Funeral en Canicula

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Rebeca Schwarzenlander Sosa

Obra protegida con los derechos de autor, autorizado por Safe Creative numero: 76J3C0OMZ

            Le había rogado varias veces a mi madre para que no me trajera pero aquí estoy, sintiéndome la persona más pequeña y débil del mundo. No tengo palabras para describir la forma en que me siento. 

            Es imposible reconocer a mi mejor amiga en estos momentos, su perfil delantero se ve de un color casi impensable, la veo y puedo notar que no es ella, su color simplemente es diferente, no se mueve, es obvio que no es ella, siempre fue una persona hiperactiva y fuerte. A su edad toda su vida se ha desmoronado. Su cabello ya no brilla y sus ojos no se pueden ver. Todavía puedo recordar cuando jugábamos en la plaza de la escuela, su auto rosa y su hermoso cabello que saltaba y se movía al compás del viento, ¿cómo no envidiarlo? Vamos a jugar – decía todas las tardes. Yo no me negaba, salíamos y corríamos, saltábamos y una que otra vez terminábamos peleando; un día podríamos ser piratas, doctoras, espías y si teníamos suerte actrices.

          Era bastante tenaz, por eso cuando me negaba a jugar, de alguna u otra manera,  terminaba siendo algún personaje de Disney. - ¿Cuál queda mejor? -Ninguno – contestaba. Su mirada era tan fuerte, parecía que me atravesaba. - Olvídalo, creo que el rosa te queda mejor. – Ella sonreía y me lanzaba una mirada de advertencia.

          Era genial, poco importa que haya deseado matarme más de una vez. - No importa lo que te digan, para mí siempre serás espectacular, no dejes que te critiquen, yo estaré ahí para darte ánimos y para que me digas qué vestido usar, me dijo por última vez. Nunca supe si esas frases eran un consejo o una despedida. Pero eso sí, no me cabe duda que las dijo de corazón y con la más grande humildad que le llegué a ver.

          Sigo aquí esperando en este inhóspito y triste funeral. ¿Que si yo la quería? Claro que sí, pero realmente no me gusta este lugar. - Pon atención Tea – Dice mi madre mientras le da un jalón a mi vestido. El calor es incesante y mi ropa oscura no ayuda mucho.

         Espero que mi amiga en donde quiera que esté ayude de algún modo a que su funeral acabe pronto, pienso mientras me doy cuenta desde mi silla lo inútil que resulta ahora internar sacarle una que otra sonrisa. Ojalá nos hubiéramos dado un poco de tiempo para conocernos mejor, si solo me hubiera dicho antes, si hubiera sugerido algo, si me hubiera dicho lo que tenía, tal vez no me habría hecho la idea de una amistad tan poderosa. Qué feo lugar, qué calor hace... 

 

 

       El titulo del relato fue regalado por una antigua maestra de Literatura, quien tambien me ayudo a editarlo, muchas gracias a ella y a ustedes que son tan amables de leer estas pequeñas porciones de mi vida.


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