En el cuarto de fotocopeado - parte 2

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Me cubrió los ojos, con lo que supuse que se trataba de una corbata y todo se volvió oscuro. Aún conservaba los auriculares y la canción de "Temperatura de Maluma", rellenaba el espacio vacío de mi mente.

Me soltó de los brazos para que los coloque hacia los lados de la fotocopeadora. Comenzó a presionar su pelvis sobre mis glúteos, rozándome y dando lugar a una erección sobrenatural. Mi cuerpo temblaba pero no por miedo, cuando en realidad ello sería lo mas lógico, sino por placer y morbosidad. Automaticamente mis caderas acompañaron su apoyo, disfrutando de la sensacion. Tumbándome con cierta rudeza, dejando mi pecho sobre la impresora, apagada, a la vez que oía como corría el cierre de sus pantalones, dejando al descubierto lo que obviamente sería su gran pene.

Se trataba de un momento crítico, básicamente un extraño, no muy extraño ya que de seguro trabaja en la editorial, sino no conseguiría tener acceso a la sección de archivos y papeleo, ingresó al cuarto y esta a punto de follarme duro. Cuando yo, si bien debería estar desesperada por que alguien socorra en mi ayuda, mi reacción era todo lo contrario, mi cuerpo se hallaba desesperado por aclamar y exigir cada vez mas roces, caricias, besos y lamidas. Sus firmes manos, de piel rasposa, sujetaban con salvajismo mis caderas y tironeando hacia su hinchado pene; mientras que recorría la blancura de mi piel dejando un rastro de besos y chupones en mi cuello y aunque, mi mente se negaba a permitir mostrar una señal de placer, la voracidad de los movimientos de su lengua sobre mi piel en conjución de la atmósfera rebosante en morbosidad, era más fuerte que mi pensar; por lo que, los gemidos y jadeos de ambos eran nuestra única conversacion, emitidos desde las profundidades de nuestras roncas y secas gargantas con toda normalidad. La temperatura se hacía evidente con el paso del tiempo y las gotas de sudor se formaban en mi frente, por ley de gravedad, comenzaron a caer marcando su propio trazo en mi.

Aquel desconocido aprovechaba de mí, y yo me entregaba sin restricción. Mi falda aterciopelada se encontraba enredada en la mitad de mi cintura, para así no obstruir la presión de su pene al refregarlo por la mitad de mis glúteos. Debía admitirlo de una vez por todas, cada contacto de su piel sobre la mía, encendía a la chica atrevida que toda mujer lleva dentro de sí, provocando que instintivamente reaccione a sus múltiples estímulos aproximándome más y más contra él. Fue cuando por fin me dirigió la palabra, aunque su voz sonaba más ronca y oscura de lo habitual, lo cual me resultaba aún más excitante, al decirme:

-: "Te quitaré los auriculares y mientras te folle, moverás ese culito que tienes como lo hacías hace un rato atrás mientras bailabas".

Al finalizar la frase, creí que moría, el fuego de mi interior me estaba quemando lenta y plácidamente, dicha tortura no acabaría jamás ya que seguía a ciegas pero no sólo por la venda que cubría, literalmente, mis ojos sino tambien continuaba a ciegas en una esfera llena de lujuria.

Dichas palabras bastaron para que mi líbido comienze a manifestarse por medio, de fluídos constantes que provocaron humedecer toda mi concha. Sus dedos comenzaron a penetrarme mientras que con el pulgar trazaban pequeños círculos sobre mi clítoris, el efecto era abrumador y no paraba de gemir y desear que me posea con toda su destreza animal. El movimiento se aceleraba en mi interior, dilatando la zona para lo que posteriormente vendría, escuchaba su respiración agitada y adquiría un ritmo acompalsado con cada entrada y salida de sus dedos sobre mi sexo, haciendo que su pecho se hinchara y sus músculos se tensaran, cosa que percibía por como mis caderas se quejaban ante el dolor causado por la rudeza de su agarre, pero eso era nada más que un mero detalle insignificante.

No podía resistirlo más, no me importaba ya de quien se tratase, me estaba volviendo loca y desesperada, quería que me penetrara para acabar con este freno de placer, quería que me llenara por dentro y que acallara de una vez por todas, la voz interna de mi cabeza y sólo escuchar el dulce sonar de nuetros gritos ...

Al parecer mis deseos internos fueron escuchados, por que de manera frenetica quitó sus dedos dentro de mí, haciendo que me sienta aún más furiosa por su lejanía pero a gusto, cuando me giraba sobre mí misma y en un acto desesperado, su formidable miembro se profundizo en mis adentros haciendo que mis paredes lo succionen y este, se amolde a mis cavidades; Ahora sí, éramos uno sólo. Cada movimiento y cada arremetida, no nos bastaba, la necesidad de tener más de ambas partes era absorbente y la rapidez de los choques se volvía un vicio, a medida que mi concha acaparaba toda la superficie de su pene.

Era algo majestuoso, mis jadeos incesantes hicieron que mis pechos se vuelvan cada vez más fornidos y que con un tirón de sus viriles manos, arrancara mi camisa para fundirse en mis pechos. Las súplicas de su lengua hacia éstos, fueron ascendiendo con cada intensificación de sus penetraciones, la distribución de sus chupadas y besos se complementaban con las caricias de sus alargadas manos que no paraban de desplazarse a lo largo de las curvaturas de mi cuerpo.

Todavía no podia formular una palabra coherente que saliera de mi boca, me hallaba tan perdida en este mar orgásmico que no quería perder ni un segundo de todo lo que este ser me podria brindar.

Pequeñas mordidas sobre mis pezones hicieron que una corriente eléctrica se desencadene y acabe explotando en mi vientre y finalmente correrme en él. Mi cuerpo se iba debilitando, volviéndose maneable como un flan ante las grandes oleadas de placer, flaqueaba ante mis intentos de recomponerme, diluyéndome con los fluídos que se corrían entre mis piernas... sus galopadas no cesaron sino que persistieron hasta el último instante en la que mis paredes uterinas dejaron de latir y allí, el pudo correrse dentro de mí, relajando sus músculos y hallando el oxígeno suficiente como para respirar nuevamente...

Sus manos, que últimamente sujetaban mis muñecas hacia los costados, dejaron de lado la presión y me concedieron libertad al soltarlas, sin embargo, ambos seguíamos unidos, juntos siendo uno, hasta que tomó mi cabeza que se hallaba hacia atrás, reclamándome con un beso nada fuerte ni brutal sino suave y dulce; Como si guardara el sabor de mis labios, de mi lengua, como si jamás fuera a volver a besarme y desapareciera...

Fue mágico, pero como toda magia siempre se acaba, al igual que en este caso... Se retiro de mí, dejando una ausencia en mi interior, no dijo nada y a medida que caía rendida de rodillas al piso, escuché el cierre de la puerta y me quité la venda.

 


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