿Y si lo encuentran los ogros aun inconsciente y se piensan que forma parte del tributo anual?

-Entonces, que los dioses se apiaden de su alma –Dijo el líder con aire sombrío mientras se alejaban y escuchaban como el cochero tiraba de las riendas y las ruedas de la carreta crujían al poner rumbo a los territorios ogros de Úfalar.


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