Nadie me había tocado así

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Estaba en el boliche cuando lo vio, ella, Sofía 18, él, Emanuel 30. Cuando lo noto se olvido que estaba con su amiga y sin darse cuenta en un segundo estaba frente a frente con el hombre más lindo que había visto antes. Me invito del trago que estaba tomando, y bailamos hasta que su boca se junto con la mía, nuestras lenguas danzaban, y pintaban trazos causando ese placer dulce que puede haber en un beso con tanta conexión, tanto deseo. Sus manos la abrazaban con frenesí, le tocaba el pelo, bajaba hasta su espalda y luego hasta su trasero, lo apretaba y la elogiaba. Le agarraba la cara y la besaba con más ganas todavía, se olvidaba que había cientos de personas alrededor, y el deseo aumentaba llevándolos a una excitación mutua.

-No puedo más, te quiero comer toda, mirá lo que sos, mirá lo que sos!. Él le repetía mientras hundía su boca una y otra vez y tímidamente toco su clítoris, ella tembló, y eso fue lo que la llevo a querer más de él.

-Si no podes más, vamos.-Dijo la chica. A ella siempre le habían gustado los hombres mayores, pero a la vez tenía medo del qué dirán.

Ella no podía irse lejos del lugar, porque no era su ciudad de origen y estaban sus amigas adentro, encontraron la solución de terminar el deseo mutuo en el auto de él que estaba a pocas cuadras.

Abrió la puerta del auto y pasaron a la parte trasera, por suerte era amplio y no había incomodidad. Se abalanzó sobre ella pasando todas las barreras recorriendo cada rincón de su cuerpo, sin olvidarse de ninguno sin dejar de besarla, sin dejar de besar su cuello, y ella sin dejar de acariciar su gran espalda y su pelo. Aumentaba el jadeo, la respiración pesada los vidrios se empañaban y la ropa estorbaba

Sacame todo por favor! grito ella en un grito de desesperación

Sin dudarlo, el le saco su blusa suavemente dejando al descubierto su corpiño, tocaba sus pechos por encima del mismo, hasta que desprendió y sacó esa prisión. Tenía una vista total del torso desnudo de la chica que lo deslumbro con su belleza. Luego de besarla, comenzó a sacar su short negro tan delicadamente como se puede.

Tocaba sus muslos, deslizaba sus dedos por el abdomen dibujando un no sé qué, iba hacía su clítoris por encima de su ropa interior y trazaba círculos y líneas, la espalda de la chica se encorvaba y su boca liberaba gritos cortos de placer. Finalmente quito ese obstáculo de tela, y ahora sí, la anatomía humana en su máxima expresión. Desnuda, mojada, esperando por el hombre que la había tocado como nadie.

Ella, dándole besos de los más tiernos, comenzó a desnudarlo, besos por el cuello, por el torso, a pesar de su edad, tenía una consistencia física entrenada. Al llegar a la hebilla de su cinturón lo desabrochó y quitó el pantalón con frenesí, su pene erecto quería salir, y ella cumplió su deseo.

La agarró con fuerza y la puso debajo de el otra vez, su dominancia, y lo sumisa que era ella aumentaba la excitación.

Él chupo sus dos dedos y los paso por la vagina de ella, luego, los paso por la punta de su pene.

La chica sentía su pene subir y bajar por su clítoris y luego por la puerta de la vagina, esa espera la desesperaba más y más, hasta que suavemente lo introdujo, clavando una bandera de placer inexplicable. Entraba su pene y lo sacaba, despacio, y luego fuerte, ella gritaba al ritmo de las idas y salidas del pene, gritaba y gemía como nunca, el la callaba con besos, y no podía evitar gemir también, las envestidas erán cada vez más rápidas los vidrios empañados por completo, el agarrando su pelo mientras callaba su excitación, cada vez más rápidas, luego no tanto y luego rápidas de vuelta, una montaña rusa de placer, esperando a su punto culmine.

Eran uno, no habían dos individuos en ese auto.

En un momento los gritos se detuvieron, solo eran cuerpos cansados y con sonrisas en la cara, acabaron al mismo tiempo, él le dio un beso en la frente y luego en la boca. Se acostó al lado de ella, abrazándola, desnudos en un auto, a ella ya no le importó que estén sus amigas dentro del boliche, no le importó que tenía que volver a su ciudad, solo le importaba estar al lado del hombre que la hizo sentir querida y deseada. Se taparon con una manta vieja que estaba en el asiento trasero, y sintiendo el calor de sus cuerpos desnudos se durmieron.

 

Capaz un día se encuentren. Pero a ella no la habían tocado nunca así.

 

 


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